LA VIDA DESDE UNA BICICLETA*
Cuando llegamos a cine a ver El baño del Papa, (César Charlone y Enrique Fernández, 2007) nos encontramos con una película que se desliza como en bicicleta: suave, cotidiana y de aparente sencillez. No hay retórica de imágenes, ni de emociones, ni palabras, ni de puesta en escena. El filme es tan austero como austera parece ser la vida de estos personajes fronterizos que apenas tienen dinero para vivir al día. Con El baño del Papa, viajamos a un territorio de frontera entre Uruguay y Brasil, y regresamos al año 1988, fecha en que el Papa Juan Pablo II visitará Melo, la tierra de los protagonistas del filme. Las más optimistas especulaciones calculan que 50.000 personas asistirán a la cita con el Papa. El evento, que empieza a ser asimilado lentamente por los pobladores de Melo, conduce muy pronto a modestas fantasías de riqueza: 50.000 personas que necesitan comer chorizo y arroz con leche y que, en consecuencia, tendrán que correr a usar el baño. Un negocio redondo y abundante. Los protagonistas de la cinta son varias personas de Melo, pero particularmente Beto y su familia. Beto, como sus amigos, es un contrabandista que cruza en bicicleta la frontera. Él, su familia y amigos, se han acostumbrado a vivir con modestas esperanzas: cambiar la bici por una moto, pagar un estudio de corte y confección, conseguir unos viajes extra, ver el partido en la tele a blanco y negro. Lo que hace que estas ambiciones se transformen es la llegada del Papa y por una lesión que Beto descubre en su rodilla.
En la primera parte de El baño del Papa nos hemos enterado de todo esto, y rápidamente nos hemos damos cuenta que en el filme nada es gratuito: la fotografía es sorprendente y tan fluida, de una luz tan de finales del invierno, que sabe deslizarse con los protagonistas; la fotografía es sorprendente y bella, aunque tras conocer la ficha técnica nos damos cuenta que tanto talento visual no debería ser una sorpresa: el director de fotografía, quien además es uno de los directores del filme, César Charlone, es un cinematografista de brillante trayectoria. Charlone, que nació en Uruguay pero que reside en Brasil desde hace más de 30 años, estudió en la Escuela de Cine de São Paulo y se inició profesionalmente en 1975 como fotógrafo de documentales, cortos publicitarios y largometrajes para directores como Murillo Salles, Sergio Resende, Roberto Gervitz y Renato Tapajos. En 1997 inició su carrera de director en cortos publicitarios, video clips y episodios para la televisión de la serie Cidade do Homens, para los cuales también escribió el guión. Su experiencia incluye, de amplia manera la publicidad: en su haber se cuentan más de 700 comerciales. En 2001 se desempeñó como Director de Fotografía de una película cuyas cualidades fotográficas también son las de la fluidez, la verosimilitud y la apropiación del mundo de sus protagonistas: Ciudad de Dios, dirigida por Fernando Meirelles. Con este trabajo, Charlone obtuvo una nominación al premio Oscar, con lo que se convirtió en el primer uruguayo que alcanzó esa distinción. En 2003 trabajó en una película detestable políticamente y en toda su perspectiva de los latinoamericanos y los gringos, pero de nuevo una cinta talentosa en su fotografía: Man on Fire, de Tony Scott. Charlone también Suker Free City del director afroamericano Spike Lee, repitiendo director, reconocimientos y calidad, volvió a trabajar en 2005 con Meirelles, en El Jardinero Fiel (The Constant Gardener), labor que le valió una nominación a mejor fotografía en los premios Bafta de Inglaterra. El baño del Papa es el primer largometraje en que Charlone se desempeña como director, reto que abordó a cuatro manos con el autor del guión, Enrique Fernández. Fernández inició su carrera en el cine a comienzos de los ochentas, y desde entonces ha sido guionista, asistente de dirección y camarógrafo de cortometrajes y documentales. Su labor se ha desarrollado tanto en Uruguay como en Alemania, donde trabajó por cinco años. En 1997, su nombre fue reconocido como guionista y asistente de dirección del premiado filme Otario – largometraje de cine negro, dirigido por Diego Arsuaga y que fuera seleccionado en el Festival de San Sebastián, además de obtener tres premios en el festival brasileño de Gramado-.
