¿Se puede celebrar el cine colombiano? Un balance

¿Se puede celebrar el cine colombiano? Un balance

¿SE PUEDE CELEBRAR EL CINE COLOMBIANO?

UN BALANCE

En Colombia, el 2010 fue un año de fiestas y recuentos. El motivo más evidente de las celebraciones y de las evaluaciones, es que 2010 es el año en que se festeja el bicentenario de la fundación del país, luego del triunfo sobre España en las luchas independentistas. 2010 también es la fecha en que concluyeron 8 años de gobierno del Presidente Álvaro Uribe, y para la cinematografía nacional son 7 los años que pasaron desde la promulgación de la Ley de Cine y 13 los años desde que se creó el Ministerio de Cultura y la Dirección de Cinematografía gracias a la Ley General de Cultura. Con motivo de las fiestas y de la transición de gobiernos, muchos fueron los boletines de prensa, los informes y las entrevistas que hablaban de un cine nacional exitoso y “crecido”, pero al lado de estos informes de empalme gubernamental y al lado de las declaraciones festivas, varias voces expresaron su preocupación sobre una cinematografía de la que decían no tiene su rumbo claro y empieza a mostrar incongruencias entre los recursos y los esfuerzos dispuestos, y los resultados estéticos y de taquilla que se obtienen.  ¿Hay motivos para celebrar o hay motivos para cambiar la dirección del cine colombiano?

 

LAS LEYES Y LAS INSTITUCIONES

En octubre de 2010, se realizó la Semana del Cine Colombiano, un evento que cada dos años prepara el Ministerio de Cultura. Este año, a la organización de la celebración se sumó una nueva institución, creada por iniciativa del Ministerio: la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas (ACACC). En la premiación del cine nacional, los cinéfilos del país vieron por primera vez a cinematografistas que se habían incorporado a la ACACC haciendo entrega de los Macondos.

El primer hecho que debe señalarse en este balance del cine colombiano, es que tras los 13 años que han pasado desde que la Ley de Cultura volvió a poner en la agenda del gobierno el apoyo al cine nacional, se ha logrado crear una pequeña y compleja constelación de oficinas estatales, privadas y mixtas de apoyo a la industria audiovisual del país: la Dirección de Cinematografía, Proimagenes Colombia, el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC) administrado por el Consejo Nacional para las Artes y la Cultura en Cinematografía (CNACC), la Comisión Fílmica y la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas (ACACC).

Han sido varias las versiones de la Semana del Cine Colombiano, un evento en el que nadie había pensado cuando se creó la Dirección de Cinematografía. En 1997 apenas se estrenó un largometraje argumental en salas[1]. A finales de 1997 las buenas noticias no eran que había dinero para estatuillas o en alfombras rojas, sino que el Estado volvía a apoyar el cine de manera clara y completa: en 1997 se creó el Ministerio de Cultura de Colombia y se fundó la Dirección de Cinematografía que en 1998 se terminó de diseñar y poner en funcionamiento con grupos dedicados a la formación, a la producción, a la circulación y a la preservación. En febrero de 1998, la Dirección de Cine abrió las primeras convocatorias de apoyo a la producción audiovisual que existían desde las últimas convocatorias de FOCINE[2]. Entre la desaparición de FOCINE y el nacimiento del Ministerio, en las más grandes ciudades de Colombia se siguieron realizando concursos financiados por instituciones públicas que eventualmente estaban orientados a la producción audiovisual, pero antes de febrero de 1998 no había existido ningún concurso tan bien financiado y tan diverso en cuanto al tipo de obras que podían optar por un estímulo económico.

En 1998, como parte de las gestiones del Ministerio se logró la creación de Proimagenes en Movimiento (hoy Proimagenes Colombia), institución concebida desde el diseño de la Ley de Cultura y la Dirección de Cine, como el hermano privado de una Dirección que, al hacer parte de un Ministerio, necesariamente se movería con lentitud y con las complejidades propias de lo público. Gracias al trabajo coordinado de la Dirección de Cine y de Proimagenes, no sólo se estimuló la creación, los festivales, la preservación, la circulación y la formación, sino que se continuó trabajando en una normatividad y en un conjunto de instituciones que fueran capaces de dar continuidad al desarrollo de una industria audiovisual propia y estable. En el año 2003, esas gestiones tuvieron por fruto la Ley del Cine, un conjunto de normas que en su mayoría habían hecho parte del proyecto de Ley de Cultura, pero que habían sido retiradas de la propuesta durante las mesas de trabajo y los debates en el congreso. Con base en ese borrador de 1997 y tras nuevas negociaciones, la Ley de Cine aprobada en 2003, creó el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (el FDC, un fondo parafiscal que en sus primeras estimaciones aspiraba a generar 9.000 millones de pesos al año[3]) y un consejo de representantes del sector encargado de administrar estos recursos (el CNACC). Pasar de una pequeña oficina del Ministerio de Comunicaciones, atendida por un único funcionario con un ínfimo presupuesto[4], a este conjunto de normas, instituciones y recursos para el apoyo al cine, es un inmenso logro de los cinematografistas, gestores culturales y servidores públicos de Colombia.

