EL INDIEBO Y EL CINE QUE BUSCA LA LIBERTAD
Terminó el tercer IndieBo, el Festival de Cine Independiente de Bogotá que lleva a la capital de Colombia el cine alternativo del mundo. Del 13 al 23 de julio de este año, el festival presentó una “caja” de audiovisual expandido: el IndieBox en el monumento a Los Héroes. El festival contó con un bus que llevó cine a las cárceles y a varias localidades, incluyendo la lejana y rural Sumapaz, que es el 40% del área de la ciudad pero que no es una ciudad: que es la Colombia de los años cincuentas en un paisaje hecho de frailejones, lagos y nubes fugitivas. Durante el IndieBo hubo foros y conferencias: sobre las películas proyectadas, sobre los riesgos y las posibilidades de las OTT (servicios “Over The Top”: Netflix y otras pantallas en Internet) y sobre la “economía naranja” (las industrias culturales), entre otros temas. La selección de películas presentó mucho de lo mejor del cine que acaba de pasar por los festivales del mundo, junto con una selección de obras maestras del Hollywood clásico, gracias a un convenio del IndieBo con The Film Foundation de Martin Scorsese.
El IndieBo es un festival para todo tipo de público y no solo para públicos especializados. Las salas completamente llenas en casi todas las funciones lo demuestran, y aunque el IndieBo es un festival para todos los ciudadanos, tuvo algunos eventos dirigidos a los cinematografistas. El panel “Las pantallas del cine”, sobre las posibilidades y riesgos de las OTT, fue uno de ellos. Este panel reunió a varios directores de cine, junto con gestores culturales a cargo de proyectos cinematográficos. En este foro se recordó el debate planteado por Pedro Almodóvar en el Festival Internacional de Cine de Cannes de este año, en donde el director español dijo que ante la presencia de filmes que irían directamente a la Internet, su deber como jurado era premiar solo películas que también se proyectaran en salas. En Colombia los ecos de este debate tuvieron todo tipo de interpretaciones, algunas que suponían la frase de Almodóvar como la consecuencia inútil de una nostalgia cinéfila. En el panel del IndieBo se buscó explorar la realidad de esas pantallas desde las distintas realidades de la creación y la exhibición audiovisual. Se habló de la dimensión patrimonial y artística del cine, junto con su dimensión económica, y su efecto en la necesidad de formar públicos. Se recorrieron algunos instrumentos del estado colombiano para la formación de esos públicos, y para el impulso a la producción y al desarrollo de un cine nacional. Se concluyó dando la bienvenida a todas las pantallas posibles, pero subrayando la necesidad de que todas esas pantallas aporten con acciones y dinero al desarrollo del público y de la cinematografía de Colombia. El que la Internet exhiba cine colombiano no es suficiente para afirmar que se está apoyando la creación audiovisual en el país.
En cada día del IndieBo y en cada una de sus salas se proyectaron obras alternativas, obras “independientes”, y junto con esas películas este año el público pudo redescubrir el talento de los cinematografistas del cine más dependiente de todos: el cine del Hollywood clásico, de la época en que los grandes estudios y sus magnates tenían el control absoluto sobre la vida y la obra de quienes trabajaban con ellos. El período de la historia del cine de los Estados Unidos conocido como el “Hollywood clásico” o “La edad dorada de Hollywood”, fue una época de grandes avances artísticos y técnicos que recorre la mitad del siglo XX, y en la que a pesar de tanta belleza y alegría que sus filmes trajeron al mundo, las condiciones para los creadores eran muy difíciles: los largos y restrictivos contratos de exclusividad con los estudios, el “star system” que implicaba concesionar la vida de los actores a la voluntad de los relacionistas públicos, las censuras del Código Hays y del macartismo, y la obligación más básica de cualquier “show business”: el imperativo de producir la máxima rentabilidad posible. Esas restricciones a la libertad de expresión estaban compensadas por la opulencia de los recursos disponibles, por el trabajo de gente talentosa (inmigrantes y nacionales) y por una constante búsqueda de conexión con las necesidades y la cultura popular. En esa suma de industrias que fue el Hollywood clásico se fotografiaron sueños, se gestaron gramáticas y nuevos géneros cinematográficos, y se crearon obras magistrales que cambiaron la historia del arte. Algunas de estas grandes obras se pudieron ver en el IndieBo: It Happened One Night (Frank Capra, 1934), How Green Was My Valley (John Ford, 1941), All About Eve (Joseph L. Mankiewicz, 1950) y Paths of Glory (Stanley Kubrick, 1957), entre muchas otras.