El silencio es una condición frecuente en las vidas esteparias por las que nos deslizamos, como en bicicleta, gracias a El baño del papa. En medio de esos silencios de la realidad, la realidad del filme presenta de vez en cuando la música, que aparece de pronto, acompañando las acciones de los personajes, y convocando nuestra emoción hacia ellos. La música del filme, bella y pertinente y con sonoridades tanto contemporáneas como tradicionales, es también un acierto de los realizadores, que para su composición contrataron a Luciano Superville y a Gabriel Casacuberta – dos nombres que ya nos resultan familiares en el mundo de la música por su participación en el grupo de artistas rioplatenses (tanto uruguayos como argentinos) que crearon el extraordinario Bajofondo, un grupo del género conocido como Tango fusión, y que tiene un amplio reconocimiento en el continente americano y en Europa -. Sobre la banda sonora de El baño del papa se ha escrito en el portal montevideo.com que “…es un cocktail de climas que acompañan cada emoción y sentimiento que despierta la película. Utilizando instrumentos como la guitarra, el violín o el acordeón, Supervielle y Casacuberta crearon un ambiente sonoro que suma a la vitalidad de cada escena. La banda sonora incluye la participación, entre otros músicos, de Toto Méndez, ex guitarrista de Alfredo Zitarrosa y actual integrante de El Cuarteto, y también del argentino Javier Casalla, violinista de Bajofondo Tango Club. Además se destaca la inclusión de “Camino de los quileros”, la inmortal copla de Osiris Rodríguez Castillos. Una canción cuya clara vigencia temática y musical forma parte integral de la historia.” Quilero, por supuesto, es el oficio de Beto y sus amigos, quileros son todos ellos, que contrabandean en andas de bici o motocicleta, por los 60 kilómetros que hay entre Melo y la ciudad brasileña de Aceguá.
Con chispazos de comedia, en compañía de los quileros y sus bicicletas, y en compañía de un poblado que sueña con enriquecerse gracias a la visita de un cura, avanza la película, y en esta historia descubrimos que Beto es un personaje que lleva una muy mala relación con su hija, una joven inquieta y ambiciosa. La joven, que inevitablemente parece estar en la línea de sucesión para volverse contrabandista o para estudiar confección, desea un mundo diferente y mucho más colorido de lo que sus padres han podido darle. Toda esta familia, y la gente que los rodea, está interpretada por una colección de actores naturales, de entre los cuales se destaca César Troncoso en el papel de Beto. Troncoso es un actor de larga trayectoria en el teatro y el cine, que en el 2003 fue elegido como mejor actor cinematográfico por la Asociación de Críticos de Uruguay gracias a su labor en El viaje hacia el mar de Guillermo Casanova. La sobria credibilidad del filme está dada por la inteligencia de su guión, pero también por el talento de la puesta en escena y de las interpretaciones que realizan todos esos actores profesionales y de ocasión.
Tantas inteligencias puestas al servicio de una historia tan sencilla y verdadera, dan como resultado una hermosa película que resulta imprescindible. Desde su bicicleta, los quileros han creído que pueden soñar con un mejor futuro, y la conclusión del filme nos mostrará que de verdad el futuro puede ser mejor, aunque no lo sea necesariamente de la manera en que se espera. Desde las sillas de la sala, los espectadores creemos que el cine es espectáculo, y este filme uruguayo nos demuestra que en efecto lo es, pero que puede serlo de una manera propia y sorprendente, diferente de lo que con tanta frecuencia la televisión y los grandes taquillazos de Hollywood nos han enseñado.
*Por Julián David Correa. Publicado en: Revista Kinetoscopio No. 85. Ed. CCA. Medellín, 2009
Página en internet de la Revista Kinetoscopio
Imagen: afiche de la película
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