Otras dos organizaciones hacían parte de las propuestas de apoyo al cine colombiano: la Comisión fílmica y la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas. La Comisión fílmica se creó como una oficina de Proimágenes que tiene por encargo faciltar la realización de producciones internacionales en Colombia. En el año 2010 se anunció la formación de ACACC, a la que inicialmente se afiliaron 250 cinematografistas. La ACACC se creó como una entidad privada, sin ánimo de lucro, independiente, democrática y autónoma, conformada por profesionales dedicados a los diferentes oficios del quehacer cinematográfico. Sobre los objetivos de la Academia se pronunció Lisandro Duque, su primer Presidente: “La  ACACC tiene tres objetivos principales: representar, como gremio, a los profesionales de las diferentes disciplinas cinematográficas; posicionar el nombre del cine colombiano a nivel nacional e internacional, y servir de órgano de investigación para proponer estudios, políticas, programas y en general propuestas que contribuyan con el fortalecimiento de la dinámica artística, tecnológica e industrial del sector cinematográfico colombiano”.

La creación de leyes e instituciones, y el trabajo coordinado entre la Dirección de Cinematografía y distintas organizaciones públicas y privadas ha sido el más importante logro de estos años. La creación de Proimágenes implicó la creación de su junta directiva de la que hace parte instituciones privadas, como el más grande exhibidor de cine (Cine Colombia) y Kodak Américas, e incluye dos ministerios, la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales y la Universidad Nacional, entre otros. Esa reunión de diversos intereses para el desarrollo de una industria cinematográfica, se fortaleció con la creación del FDC y del CNACC del que hacen parte representantes de exhibidores, distribuidores y creadores de todo el país. Los resultados de la Dirección de Cine, Proimágenes, el FDC y el CNACC, aunque puedan tener contradictores, son muchos y evidentes a lo largo de estos años. Las metas que se ha propuesto la Comisión Fílmica son ambiciosas y la necesidad de su existencia es clara, aunque sus resultados, como los de la ACACC aún están por verse.

 

LOS RECURSOS Y LA PARTICIPACIÓN INTERNACIONAL

Es evidente el logro que significa el que el cine colombiano tenga tantos recursos de fuentes tan diferentes:

“Por la contribución parafiscal fueron recaudados y destinados al cine nacional $36.923 millones entre 2004 y 2010. Asimismo, por el incentivo a la inversión privada en películas nacionales fueron canalizados $48.630 millones desde el sector privado no cineasta. Estos recursos fomentaron la producción de cerca de 60 largometrajes entre 2004 y 2009 irrigando ingresos en forma de pagos de guiones, música, actores, creativos, fotógrafos, técnicos, posproducción, medios de promoción, etc. Colombia es en la actualidad el cuarto mayor productor de cine en Latinoamérica.”[5]

Estas cifras aportadas para el documento CONPES no incluyen las inversiones que a lo largo de 13 años se han hecho directamente con recursos del Ministerio de Cultura de Colombia y que han sido la semilla en la cual se ha soportado todo el proceso. Según este documento, del 2004 al 2010 el 56% de la inversión en el cine nacional provino del sector privado no cineasta, pero esa proporción podría haber sido mayor: cinematografistas como Felipe Aljure y Clara María Ochoa se han manifestado en contra de lo que consideran un excesivo papeleo por parte del Ministerio de Cultura a la hora de otorgar los certificados de nacionalidad para las películas, y han señalado que el techo impuesto para la financiación de los privados debería liberarse, teniendo en cuenta que hay inversionistas interesados en aportes mayores, y que la misión del Ministerio debe ser la producción de cine nacional, antes que la defensa de los inversionistas o la vigilancia del recaudo de impuestos en el país.

La destinación más abundante de estos recursos es la producción de cine, aunque existen también otras acciones que se financian a lo largo de la cadena: formación, escritura de guiones, desarrollo de proyectos, promoción y participación en festivales, lucha contra la piratería, preservación, etc. En relación con la asignación de los recursos del FDC y del Ministerio de Cultura, el mayor debate se da en cuanto al tipo de películas que se apoyan y a la orientación que se le está dando al cine nacional:

“Sin tener todavía los datos de fin de año (2010) como para hacer una adecuada evaluación total, debemos recordar que el primer semestre de este año fue uno de los peores del cine colombiano en muchos años y demostró que la Ley de Cine no ha ayudado mucho o practicamente nada en este sentido, ya que su función principal se ha limitado a distribuir dinero en todas las convocatorias que alimentan su abultado «portafolio» de premios, como siguiendo al pie de la letra la célebre frase de Jean-Luc Godard «El cine no se hace para ganar plata, se hace para gastarla».  Y eso, a la larga, parece ser la única función de la Ley de Cine. A pesar de esa triste realidad, repartir plata a diestra y siniestra, sin ningún sentido de continuidad o de industria, sin un análisis a fondo de los efectos causados, no deja sino una larga cola de productores quebrados, de sueños rotos y el amargo sabor de una «industria» sin rumbo y sin piloto.”[6]

En términos absolutos, y con excepción de la participación del cine colombiano en la asistencia a salas, los números asociados con recursos, estrenos y número de copias muestran un crecimiento constante. Durante las celebraciones de la Semana del Cine Colombiano, se presentaron los logros del cine nacional, entre los que se contaba la participación en festivales internacionales:

“El crecimiento de nuestra cinematografía y su incipiente consolidación como industria, se evidencia en la presencia de nuestros filmes en los más exigentes eventos del cine mundial. Gracias a la política de internacionalización, Colombia empieza a aparecer en el mapa del cine mundial,  57 producciones, entre largometrajes cortos y documentales  han recibido 106 premios y reconocimientos en más de 40 festivales alrededor del mundo.

En el Festival de Cine de Cannes (Francia) los siguientes largometrajes han tenido reconocimientos: PVC-1, de Spiros Stathoulopoulos (invitación a la sección ‘Todos los cines del mundo’, 2007); La Sombra del Caminante, de Ciro Guerra (invitación a la sección ‘Todos los cines del mundo’, 2007); Al final del espectro, de Juan F. Orozco (invitación a la sección ‘Todos los cines del mundo’, 2007); Soñar no cuesta nada, de Rodrigo Triana (invitación a la sección ‘Todos los cines del mundo’, 2007); Bluff, de Felipe Martínez (invitación a la sección ‘Todos los cines del mundo’, 2007); Los Viajes del Viento, de Ciro Guerra (Selección dentro de la sección ‘Una cierta mirada’, 2009). En el Festival de Cine de San Sebastián (España) se han reconocido  las siguientes películas colombianas: Satanás, de Andy Baiz (Sección oficial – Horizontes, 2007);  Los viajes del viento, de Ciro Guerra (Sección oficial – Horizontes, 2009); Contracorriente, de Javier Fuentes (Sección oficial – Horizontes, 2009), y Los Colores de la Montaña, de Carlos César Arbeláez (Premio Kutxa – Nuevos Directores 2010). Por su parte, el largometraje La sangre y la lluvia, de Jorge Navas, fue seleccionado para la sección ‘Jornada de autores’ del Festival de Cine de Venecia  que se realizó en 2009. En el Festival de Berlín de 2010, la película El Vuelco del Cangrejo, de Óscar Ruíz Navia recibió un reconocimiento especial por parte de los críticos y expertos. En Sundance de 2008, Perro Come Perro, de Carlos Moreno estuvo en la selección oficial, y la película Contracorriente, de Javier Fuentes, recibió el premio del público en 2010. El largometraje Retratos de un Mar de Mentiras, de Carlos Gaviria, recibió el premio a ‘Mejor película’, en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara de 2010.

