Historia del cine de animación en Colombia.

Historia del cine de animación en Colombia.

JUEGOS QUE SE HACEN PATRIMONIO*

Hay oficios que nos recuerdan cómo al comienzo todos fuimos un niño que jugaba. Hacer libros es uno de esos oficios y hacer cine es otro.

Aunque nos hayamos convertido en gestores culturales, en cinematografistas o en espectadores profesionales, la relación con el cine siempre estará marcada por encuentros emocionales. En estos encuentros con frecuencia las animaciones han sido las protagonistas: para algunos la excitación de estar ante la gran pantalla descubriendo a Cristóbal Colón o a una talentosa ratita cocinera (que nos revela que todos podemos ser artistas), estuvo acompañada por una televisión donde desfilaban personajes publicitarios como el “mano” Gorgojo de Pizano S.A., el Renault 4 “amigo fiel” y muchos otros. Pocas personas pueden decir que su primer encuentro con el cine animado llegó con el trabajo de Méliès o Segundo de Chomón, con Las aventuras del príncipe Achmed (Lotte Reiniger, 1926), o con la obra de Jiří Trnka, aunque para unos y para otros la animación es la esencia misma del cine: una magia en donde todo es posible.

A pesar de la importancia del cine de animación, han sido muy pocas las publicaciones sobre la animación colombiana. Hace pocos meses se lanzó el libro La animación en Colombia hasta finales de los años 80[1] de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y tendrá una próxima aparición otro título sobre este tema que prepara la Universidad Javeriana, y ha habido textos como el de Juan Manuel Pedraza y Óscar Andrade[2], pero como sucede con mucho de la historia del audiovisual colombiano, ha sido poca la memoria. Con este Cuaderno de Cine Colombiano – Nueva época: “Cine animado en Colombia: una historia en movimiento”, estamos aportando a curar ese olvido y sabemos que estamos contribuyendo a la evolución de esa forma de expresión.

Las artes, las industrias y las culturas audiovisuales se transforman constantemente, como también se transforma lo que hacemos por su desarrollo. Sin olvidar la memoria de lo que hemos hecho y de lo que hemos sido, estamos en una época de grandes cambios, cambios entre los que se cuentan: la gestación y puesta en marcha de la estrategia Cinemateca Rodante, la creación de la Comisión Fílmica de Bogotá, la construcción de la nueva Cinemateca de Bogotá, y la evolución de nuestra estrategia editorial con publicaciones electrónicas y en video, junto con la creación de la colección Catálogos razonados, la reformulación de la Colección Becas y la consolidación de nuestros emblemáticos Cuadernos de cine colombiano – Nueva época. Los veintes siempre han sido buenos números para pensar en lo que somos y para sentir la juventud, así que con este Cuaderno de número veinte remozamos nuestra colección: contenidos más extensos pero tan profundos como siempre, y un nuevo lenguaje gráfico tras las portadas que hoy como hace 11 años[3] nos siguen recordando que el cine nace del encuentro de la luz con la sombra.

Este vigésimo título de Cuadernos de Cine Colombiano es posible gracias a una larga lista de artistas y cinéfilos. Para empezar, agradezco a Cira Inés Mora, quien coordinó el desarrollo del contenido de este libro, y que hasta finales de 2013 hizo un estupendo trabajo como nuestra Asesora de publicaciones y programación, y doy las gracias a Alexandra Rodríguez, quien relevó a Cira en su cargo y coordinó las tareas editoriales de esta publicación. Quiero agradecer a las autoras Cecilia Traslaviña y Bibiana Rojas, a los autores Mauricio Durán, Juan Manuel Pedraza, Alejandro Guzmán, Juan Alberto Conde, Diego Hernando Sosa, Camilo Cogua y Ricardo Arce, y por supuesto a los editores invitados: Jacqueline Colmenares, Diego Ríos y Carlos Santa, padre de intensas imágenes como las de Isaac Ink (Isaac Ink, el pasajero de la noche. Carlos Santa y Mauricio García, 1988). Y ya empezando a dar las gracias, son muchas las que hay que dar al pionero Fernando Laverde que pobló nuestra infancia con personajes inolvidables, y también queremos recordar el talento del ya fallecido Nelson Ramírez, un hombre que hizo de la publicidad un camino para la evolución de la animación en Colombia.

El cine[4] es arte, industria y expresión ciudadana. El presente continuo al que se refiere Carlos Santa cuando habla de la historia de la animación en Colombia, es variopinto y excitante, pero es apenas un prólogo de muchos futuros que están por escribirse. Sobre esos futuros posibles ya sabemos que la animación habitará todas las pantallas (teatros, televisión, internet, celulares y todas las que están por inventar), y se materializará en diferentes objetos (es y será “transmedia”), y en cada ventana y en cada objeto será expresión de artistas, será industria y juego, y por sobretodo será nuevos patrimonios de nuestra especie.

*Texto de Julián David Correa, escrito como presentación de uno de los libros de la Cinemateca Distrital, el Cuaderno de cine colombiano – Nueva época No. 20 (2014): “Animación en Colombia: una historia en movimiento”. Ver PDF de la publicación: http://cinematecadistrital.gov.co/node/256

 

[1]  Autores: Ricardo Arce, Carolina Sánchez y Óscar Velásquez.

[2]  “Historia del cine de animación en Colombia (1926 – 2010)”. Publicado en: Cinémas d´Amérique Latine No. 16 y en: http://www.loop.la/noticia.php?noticia_id=79

[3]   Celebramos 20 números y 11 años de historia para esta colección. El primer Cuaderno de Cine Colombiano – Nueva época: “Balance argumental”, se publicó en 2003.

[4] El “audiovisual”, claro, pero la palabra “cine” sigue siendo bella, breve y redondeada, y evoca toda imagen animada.

¡Comparta su viaje! ¡Comparta su lectura!

Espacio para sus opiniones

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *