El Ciclo Rosa

El Ciclo Rosa

BARRIDO EN ROSA,

HISTORIA DEL CICLO ROSA[1]

 

Quiero agradecer a Carmen Millán su invitación para hacer parte de este encuentro, y sobretodo quiero agradecerle haber logrado que la idea del Ciclo Rosa permaneciera viva y saludable. Todos sabemos lo necesario que un espacio como el Ciclo Rosa es para un país como Colombia. Con esta charla quiero compartir con ustedes un poco de la historia que ha tenido esa idea, y quiero hablar sobre los retos que esa idea ha enfrentado y que ahora enfrenta, en este año en que he regresado a dirigir la Cinemateca Distrital y en que hemos decidido volver a crear la muestra audiovisual del Ciclo Rosa[2].

En 1998, en una cena con un documentalista que también había vivido en Mainz conocí a Folco Näther, al recién llegado Director del Goethe Institut. En ese entonces yo tampoco llevaba mucho tiempo en Bogotá: hacía menos de un año había aterrizado por accidente y había aceptado quedarme por un breve tiempo para trabajar en el diseño de los programas de la Dirección de Cine del Ministerio de Cultura. Hoy ese breve tiempo suma 14 años. Desde nuestras primeras conversaciones y desde sus primeras acciones, Folco Näther expresó su interés en el desarrollo de proyectos culturales que ofrecieran alternativas en todos los campos del arte, y en ese sentido me recordó a Paul Bardwell, el Director del Centro Colombo Americano de Medellín, uno de mis primeros maestros en gestión cultural. Tanto Paul como Folco creían que la gestión cultural solo tenía sentido si expandía los horizontes de los ciudadanos. ¿En cuál dirección? En todas, en toda dirección que la curiosidad señale: arte y naturaleza en el Jardín Botánico de Bogotá, una muestra de arte africano en Medellín, una muestra de cine mudo coloreado de las primeras décadas del siglo XX… las oportunidades de encontrar un universo diverso y estimulante, de múltiples valores posibles, las oportunidades de descubrir que el mundo es mucho más de lo que aprendimos en nuestras casas, en templos y en clase, todas esas oportunidades de libertad surgen gracias a la gestión cultural.

Durante su tiempo entre nosotros, tanto el gringo Paul como el alemán Folco contribuyeron a cambiar este país. En 2004, Folco Näther terminó su encargo en Colombia y se marchó a dirigir el Goethe Institut de México. Ese mismo año Paul Bardwell murió.

Desde el encuentro con Folco Näther, las instituciones en las que trabajábamos emprendieron varios programas conjuntos. Un proyecto que Folco proponía constantemente y que durante varios años no pudo hacerse, fue una muestra de cine gay para Colombia. Una muestra de cine LGTBI siempre ha sido necesaria para este país: mientras yo crecía en Medellín, una ciudad en donde la única forma de vida posible es ser heterosexual, católico, casado con hijos, finca y camisita a cuadros, los amigos gays y el mundo que había tras ellos me parecían una forma directa de contracultura. Eso pensé durante mi adolescencia, y seguramente lo pensaron muchos de ustedes, aunque con el tiempo todos entendimos que las cosas son mucho más complicadas, que en realidad la comunidad LGTBI no es así: con el tiempo todos descubrimos que hay gays que se hacen senadores para representar los intereses más conservadores, que para otros el consumo es más importante que el pensamiento y que algunos están desesperados porque su amor sea bendecido por instituciones que de manera pública los rechazan. Con el tiempo entendimos que una forma de sexualidad no conlleva necesariamente una alternativa cultural.

En 2001 pasé del Ministerio de Cultura a la dirección de la Cinemateca Distrital y con Folco Näther creamos el Ciclo Rosa, una iniciativa de la que hizo parte el Centro Colombo Americano con Paul Bardwell y el Instituto Pensar con Carmen Millán. En 2001, en Bogotá y Medellín se realizó una muestra de la obra del director alemán, Holger Mischwitzky, más conocido por el nombre que él mismo se hizo, el de Rosa von Praunheim. «Rosa» por el color del triángulo con el que los nazis marcaban a los homosexuales antes de llevarlos a los campos de exterminio, y «Praunheim» por el barrio berlinés donde vive Holger Mischwitzky. La de Rosa no era la primera muestra de un director de cine gay: desde fines de los años ochentas, los ciclos de Rainer Werner Fassbiender montados con base en la filmoteca de la Embajada de Alemania fueron frecuentes en la programación de cualquier sala alternativa y en los noventas, una muestra obtenida a través de la Embajada Británica: la del artista plástico y realizador Derek Jarman, fue para muchos una revelación.