De igual manera se han realizado homenajes a la cinematografía colombiana en otros escenarios internacionales como,  el Festival la Mar de las Músicas de Cartagena (España), el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (México), el Sunny Side of the Doc (Francia), el Festival de Cine Latinoamericano de Vancouver (Canadá) y el Festival Latinoamericano de Video de Rosario (Argentina), entre otros.”[7]

Aunque en una primera lectura, la lista de festivales es impresionente no hay que olvidar que la participación en esos eventos no es sólo el resultado de valiosos esfuerzos institiucionales, sino del talento individual revelado gracias a las transformaciones tecnológicas, la democratización de la información y las mayores oportunidades de formación que en este momento tienen los amantes del cine en Colombia.

Dentro de las voces que critican las celebraciones y las cifras que el Ministerio y Proimágenes ofrecen, la que se ha expresado de manera más fuerte y consistente ha sido la de Pedro Adrián Zuluaga (ex editor de la Revista Kinetoscopio):

“La segunda cifra es otra manipulación informativa: 57 producciones han recibido 106 premios en 40 festivales. Pregunto a las autoridades cinematográficas colombianas si ellas consideran con el mismo rasero a todos los premios de todos los festivales. Entiendo que no, ya que tienen un ranking interno que jerarquiza los eventos de acuerdo con una lógica internacionalmente reconocida. La desconsoladora verdad detrás de esta cifra es que desde 1998, con La vendedora de rosas, ninguna película colombiana ha sido escogida para la Selección Oficial en competencia por la Palma de Oro del Festival de Cannes, el más importante del mundo; y que la participación de películas nacionales en los festivales clase A, o sea los más exigentes en su selección –entre ellos Berlín o San Sebastián–, es bastante esporádica aunque sin duda meritoria. Ni que decir de nuestra pírrica participación en el palmarés de estos eventos. Nada que celebrar tampoco en este punto, salvo la constatación de que el cine colombiano es esencialmente invisible por fuera de las pantallas nacionales –aunque en ellas también– y que alguna mala imagen del país que sobrevive en el exterior es más responsabilidad de las narco-FARC, los narcoparamilitares y los poco delicados gobiernos que han provocado nuestra hecatombe social.”[8]

No pueden desconocerse ni las cifras del Ministerio, ni las objeciones de Zuluaga, pero es necesario subrayar dentro de esa maraña de títulos y eventos, los reconocimientos que en el 2010 tuvieron los filmes El vuelco del cangrejo, Retratos de un mar de mentiras y Los colores de la montaña. Se trata de tres importantes festivales (el de Berlín, Guadalajara y San Sebastián) que otorgan tres reconocimientos de trascendencia, y se trata de tres películas que serán recordadas en la historia del cine nacional. En medio del fárrago en donde se lanzan cuentas, nombres y dudas, se olvida que la capacidad de un único filme para representar con humanidad y trascendencia un personaje o una sociedad, es más memorable que las cifras de taquilla. La creación de una película de esas características es, en definitiva, la función de un Ministerio que tiene por encargo la defensa del patrimonio cultural de un país. En ese sentido, esas tres películas, con su recorrido nacional e internacional son un dato que no debe desconocerse a pesar de la poca taquilla que esos mismos filmes hayan tenido en Colombia.

 

LA TAQUILLA NACIONAL

La más grande preocupación que sobre los resultados del cine nacional tienen sus gestores públicos y privados, se centra en la que parece ser una progresiva caída en la venta de boletas para los filmes colombianos en Colombia[9]:

Espectadores de Películas Colombianas Resumen 1996-2010

AÑO

NÚMERO TOTAL DE ESPECTADORES

ESTRENOS COLOMBIANOS

NÚMERO DE ESPECTADORES DE PELÍCULAS COLOMBIANAS

PROMEDIO ESPECTADORES / PELÍCULA COLOMBIANA

PESO ESPECTADORES COLOMBIANAS / TOTAL ESPECTADORES

1996 18.050.000 3 987.000  329.000 5,47%
1997(1) 17.850.000 1 100.000  100.000 0,56%
1998(2) 18.350.000 4 1.422.000  355.500 7,75%
1999 15.990.000 3 112.000  37.333 0,70%
2000 17.200.000 4 618.000  154.500 a 3,59%
2001 17.780.000 7 84.000  12.000 0,47%
2002 18.400.000 4 854.541  213.635 4,64%
2003(3) 17.086.000 5 577.304  115.461 3,38%
2004 17.122.000 8 944.700  118.088 5,52%
2005 15.940.000 8 1.979.106  247.388 12,42%
2006 20.219.614 8 2.806.892  350.862 13,88%
2007 22.773.852 10 2.373.658  237.366 10,42%
2008 21.561.926 13 2.217.753  170.596 10,29%
2009* 27.067.506 12 1.208.215  109.837 4,46%
2010 (a nov.) 29.509.702 9 1.206.342  134.038 4,09%
(1) Ley General de Cultura: se crea el Ministerio de Cultura con la Dirección de Cinematografía(2) Primeras convocatorias de estímulos a la producción audiovisual del Ministerio de Cultura. Creación de Proimagenes por parte del Ministerio de Cultura(3) Ley de Cine: creación del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC) y el Consejo Nacional para las Artes y la Cultura en Cinematografía (CNACC)
* Alborada Carmesí fue estrenada en 2009 pero no en circuitos comerciales. Por esta razón no se toma en cuenta para el cálculo del promedio.

