UN TRIUNFADOR
Te lo vas a comer todo, todo. Te comerás cada chile, cada chócolo, todos los cardamomos y cada mezcla de te, el pecho de ternera, el pollo en mole poblano, la bandeja paisa, la fabada, el pabellón criollo y la feijoada, los tostones, las moras de castilla, los moros y cristianos, te comerás el zonzo y los cebiches, la tapioca, el pisco, las quesadillas de cuitlacoche y las de flores de calabaza, el carpaccio con olivas, el bifé de chorizo, el t bone, las hamburguesas y pizzas, el filet mignon, el mate y la hierbabuena, el chou fan y los sushis de mil colores, los tamales, los churros con todos los chocolates, los chontaduros, el roast beef, te comerás las guanábanas, las uchuvas y el kiwi, el mondongo, los callos madrileños, todas las tapas y los quesos, el arroz con coco, la crème brûlé, el apfelstrudel y el apple pie, te comerás el wok and roll y el spring roll y los rollos de carne, los kebabs y kibes, te chuparás el jengibre, te picarás con el wasabe y con el meerrettich, y te comerás la quinua, el cuscús y el arroz, te comerás la pasta y de postre comerás unas pastas. Te lo comerás todo, lo mereces, has trabajado por ello, has hablado y negociado, has asesorado, planeado, establecido indicadores, priorizado, presupuestado, gestionado, has enseñado a las empresas chicas a crecer y exportar y comprar otras empresas y hacerse corporaciones y diversificar y convencer gobernantes, consumidores e inversionistas y a capitalizarse y venderse para comprar aún más y diversificar aún más. Te lo mereces, todo te lo mereces. Te lo comerás todo, pero a veces te dolerá la panza, a veces te inflarás y tu vientre se pondrá tenso y sentirás tu propio ácido corroyéndote la boca, y te llenarás de gases fétidos y vergonzosos, y tendrás cólicos y tomarás tabsid y antiacidos y milanta, omeprazol, pantozol y ranitidina, y tomarás aspirina y buscapina, ibuprofeno y simeticona. Te lo comerás todo y si te duele te tomarás todo de nuevo y pasará, menos mal que pasará. Si no se fuera el dolor, si se siguiera hinchando y llenando de flatulencias, si se tensara sin fin el colon, si desgarrara sin tregua la úlcera, terminarías por explotar. Que vergüenza, inimaginable, explotar. Pondrías en problemas a la camarera, y el gerente se excusaría ruborizado ante la policía y la fiscalía y los federales. La migra y los judiciales llegarían, y luego se irían y harían mil pruebas y papeles y visitas desvergonzadas para conocer tu vida. Bienvenidos. Después vendrían los que lavan tapetes, los mozos y aseadores y tendrían que limpiar tus tripas del cielorraso. Pondrías en problemas a todo el mundo: al gerente del hotel, a los asesores con los que te reunirás al desayuno, al banquero de las diez, a los jóvenes emprendedores de las once treinta, la masajista de las trece –claro, estás muy gordo, te duelen las rodillas, tienes lumbalgia, hipertensión y altos los triglicéridos, pero también triunfarás sobre tus propios gordos, para eso está la talasoterapia, los masajes reductores, el spinning, la vacuumterapia, los aeróbicos, las clases de samba y jazz, el pilates y el streching, el sauna y el turco, el squash, las fajas de yeso, los masajes linfáticos, las cremas frías, las de café y algas y las pomadas calientes, para eso está el gimnasio y el entrenador personal-. Si explotaras en el hotel también sería una tragedia para el secretario de gobierno de las quince, para el consejo de accionistas de las dieciséis treinta y para el restaurante y para el bar donde seguramente te llevarán –en hombros- al terminar la reunión. Algún día, cuando todos te recuerden admitirán que no hay valor mayor que la libertad, el mundo libre en donde los mejores se hacen fuertes y esparcen su semilla. Te mereces todo lo que tienes y cada nueva golosina que te llevas a la boca, te lo mereces todo en un mundo tejido por acuerdos que tú has ayudado a preparar, te mereces el acceso a las riquezas de la humanidad. Tú mismo eres un generador de riqueza, un generador de empleo, un factor que equilibra la balanza comercial y reduce el índice de riesgo país, eres parte de una civilización que ha venido demostrando su eficiencia en los últimos siglos y que en estos cien años ha ganado todas las batallas. Al final del día te lo habrás comido todo, y aunque te empiece de nuevo a doler la panza podrás brincar entre los canales del satélite para contemplar un mundo que te pertenece por entero.
Julián David Correa
Publicado en su libro «Veinte viajes» Ed. Sílaba. Medellín, 2019
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Apología de la comida en la subyugación sociolaboral-hipnótica…también es vicio per se