PROPUESTAS DESDE COLOMBIA EN EL XXXIV FESTIVAL DE CINE DE CARTAGENA: ALTERNATIVAS DE SUPERVIVENCIA PARA EL CINE LATINOAMERICANO*
La profecía de testigo olvidado, pero tantas veces enarbolada por toda clase de artistas, por presidentes y burócratas por fin se ha cumplido: los teatros desde hace más de diez semanas están llenos y en la calle la gente aún hace cola, incluso ante las salas de más de mil sillas y ante las salas más costosas. La película que se exhibe se llama La estrategia del caracol y es colombiana. Sin embargo, y como dijo Sergio Cabrera, el director de esta película, «una golondrina no hace verano».
En 1991, en el XXXI Festival de Cine de Cartagena, el joven Presidente del Estado colombiano, el economista César Gaviria Trujillo tras intentar acercarse a su auditorio a través de recuerdos de adolescencia, anunció con energía que en su gobierno se superaría la función del Estado-productor de cine para darse a la tarea de incentivar a la que debía ser el apoyo del cine nacional: la empresa privada. Esa afirmación, temida desde tiempo atrás por muchos, tenía un nombre que desde entonces se volvió lugar común en el país neoliberalismo.
El resultado de esta política en relación con la producción cinematográfica nacional, fue el de una disminución casi total de los ya escasos trabajos que se realizaban. Ante la desaparición de los estímulos de FOCINE sólo quedó la opción de buscar fuera de Colombia premios y coproducciones y, mientras, mucha gente del cine se resignó a una hibernación en el video, hibernación en muchos casos bastante creativa y que ha enriquecido tanto a la televisión como al video que carece de distribución en los medios. Pero esto no sucede sólo en Colombia; la situación en casi toda América es la misma: los Estados desmontan los subsidios y eso afecta al cine. ¿Es un asunto del azar o de la voluntad popular? Muy improbable: el modelo neoliberal se extiende en todos los países al Sur del Río Grande así como en una sorprendente cadena de casualidades, nuevas constituciones aparecen en esas naciones tras la iniciativa, en apariencia, de estudiantes universitarios, tecnócratas, presidentes autogolpistas y políticos.
Hace unos veinte años, las preguntas en el cine de América eran éticas y estéticas: cómo reflejar la realidad del continente y las realidades nacionales, cómo renovar el lenguaje cinematográfico para que la forma pudiera ser coherente con lo que se planteaba, cómo darle una salida a la opción entre el compromiso político y el creativo. Ahora, ante la creciente dificultad económica para expresarse a través del cine cambiaron las preguntas. La cuestión en este momento es: ¿cómo puede sobrevivir el cine de este continente?, pregunta que para muchos no deja de vincularse con asuntos esenciales como el de darle a las cinematografías sentidos estéticos y culturalmente válidos para su pueblo de origen.
Dentro de este contexto se realizó en el XXXIV Festival de Cine de Cartagena un foro convocado por la Motion Pictures International (MPI): «Alternativa a la industria del cine en Colombia», el cual contó con la presencia activa del representante de la MPI para América latina, una representante de la Film Commission International y los directores colombianos Ciro Durán, Camila Loboguerrero y Lisandro Duque. Junto a estos participantes, ocuparon sillas un miembro de la United International Pictures y un funcionario del Ministerio de Comunicaciones, quien había sido funcionario de FOCINE.
CIRO DURAN: EL GRUPO DE LOS TRES DEL CINE
Lo primero que Ciro Durán hace notar es un asunto de cifras que para quienes viven fuera del medio no es tan evidente. Una película en Colombia cuesta por lo menos unos trescientos mil dólares; a una película promedio (con los distribuidores y exhibidores de su parte), asisten unos doscientos mil espectadores colombianos, a razón de $1.5 de dólar la entrada; los ingresos son también de trescientos mil dólares, pero de ese dinero los productores del filme sólo reciben la tercera parta. Es evidente entonces que se trabaja a pérdida, situación que se agrava cuando la distribución es tan ineficiente como la que usualmente se realiza. Ante esta situación, sólo quedan las opciones de reducir costos (lo cual es casi imposible) o de buscar la conquista de un mercado más amplio.
