LOGROS Y RETOS PARA EL CINE COLOMBIANO
En 2013, el FICCI realiza su versión 53. Tras medio siglo de trabajo vale la pena preguntarse: ¿este encuentro ha jugado algún papel en el desarrollo del audiovisual colombiano?, y más aún: ¿son los festivales espacios para buscar ese desarrollo?
Existen muchos motivos para fundar un festival de cine, y los estéticos no siempre están al comienzo de la lista: el Festival de Cannes tuvo todo que ver con las tensiones entre Francia y la Italia de Mussolini, la Berlinale fue una de tantas herramientas de lucha en la Guerra Fría, pero la Guerra Fría terminó y Europa se unificó, y ambos festivales continúan existiendo, porque sin importar las razones originales, son los aportes estéticos y económicos los que justifican la existencia de un festival de cine.
El FICCI se creó en 1960, por iniciativa de un grupo de negociantes, políticos e intelectuales cartageneros. En ese momento, promover la ciudad y contar con una alfombra roja bien transitada eran las prioridades y gracias a ellas, las murallas vieron pasar a famosas estrellas de Europa y Hollywood, junto con muchos importantes artistas, porque el cine existe en una combinación de frivolidad y trascendencia, de grandes negocios y grandes artes. Las transformaciones del FICCI también han sido las del cine latinoamericano: en su nacimiento participaron los reflejos de las lentejuelas del star system y un eco de las olas en la Costa Azul, pero los cambios se impusieron: en 1971 como respuesta a lo insuficiente de la producción del cine colombiano se inició el Concurso de Cine Publicitario, en 1976 el Festival decidió mirar hacia Latinoamérica y dedicó su competencia al cine de la región, y en 1981 el Festival creó los premios para la televisión, como una forma de financiación y como una manera de exaltar la primera industria audiovisual de Colombia.
Para los alucinados del cine las negociaciones tras las pantallas suelen pasar desapercibidas, pero la vocación del Festival fue desde siempre la de buscar encuentros del cine colombiano con el mundo, incluso cuando no se estrenaba ni un largometraje nacional. Esta vocación cobra mayor sentido ahora que el ecosistema audiovisual ha cambiado: en 2012 se estrenaron 24 largometrajes. El sector se ha transformado gracias a la Ley de Cultura de 1997, las leyes de cine de 2003 y 2012, y la creación de instrumentos para el fomento del audiovisual nacional (públicos, mixtos y privados, entre los que está el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico -FDC). El lugar del FICCI se ha venido transformando en consonancia con esos cambios: sigue dando un lugar privilegiado a la exhibición del audiovisual nacional con programas como Colombia al 100%, y a la vez fomenta la gestión de los cinematografistas, haciendo equipo con el Ministerio de Cultura y Proimágenes. Estas instituciones han creado los Encuentros Cartagena, que este año incluyen: el VIII Encuentro Internacional de Productores, el IV Taller de Producción Documental, la VI Videoteca de Cine Colombiano, el VII Taller de Crítica Cinematográfica y el II Taller de Gestión y Muestras de Festivales de Cine.
¿Con tantos logros el FICCI y los gestores del cine nacional pueden estar tranquilos? No. La evolución del cine colombiano como la de otras cinematografías demuestra que ni las leyes y el dinero son suficientes. Para que se consolide un audiovisual nacional existen necesidades que incluyen el fomento a las obras de calidad, la exhibición y circulación de todas las obras, y el desarrollo de espacios para el establecimiento de proyectos comunes. El FICCI ha contribuido a la solución de esas necesidades, pero es claro que en Colombia aún falta que su cine permanezca en cartelera un tiempo mayor, y hace falta desarrollar herramientas para impulsar las obras de especial calidad y valor patrimonial, porque aunque sea verdad que la taquilla es fundamental para el crecimiento del respaldo social y del FDC, también lo es que en ningún país las mayores ventas de boletería se las lleva el cine que transforma la historia del arte. Es cierto que todo audiovisual es importante para la construcción de una industria y que todo objeto cultural deviene valioso para el antropólogo, pero también lo es que no todo lo que brilla es arte. Es en ese ejercicio de cernir el oro del oropel, en el que los circuitos de exhibición alternativos y el FICCI tienen otra de sus misiones.
Publicado en la edición especial de el periódico El Espectador para el 53o. Festival Internacional de Cine de Cartagena
Fragmento del afiche de l FICCI 53
Espacio para sus opiniones