PATRIMONIOS: “DÉBORA ARANGO, CUADERNO DE NOTAS”
La introducción que Santiago Londoño Vélez escribió para el libro Débora Arango, Cuaderno de notas, concluye de la siguiente manera:
“Con su obra, Débora Arango sacudió los cimientos tradicionales del arte colombiano. Alteró los cánones de la representación del cuerpo femenino, descubrió el valor de la pintura como conciencia social y política, y sobre todo, hizo ver lo que nadie quería ver. A lo largo de su trayectoria vital supo apartarse de la polémica y el escándalo que despertó. Mantuvo su obra indemne y atendió solo el servicio de la pintura. No hubo poder humano que consiguiera vencerla: con sabiduría y suprema fuerza interior cultivó en Casablanca, su residencia en Envigado, un oasis al margen de las miserias humanas.”
Débora Arango (1907-2005) y su obra son un patrimonio de Colombia y la humanidad, y como muchas obras de valor patrimonial, la suya se consideró incómoda en la época de su creación: sus compañeras de dibujo y pintura dejaron de tomar clases con ella ante su interés por el desnudo, los sacerdotes amenazaron con excomulgarla y trataron de descolgar sus obras[1], incluso Pedro Nel Gómez (1899-1984), el muralista antioqueño que en un comienzo fue su maestro le cerró las puertas. Respaldada por el amor de sus padres y por la fortuna familiar, Débora Arango estudió muralismo en México y pasó un poco más de un año en España aprendiendo nuevas técnicas para su obra. La figura de Débora Arango es extraña en el arte colombiano de esa época: aunque otras mujeres como Lucy Tejada (1920-2011) y Cecilia Porras (1920-1971), también exploraban su mundo a través de las artes plásticas, nadie como Débora Arango representó el cuerpo, la violencia, el dolor, la miseria, las ironías del poder, la política de parroquia y las parroquias entrometidas en política.
En el Valle de Aburrá, en donde Medellín junto con Envigado y otros ocho municipios forman una misma ciudad, la pequeña figura de Débora Arango era tan invisible como en el resto del país, pero lo que sucedía con ella como persona, no pasaba con su obra: desde 1987 sus trabajos hacen parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Medellín, y Casablanca era un sitio que siempre señalaban los que caminaban por su calle. En 1995, Almacenes Éxito descubrió que en una de sus propiedades se encontraba en muy mal estado un mural de Débora Arango, y lo restauró y trasladó al vestíbulo de su edificio administrativo, en donde los “Recolectores de fique” (1948) reciben a los visitantes con sus ocres y sus bordes azules, y con su trabajo al sol que evoca tanto el fique de Colombia como el ágave de México. Desde hace décadas, las personas del Valle de Aburrá han sabido que el trabajo de Débora Arango es parte de su memoria.
El título Débora Arango, Cuaderno de notas, celebra esa memoria: el libro está formado por textos de Santiago Londoño, por las palabras de Débora Arango haciendo un relato de su propia vida, por fotos familiares y por los cuadernos de notas que llevaba durante sus meses en España. El libro permite conocer el mundillo de las artes plásticas en la Medellín de mediados del siglo XX, y ver el proceso de una artista que prefirió las recetas para imprimar lienzos (“harina de mijo, aceite, trementina, cola, agua, miel”), a las recetas para preparar mondongos y tamales. El relato de Débora Arango, sus notas y sus dibujos, muestran a una mujer ocupada por la decisión de ser. En este libro también se pueden leer algunas realidades de la historia de Colombia en el siglo XX: el poder de unas familias, la libertad de pensamiento acosada por el cristianismo, la mezquindad de algunos artistas con miedo de perder sus pocos privilegios, la llegada del narcotráfico[2]. Este libro, sin proponérselo, traza un boceto de la Colombia del siglo XX a través de las búsquedas de una artista.
Además de recoger diferentes patrimonios de Colombia, este libro es en sí mismo un pequeño patrimonio y un objeto de calidad. Débora Arango, Cuaderno de notas, está encuadernado en pasta dura y los papeles que lo forman (Kraft laminado mate en la carátula, y Kimberly prestige blanco sahara en el interior) crean un libro que recuerda los viajes y el paso del tiempo, como las hojas de un cuaderno que se han amarilleado y manchado con la vida. La editorial Tragaluz, responsable de este proyecto, sabe como hacer objetos hermosos: sus publicaciones involucran la obra de los ilustradores José Antonio Suárez, Daniel Gómez Henao y Ana Patricia Palacios, entre otros artistas plásticos, y en su lista de autores cuenta con las firmas de Giovanni Quessep, Eduardo Escobar y Ricardo Silva, entre muchos otros.
Tragaluz Editores cumplió 11 años en noviembre de 2016, y tras una década de constante trabajo, sus libros han ganado dos premios de diseño Lapiz de acero, varios del Ministerio de Cultura, y ha publicado dos centenares de títulos, de los cuales más de una tercera parte hacen parte de su fondo editorial, y los restantes se han realizado como servicios editoriales. En 2011, el Ministerio de Cultura de Colombia premió el libro Débora Arango, Cuaderno de notas en la primera convocatoria “Leer es mi cuento”, y gracias a los recursos asignados con este reconocimiento, fue posible reimprimir un libro que se había publicado por primer vez en 2007 y que en 2008 había ganado un premio de diseño.
Si alguien quiere acercarse a Colombia, a la obra de Débora Arango y al viaje de esta mujer por el mundo, el libro Débora Arango, Cuaderno de notas es mucho más que un estupendo comienzo, y si alguna pregunta hay sobre lo que para un país puede ser un libro de calidad y valor patrimonial, este título es un ejemplo perfecto.
.
Julián David Correa.
.
Página en internet de Tragaluz Editores
Imagen: sección central de la acuarela “La República” (años cincuenta, 50 x 70 cm). Colección MAMM
.
[1] “Cantarina de la rosa” y “La amiga”, de 1939, entre otras.
[2] Ademas de sus ensayos en el garaje de Casablanca, su casa en Envigado, Débora Arango solo pudo hacer dos murales en Colombia: “Recolectores de fique” (1948), realizado en la Compañía de Empaques de Medellín, de la que su cuñado era gerente, y uno más pintado en la casa de su hermana en El Poblado, casa que luego compraría y derribaría el narcotraficante Pablo Escobar para construir el edificio Mónaco, uno de los emblemas de su fortuna.
Que no tanto los ojos solo vean esas pinturas, que algo mas que esos ojos con que todos definen los colores, que vean esos cuadros…
Yo creo que si..todo va por la perfecta contemplacion!
Saludos desde Chile.
Me encantó lo de Débora Arango!!! Que buen sitio, felicitaciones!!