Ante estas cifras de asistencia a salas se han pronunciado con preocupación realizadores como Julio Luzardo y Víctor Gaviria. En el catálogo del último Festival de Cine Colombiano (Medellín, 2010) escribe Gaviria: “De un promedio de 200.000 espectadores en el año 2005, pasamos a menos de 40.000 en el año 2009; de un 14% del público total de espectadores en todas las salas del país, se pasó al 4%”

El detalle de las cifras de taquilla de 2010 muestra lo siguiente:

TAQUILLA DE CINE COLOMBIANO 2010

TÍTULO

ESPECTADORES

NÚMERO DE COPIAS

ESPECTADORES POR COPIA

In Fraganti (estrenada diciembre 25 de 2009)

596.731

60

9.946

Chance

118.336

60

1.972

El vuelco del cangrejo

24.332

10

2.433

Del amor y otros demonios

76.521

15

5.101

Contracorriente

37.972

40

949

Retratos en un mar de mentiras

45.291

25

1.812

García

53.804

35

1.537

Sin tetas no hay paraíso

326.247

70

4.661

La sociedad del semáforo

42.220

18

2.346

Rabia

17.665

21

841

El paseo (estrenada diciembre 25 de 2010 – Sus datos pasan al 2011)
TOTAL ESPECTADORES

 

1´339.119

TOTAL ESTRENOS 2010

 

10

PROMEDIO DE ESPECTADORES POR ESTRENO

 

 

133.912

En relación con las cifras del 2010 escribe Pedro Zuluaga: “Cruzar número de espectadores con número de copias permite relativizar el éxito o fracaso de algunos títulos. Dago García, rey indiscutido de la taquilla, es quien mejor librado sale en este ejercicio. Su película In fraganti (estrenada en 2009), hizo 9.946 espectadores por copia, muy lejos de la segunda mejor librada, Del amor y otros demonios, que contabilizó un promedio de 5.101.  Esta última producción, que a todas luces parecía un fracaso, si se tienen en cuenta sus apenas 76.521 espectadores, resultó beneficiada de un estreno modesto y bien calculado (sólo 15 copias), de acuerdo con sus posibilidades comerciales. En este punto, los fracasos más estruendosos corresponden a dos películas de Dynamo, ambas coproducciones: Contracorriente, estrenada con 40 copias, para un promedio ínfimo de 949 espectadores por copia, y Rabia, con 21 copias para un promedio de 841 espectadores.”[10]

Vistas las cifras de taquilla en la comparación que propone Luzardo y analiza Zuluaga, se encuentra un evidente error que no tiene que ver con las políticas estatales sino con la negociación de los productores con los distribuidores y exhibidores: la definición del número de copias ideal para el lanzamiento de los filmes colombianos.

Las cifras de taquilla presentadas de la manera que aparece en ambos cuadros, muestran un descenso en la asistencia de los colombianos a su cine, sin embargo, datos adicionales revelan una caída relativa mucho mayor a la que se muestra de manera absoluta en los cuadros: entre el 2007 y el 2010, el número de salas que en Colombia aportan al FDC pasó de 228 a 593, lo que podría significar que el número de pantallas en Colombia se duplicó en el mismo período en que la asistencia a filmes nacionales se redujo. Sin contar con la variable del número de pantallas, las cifras de taquilla muestran que la participación del cine colombiano en el total de boletas vendidas, en su mejor año (2006) fue de 13,88%, mientras que en un paulatino descenso, para el 2010 ha caído alrededor del 4,1%, una cifra que es inferior a la de 1996 en la que nada de este sistema de apoyos se había creado (5,47%). Es evidente que desde ese punto de vista no hay nada que celebrar.