Aunque algo del cine hecho como una deliberada expresión del mundo LGTBI se había visto en Colombia, el Ciclo Rosa era diferente. La primera diferencia fue que el Ciclo se creó con intenciones políticas y estéticas, como un proceso del que el grupo de películas de Rosa von Praunheim eran un primer paso. El nombre de la primera muestra resultó apropiado: el título del ciclo se debía al nombre artístico del creador, pero el pseudónimo de este cinematografista había nacido del triángulo rosa con que los nazis marcaban la ropa de los gays en ciudades y campos de concentración, de manera que el título resultaba ideal para esta y para cualquier muestra audiovisual sobre el tema. El naciente ciclo, que había encontrado una afortunada constelación de personas e instituciones, había dado con un nombre afortunado.

Buena fortuna también tuvo la selección del autor, Rosa von Praunheim representa en muchos niveles lo que todos queríamos lograr con un Ciclo Rosa: una muestra de cine provocadora, que interpelara tanto las fronteras culturales, como las fronteras estéticas, las políticas y las sexuales.

En lo estético, Rosa von Praunheim es un cinematografista que explora todo tipo de formatos (y que recomienda a sus estudiantes filmar en video para tener total libertad), un autor que se sirve de todo tipo de recursos, desde el cine más alternativo, hasta una gran producción como El Einstein del sexo (1999). Con una expresión llena de palabras directas, Rosa von Praunheim es un cinéfilo que no tiene problemas en describir el cine de Fassbinder como un cine estilizado, rígido y carente de sinceridad, y así como Rosa es crítico con uno de los íconos del cine gay, lo es también con los que son como él: en No es perverso ser homosexual, perverso es el contexto (1971), Rosa von Praunheim muestra la afición por las artes y la cultura como una mentira con la cual algunos gays seducen jovencitos. La obra de Rosa von Praunheim tiene lo que siempre se ha querido tener con el Ciclo Rosa: alternativas estéticas, provocaciones al pensamiento, reflexiones políticas y sobre todo, ejercicios de libertad.

Que escasa es la libertad en un país como Colombia, en donde de una calle en la que creemos vivir en Suiza pasamos a otra en la que vivimos en constante  guerra civil. Que escasa es la libertad en un país en donde un servidor público encargado de defender la constitución lo hace con base en un libro religioso, como si Colombia fuera una teocracia.

El único apoyo que el Ciclo Rosa Audiovisual tuvo en sus primeros años de parte del Estado colombiano, estuvo en los recursos de la Cinemateca y de quienes allí trabajábamos. Ninguna otra oficina o persona de la Alcaldía de Bogotá o de alguna otra institución estatal lo apoyó en sus primeros años. Eran otros tiempos, en los que el más importante respaldo de esta idea provenía de las personas que la habían desatado y del público, el público que desde el primer día respondió masivamente: las filas ante la taquilla de la Cinemateca eran más largas que las que convocaban festivales exitosos, como Eurocine. El Ciclo Rosa nació afortunado porque el país necesitaba de esa muestra de cine, de ese espacio de reflexión, de crítica y de autodescubrimiento[3].

Mientras que el hecho social que llamamos Ciclo Rosa era necesario y nacía con fortuna, las selecciones que lo han venido componiendo no parecen tan acertadas… O sí lo eran y sí lo son. Son una selección acertada si uno cree que el sentido de una curaduría no es encontrar una colección de perfecciones, si no la de presentar un proceso y una realidad. La realidad que el Ciclo Rosa mostró desde su segunda versión es que las representaciones audiovisuales de lo LGTBI son precarias, que cada vez son más frecuentes y populares y aceptadas por los públicos, pero que aún así siguen siendo imperfectas o sobredimensionadas o carentes de autocrítica. Una situación que tal vez no sea solo un problema del audiovisual LGTBI, sino una condición de la creación artística: sin importar cuántas obras se produzcan, la proporción entre el volumen de la creación en general y el conjunto de bienes culturales que serán trascendentes en el tiempo siempre estará representará por un número pequeño.

Las más exitosas versiones del Ciclo Rosa llegaron a tener más de cincuenta títulos, y trabajos de una docena de países. Sin que haya una contradicción con lo que acabo de señalar, dentro de esas muestras siempre encontramos obras estupendas y sorprendentes, y hay nombres que permanecen en la memoria: Tarnation (2003) del tejano Jonathan Caouette, la retrospectiva completa de Rosa von Praunheim (1971-1999), Tropical Malady (2004) del tailandés Apichatpong Weerasethakul, la animación colombiana ¿A qué juega Barbie? (2004) de Lucía Ramírez y Claudia Corredor o la ya clásica Nuestra película (1993) del caleño Luis Ospina.