En Toluca, convocada por la Alcaldía de México D. F, el Sundance Institute y la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, se realizó una reunión de directores de este continente, entre los cuales estaba Ciro Durán. En esa reunión se propuso la idea de crear el grupo de los tres de cine. Siguiendo el ejemplo del tratado económico, que está por firmarse entre México, Colombia y Venezuela, se impulsó la propuesta de realizar coproducciones entre los tres países, en las cuales la financiación se aportaría en tres partes iguales para proyectos que se rodarían de manera sucesiva en cada uno de los tres países comprometidos. Se buscaría lograr una película por semestre mediante un sistema que reduciría a una tercera parte los riesgos económicos, mientras que las posibilidades de recuperación aumentarían con la unión de los tres mercados y del mercado hispano de Estados Unidos, el cual puede aportar un promedio de ingresos de alrededor de medio millón de dólares.
La alternativa del Grupo de los Tres ya está en marcha: el 16 de febrero se empezó a filmar en Caracas una cinta titulada provisionalmente Equivocación fatal, con la participación de actores de los tres países. De parte de Durán y de las personas comprometidas en sacar adelante esta iniciativa existe confianza en lograr por lo menos algo que siempre le ha sido ajeno al cine del continente: la continuidad, la cual permite la depuración progresiva del trabajo de un grupo.
Esta es una propuesta que vale la pena apoyar porque si sólo se alcanzara con ella el darle continuidad a la producción cinematográfica de estos tres países, se habría dado una importante conquista. Sin embargo, cabe aquí el anotar dos riesgos de esta idea: Primero, ¿cuáles serán los criterios para seleccionar los guiones?, de estos criterios depende en mucho el valor estético de los filmes, y no sólo su valor como arte, también sus posibilidades como producto en el mercado audiovisual. Partir del concepto de que lo comercial es lo que se encuentra a un mínimo nivel o lo que copia sin mayor elaboración modelos que fueron exitosos en el pasado, ha conducido a fracasos comerciales tan imposibles de ver como Un hombre y una mujer con suerte (1992), de Gustavo Nieto Roa, película en la cual participó la cantante Claudia de Colombia, quien se suponía iba a ser el gancho comercial de la cinta. Un filme así y los de su categoría, desconocen al público y responden sólo a conceptos preconcebidos sobre éste. En este sentido tanto La estrategia del caracol como producciones de la televisión colombiana (Espérame al final, de Pepe Sánchez, por ejemplo) han demostrado que lo divertido y comercial no riñe necesariamente con lo que suscita una reflexión, con lo que aborda de una manera crítica la realidad. El segundo riesgo de esta propuesta es el que acompaña a muchas coproducciones: la condición de contratar personal o locaciones de algunos de los países cofinanciadores. Estas obligaciones con frecuencia conducen a lesionar la coherencia de un guión y el dominio que el director debe tener sobre su trabajo. En Crónica de una muerte anunciada (1986), de Francesco Rosi, por ejemplo, la obligación de trabajar en Colombia condujo al director a crear un Caribe de papier mâché, enfermo de artificialidad por el desconocimiento que tanto él como el guionista tenían de la Costa Atlántica colombiana. También durante el Festival pudo verse una película colombiana que recurre a la coproducción: La gente de la universal (1993), de Felipe Aljure, quien por haber hecho su película bajo el sistema de la coproducción, debió contratar a varios españoles para los papeles protagónicos, entre ellos el de un criminal que inicialmente había sido concebido como un narcotraficante colombiano. En este caso, y teniendo en cuenta que fue un actor español quien representó ese personaje, resulta indiscutible que su presencia es anómala, a pesar de las reestructuraciones realizadas en el texto.
CAMILA LOBOGUERRERO: SOBERANÍA CULTURAL Y COHESIÓN SOCIAL
Para Camila Loboguerrero, es claro que el fracaso económico del cine colombiano no se debe a la falta de calidad. En lugar de eso, se trata de un problema de ausencia de una adecuada distribución y promoción. Ejemplos de ello son el éxito comercial de La estrategia del caracol (el cual también radica en que ha sido la única película colombiana que ha tenido una promoción similar a la que tiene una película norteamericana) y el público fiel del cine mexicano, único cine latinoamericano que, según refiere la señora Loboguerrero, tiene su propia cadena de distribución.