Ante las diferencias presentadas entre el número de salas y asistencia a cine y el peso que en ello tiene la taquilla de películas colombianas, ha respondido Proimágenes a través de Pantalla Colombia: “Aunque el año (2010) termina con El paseo, una película de records, es innegable que éste no fue un período de éxitos taquilleros para el cine colombiano, como lo fue antes con números a los que nos acostumbramos. Caben muchas explicaciones y diagnósticos, incluso la circunstancia de que se estrenaron 19 películas en 3D, una novedad que acaparó los intereses del público en un 35.6% del total de espectadores a las salas; 6 de esas películas se situaron en el top 10 de películas taquilleras, al paso que la película extranjera independiente de mayor acceso (Océanos) llegó apenas a 127 mil espectadores.”

 

LAS CONCLUSIONES Y LAS PREGUNTAS

Tras 13 años de trabajo hay muchos motivos para celebrar, pero también hay razones para preocuparse. La información que se aporta para justificar la escasa taquilla del cine colombiano en el 2010 es útil pero no suficiente. La compleja red de instituciones y la abundancia de esfuerzos y de recursos que se destinan para el apoyo al cine nacional demandan resultados. ¿Cuáles son los indicadores adecuados para medir esos resultados? Junto al número de filmes estrenados en salas y el número de espectadores, se requieren indicadores que apunten al valor patrimonial del cine nacional, a su trascendencia histórica y estética, no sólo a su capacidad para fomentar el consumo de bienes culturales. Existen estupendos documentales y grandes cortometrajes que resultan invisibles para la mayoría de los espectadores, y junto a ese problema que nunca ha sido solucionado, empieza a sumarse el que el público nacional haya dejado de responder a sus largometrajes de ficción. Varias preguntas surgen ante ese hecho, la primera de todas es si el cine que se hace en Colombia representa a los colombianos. Las cifras de taquilla parecen mostrar que no. Queda entonces el consuelo de que el cine colombiano tenga una calidad que lo haga trascender el tiempo y las fronteras. Los hechos tampoco parecen insinuar que esa sea la situación, con excepción de las importantes películas que aquí se han mencionado.

Lo que este balance demuestra es que existe la infraestructura institucional, y que existen los recursos que han llevado al resurgimiento del cine en Colombia, sin embargo, el modelo desarrollado se está agotando. Es necesario volver a trabajar con los guionistas y los realizadores, no sólo con los productores y los exhibidores. Es necesario explorar nuevos mercados internos y externos a través de estrategias que superen los boletines de prensa, el montaje de pabellones en festivales internacionales y la inversión en relaciones públicas a través de fiestas y celebraciones. Las instituciones están y han demostrado sus logros, pero es necesaria una renovación.

 

Publicado en Cinémas d´Amérique Latine No. 19. Ed. ARCALT, Toulouse, 2011.

Página en Internet de la Association Rencontres Cinémas d’Amérique Latine de Toulouse (ARCALT) – Revista Cinémas d´Amérique Latine



[1] La vendedora de rosas, de Víctor Gaviria.

[2] FOCINE: Fondo para el Desarrollo Cinematográfico de Colombia (1978-1993).

[3] Tres millones de euros

[4] Durante una década se dijo con certera maledicencia que el único apoyo del estado colombiano a su cine eran “dos escritorios y un Navarro”. Alberto Navarro fue el nombre de ese solitario funcionario cultural, quien en su juventud también fue investigador y crítico de cine y que murió en 2010

[5] Documento 3659 del Consejo Nacional de Política Económica y Social República de Colombia (Conpes): POLÍTICA NACIONAL PARA LA PROMOCIÓN DE LAS INDUSTRIAS CULTURALES EN COLOMBIA. Abril, 2010.

[6] Julio LUZARDO: 2010: “Desastroso año para el cine colombiano”, en: www.enrodaje.net/4desastroso_2010.htm

[7] Boletín de prensa Ministerio de Cultura de Colombia, octubre de 2010.

[8] Pedro Adrián ZULUAGA: “Los autoengaños de la Semana del Cine Colombiano”, en: http://pajareradelmedio.blogspot.com

[9] Fuente: www.mincultura.gov.co. Los datos sobre leyes y la creación de instituciones son del autor.

[10] Pedro Adrián ZULUAGA: “Una respuesta a Julio Luzardo”, en: http://pajareradelmedio.blogspot.com

 

Imagen: foto de Julián David Correa

 

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