De Andrés Burgos

Hasta los paisas más renegados llevan en el interior a una matrona cantaletosa, maestra del chantaje culposo, que no baja la guardia en su tarea de clavarle las espuelas al costado. Vive bajo las costillas, cerca del páncreas, pero sus señalamientos resuenan en el cráneo. También los habita los retratos en sepia de algunos abuelos que ni siquiera murieron. Madre, prohombre y supervisor de planta de producción se mezclan en su talante. Jode con la convicción suprema de una labor que le fue encomendada por fuerzas celestiales y no va a descansar hasta borrar de la faz de la tierra al demonio supremo, el ocio, y desterrar con él a ese par de sinvergüenzas de vida disipada: la contemplación y la tranquilidad. Ni siquiera Luis Miguel Rivas, el más renegado de los paisas que conozco y a la vez el más paisa de ellos, pudo librarse de semejante inquisición.

Andrés Burgos (@pelucavieja)

En el prólogo de: «Tareas no hechas»,

de Luis Miguel Rivas (@luismiguelere).

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