Los aportes de Camila Loboguerrero durante el Foro se dirigían a señalar cómo las posibilidades que el cine latinoamericano tendría están relacionadas con buscar la vinculación de distintas maneras al video y a su mercado: «El cine es una narración hecha en imágenes y sonidos, impresa por medios electrónicos sobre un soporte magnético; la diferencia es, pues, de proceso y de soporte, pero cine y video tienen en común la narración por medio de imágenes, sonidos, puesta en escena, la dramaturgia, la actuación, la vocalización, la ambientación, etc». Para esta directora no existe mayor diferencia entre el cine y el video y ello le facilita el proponer la realización de películas en cine y en video, con los objetivos de reducir costos, facilitar el acceso al caudal de recursos técnicos de que dispone el video (en las productoras privadas, regionales y universitarias) y para acceder a una amplia difusión a través de los canales de televisión y de las multinacionales latinoamericanas del video (como O Globo, Televisa y Venevisión, por ejemplo). Sin embargo, durante el Foro, Lisandro Duque se expresó en contra de considerar que el cine y el video sean medios de comunicación tan cercanos como lo plantea Loboguerrero. Para este director vallecaucano, la forma de exhibición del video, por no hacerse en un lugar especialmente destinado para ello, plantea el ingreso en una red de interferencias, destruyendo el valor de rito y las posibilidades del ritmo que posee el cine Sin que necesariamente se deba recurrir a la producción en video, Camila Loboguerrero plantea cinco propuestas para impulsar el desarrollo y la difusión del cine colombiano:
1. Hacer coproducción con canales regionales, programadoras privadas, departamentos de cine de las universidades y diferentes organizaciones culturales.
2. Comercializar las películas mediante su difusión en la Cadena Tres (canal cultural estatal), permitiendo que los anunciantes puedan pautar en ellas.
3. Servirse de la pauta publicitaria en los canales nacionales, regionales y de televisión por cable.
4. Impulsar la creación de un canal de televisión dedicado a la exhibición de películas las veinticuatro horas del día.
5. Establecer acuerdos de distribución con los países de América.
Camila Loboguerrero mostró cómo la cuestión de la difusión es fundamental. El que el cine colombiano tenga una mirada propia e independiente y el que cuente con sistemas de distribución que le permitan llegar al público nacional e hispanoamericano, es un acto de soberanía cultural y de cohesión social que permite un reconocimiento. Sabido es de todos que en cualquier país de América se tiene más información sobre el cine de Estados Unidos que sobre el cine del más próximo vecino (o del propio), fenómeno que se debe al monopolio que las cadenas de distribución norteamericanas tienen del mercado del continente y a la falta de apoyo de los exhibidores nacionales al cine de su región. Esta ausencia de comunicación, además de impedir el reconocimiento del que hablaba Camila Loboguerrero, aletarga una vía de transformación de las culturas del continente, imponiendo en las pantallas un solo modelo de vida, una sola dirección ideal a los hombres y mujeres de América.
A pesar de la posición que pueda tenerse frente a la discusión acerca de las relaciones entre el cine y el video, es claro que las propuestas de Camila Loboguerrero favorecerían las posibilidades de llegar a un mercado al cual, en este momento, sólo el cine de Estados Unidos y la televisión tienen acceso. Esto cumpliría con impulsar la producción y con lograr ese acto de soberanía cultural del cual hablaba la directora. El principal reto para estas fórmulas es que requieren de la voluntad de instituciones estatales y privadas, lo cual no es necesariamente negativo. Tal vez sea la oportunidad de que miembros del gobierno presten su apoyo al cine de una manera más comprometida que la de aparecer sonrientes en la publicidad de una película.
LISANDRO DUQUE: LA ENDOGAMIA DEL CINE NORTEAMERICANO
Para Lisandro Duque lo que ha alejado a los espectadores del cine y ha obligado al cierre de algunas salas ha sido la falta de diversidad en la oferta que hacen distribuidores y exhibidores. Es una carencia que en el caso de las distribuidores norteamericanas se debe a una actitud endogámica del cine de su país: cine que se copia a sí mismo, que cambia sólo en apariencia y que parece sólo aceptar lo nuevo a través de un remake de Hollywood.