Dentro del grupo de filmes clásicos aportados por The Film Foundation al IndieBo, también se presentó Stalker (Andréi Tarkovski, 1979. URSS), una obra maestra que superó los ecos del estalinismo y la realidad de una Unión Soviética en donde toda creación, cada palabra y pensamiento debían subordinarse al sistema. Hacer cine nunca ha sido fácil, pero todas estas obras demuestran que la escritura con imágenes en movimiento puede reescribir el pensamiento tanto en el “Brave New World” de Huxley y la abundancia hollywoodesca, como en el “1984” de Welles y del imperio soviético. En las proyecciones de estos filmes fue emocionante encontrarse de nuevo con el más básico y cierto sentido de la palabra clásico: tras décadas de la creación de estos filmes, un nuevo público se reía o suspiraba en las mismas secuencias del día del estreno. Las obras clásicas lo son porque revelan algo esencial de la especie y de su historia, y porque lo siguen haciendo a través del tiempo.
En todas las jornadas del festival, además de disfrutar del patrimonio audiovisual de la humanidad fue posible encontrar nuevas propuestas cinematográficas: con Newton (Amit V. Masurkar, 2017. India) el público pudo echar un vistazo a la India, por ejemplo. Newton se estrenó en el Forum de la Berlianle y es una cinta de ínfimo presupuesto, construida solo con base en la inteligencia, y que muestra como en un país de profundas desigualdades económicas y sociales (como la India o como Colombia, y como tantos otros), la democracia es una ficción. The Party (Sally Potter, 2017. Reino Unido) es otra cinta en donde la brillantez del diálogo y de las actuaciones son más importantes que los grandes presupuestos: una mujer que acaba de ser nombrada ministra de salud celebra con unos pocos amigos y en su casa. La fiesta se degrada muy pronto para convertirse en un espacio donde se revelan las mentiras acumuladas a través de los años. La historia sucede en una casa londinense, en cuatro espacios, con una cuidadosa fotografía en blanco y negro en la que siempre se busca que la agudeza de las palabras se acompañe de unas soluciones visuales que sean bellas, creativas y ajustadas a los personajes.
La animación también recorrió las pantallas del IndieBo: además de una pequeña retrospectiva del animé de Satoshi Kon, se presentó ese nuevo clásico que es La tortuga roja (Michaël Dudok, 2017. Francia, Bélgica y Japón), un encuentro afortunado de la tradición del Studio Ghibli y del artista Michaël Dudok. La tortuga roja es una historia de amor y magia que no requiere diálogos para traer felicidad a su público.
Con Manifesto (Julian Rosefeldt, 2015. Alemania y Australia), protagonizada por la australiana Cate Blanchet, y rodada en Berlín por el alemán Julian Rosefeldt, se abandonan las formas del documental y de la ficción para explorar el cine experimental, y recuperar los ecos de las vanguardias artísticas: una misma actriz presenta trece personajes en contextos completamente diferentes, y con un único texto que en realidad es una suma fragmentada de los manifiestos dadaístas, futuristas y surrealistas, entre otros. En Manifesto Cate Blanchet es muchas cosas: la actriz se despide en el entierro de un ser amado, la actriz es una mujer conservadora que reza en la mesa familiar, es un vagabundo borracho, es una madre soltera alemana que trabaja en el reciclaje, es una coreógrafa de acento eslavo, es la anfitriona de una fiesta sofisticada, es la presentadora y al mismo tiempo la periodista de un noticiero, es muchas voces que son al fin una misma corriente a la vez fragmentada y coherente de un arte que nunca es nuevo, pero que siempre se renueva. Esta obra que en el Festival de Cine de Sundance y en el IndieBo se vio como un filme, se estrenó en el Australian Centre for the Moving Image como una exposición de videoarte exhibida de forma paralela en 13 pantallas con cada uno de los 13 personajes, la misma instalación también se presentó en Berlin y en Nueva York, entre otras ciudades.
Por tercer año, el IndieBo ha proyectado en Bogotá propuestas audiovisuales del mundo, muchas de esas propuestas nos recordaron que la inteligencia supera la ausencia de libertad o los pocos recursos. Todos esperamos tener un cuarto IndieBo para seguir descubriendo las posibilidades del cine y de la historia del arte.
Tráiler de Manifesto:
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Imágenes: (1) Afiche de Manifesto. (2) Fotograma de All Abou Eve. (3) Fotograma de Stalker. (4) Logo de IndieBo.
Julián David Correa.
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