Dos de los valores de La estrategia del caracol son el de haber convocado de nuevo a la gente al cine y el de hacer evidente algo que muchos colombianos sabían: que el cine de su país era capaz de hacer ese llamado. Lisandro Duque cita un artículo de Camila Loboguerrero en Gaceta de Colcultura, en donde demostraba cómo durante la presidencia de Belisario Betancur, quien dio su apoyo a FOCINE y facilitó la presencia de una no muy nutrida pero constante oferta de cine colombiano, el promedio de venta de boletería en películas nacionales era superior al promedio de la venta de películas internacionales. Con esta cita, Lisandro Duque concuerda con la opinión de otros participantes del Foro en el sentido de que lo requerido por el cine colombiano es continuidad y mecanismos de promoción, para lo cual este director considera que podrían vincularse las productoras y distribuidoras de Estados Unidos, algunas de las cuales han demostrado interés en apoyar a buenos directores que hacen parte de minorías o que realizan producciones de bajo presupuesto. En definitiva, afirma Lisandro Duque, serían los norteamericanos los primeros beneficiados de un retorno de los colombianos a las salas.
Con ocasión del XXXIV Festival de Cine de Cartagena, miembros de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba, entre ellos el argentino Fernando Birri, dieron a conocer el nombramiento de Lisandro Duque como director de esta organización. Esta institución es una de las más importantes escuelas de cine del mundo y la única que desde su fundación se ha propuesto ser un apoyo constante para la formación de los cineastas de América Latina, Africa y del Sur de Asia. Esta organización también requiere de una constante búsqueda de financiación de donaciones de instituciones y personas (como Gabriel García Márquez, uno de sus fundadores) y de la comercialización de los trabajos que en ella se producen.
En parte debido a las dificultades económicas que la Escuela de Cine debe enfrentar, muchos de sus estudiantes adquieren conciencia del valor de conocer las reglas del mercado cinematográfico y de tomar una opción ante estas. El hecho de que en la formación que brinda la Escuela, un estudiante deba hacer un recorrido por todas las labores que requiere la creación de un filme, facilita el desarrollar una visión amplia del hecho de hacer una película. En la práctica los egresados colombianos de la Escuela hacen importantes aportes a la televisión de este país a través de series que se sirven de técnicas y estilos cinematográficos, ofreciendo al televidente trabajos que pretenden superar el esquema del culebrón tradicional (v.g. María, María, de Mauricio Navas).
ALGUNAS CONCLUSIONES
Las tareas que se desprenden de las propuestas de este Foro no son fáciles: se debe buscar el compromiso de empresas privadas en un país en donde esa tradición no existe y en donde al parecer sólo los grandes grupos económicos tendrían la capacidad de correr riesgos así. Sin embargo, La estrategia del caracol demostró que esta tarea es posible y rentable, un antecedente que gente de talento debe aprovechar para impulsar su labor cinematográfica.
El hecho de que se haya realizado este Foro en Cartagena y que haya contado con la participación de tres directores tan importantes para la cinematografía nacional, demuestra que la preocupación por el futuro del cine colombiano está unida a sus posibilidades de comercialización y esta esperanza no sólo se da en Colombia: en el Festival también pudo verse cómo ese interés está presente en realizadores de Argentina, Venezuela, México y Perú. De este último país, Danny Gavidia, el director de la película en competencia Reportaje a la muerte, hizo una afirmación durante su rueda de prensa: «En el caso de Reportaje a la muerte preferí equivocarme hacia lo comercial, porque esto es lo único que permite sobrevivir, hacer una segunda película que pueda superar a la anterior». Las palabras de Gavidia y la posición de muchos realizadores durante el Festival llaman la atención sobre una vieja discusión: ¿Para ser arte el cine debe ser un espectáculo sólo apto para elites intelectuales? Hay un gran cine como el de Tarkovski o el de Bergman, pero también hay un gran cine como el de Chaplin o el de Hitchcock. No debe olvidarse que la alegría que el ser humano encuentra en la creación es también la alegría de salir de su soledad a través de un instante de comunicación.
*Por Julián David Correa, publicado en: Revista Kinetoscopio N° 25 Mayo – Junio 1994
Página en internet de la Revista Kinetoscopio
Imagen: Afiche de la película La estrategia del caracol
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