Como la presencia de todos ustedes demuestra, otro de los aciertos del Ciclo Rosa fue unir las imágenes en movimiento con el pensamiento. Aunque no faltaba el espectador que iba a la muestra de cine por ser un evento de temporada, los asistentes que nunca se ausentaron del Ciclo fueron, como ustedes, los que necesitaban espacios de reflexión. Mientras el Ciclo Rosa Audiovisual se extinguió hace un par de años, el Ciclo Rosa Académico jamás se detuvo, y jamás se detuvo por su pertinencia y por las personas que desde el Instituto Pensar han seguido luchando para mantener este espacio de libertad.

Paul murió, Folco se fue a México, quienes habíamos gestado este proyecto nos marchamos de las instituciones que lo protegían, y el Ciclo Rosa se puso en riesgo. En el año 2006, Camilo Vega escribió en la Revista Kinetoscopio: “La más reciente versión del Ciclo Rosa vuelve y confirma el hecho de ser uno de los ciclos de cine más completos, sugestivos e interesantes que se vean en Colombia. Por otro lado, los ya seis años de continuidad ininterrumpida han permitido que logre una solidez y visibilidad interesantes, así como una autorreferencialidad que habla muy bien de su estado de salud”[4]

Cuatro años después, en 2011, el Ciclo Rosa Audiovisual había desaparecido.

Las causas de la desaparición del Ciclo muchos las sufrieron en detalle. Las instituciones del Estado poco a poco se fueron alejando del Ciclo y lo entregaron para que fuera impulsado desde organizaciones privadas que debían presentar el proyecto a convocatorias públicas para recibir algún recurso. La idea no era mala de ninguna manera: el Ciclo Rosa es una expresión ciudadana y debería existir gracias al concurso de los ciudadanos. El problema es quitarle el respaldo estatal, el problema son las personas que asumen esa responsabilidad. Como saben, hacer gestión cultural es como gestar cualquier otra empresa: las cuentas siempre deben ser claras.

Este año en que he regresado a la Cinemateca y que Pedro Zuluaga (uno de los gestores del Ciclo Rosa desde Medellín), ha aceptado hacer parte del equipo de la Cinemateca Distrital, hemos tomado la palabra de esta nueva administración en Bogotá y de tantos encuentros que ha venido teniendo con la comunidad LGTBI, y hemos decidido reorganizar el Ciclo Rosa Audiovisual.

El primer reto para esta nueva muestra audiovisual ha sido la de crear un proyecto serio en el corto tiempo del que disponíamos: hemos llegado hace cuatro meses a la Cinemateca, y en esa institución que ahora también es la Gerencia Audiovisual de Bogotá hay muchas, muchísimas cosas por hacer, a pesar de lo cual se ha logrado gestionar una muestra amplia e interesante, que involucra casi una decena de países, y que incluye trabajos de autores tan importantes como el alemán Christoph Schlingensief, el colombiano Luis Ospina, el ecuatoriano Víctor Hugo Robles “el Ché de los gays” o el estadounidense Johnny Symons. Este nuevo Ciclo Rosa ha sido posible gracias al apoyo del Goethe Institut, del Centro Colombo Americano de Medellín, de la Embajada de Francia y del Colectivo Mujer es Audiovisual, entre otras organizaciones y personas, una lista de amigos que incluye de manera informal pero amorosa al Instituto Pensar.

Este año de nuevo nos hemos encontrado con que el Ciclo Rosa es necesario y que cuenta con buenos amigos, y de nuevo nos hemos dado cuenta que hay algunos grandes autores poco conocidos de los que nuestro ciclo puede hacer eco, y este año hemos descubierto que hay muchísimos más trabajos de los que había hace una década, pero que muchos de estos videos siguen pecando por creer que basta con hablar de lo LGTBI para que audiovisuales desde todo punto de vista insuficientes logren algún reconocimiento. Así son los procesos de toda forma de arte, todos entendemos que se requerirá del tiempo y de la constancia de los creadores para que esos registros autobiográficos, o esas grabaciones de marchas, o esas historias entre soñadas y temidas se conviertan en verdaderas obras de arte.

Estoy concluyendo esta charla, estas palabras son un “barrido en rosa”: una imagen tomada en movimiento, rápida, que nos revela unas emociones y unos hechos. En este barrido que he puesto ante ustedes encontramos una revelación: las ideas necesarias perduran a pesar de eventuales desgreños o de falta de interés de una u otra institución.

Esperamos contar con todos ustedes en esta y en nuevas muestras del cine rosa. Esperamos contar con ustedes, no solo como público, sino también como gestores, como socios de esta idea que nos pertenece a todos. Necesitamos del Ciclo Rosa, no únicamente por amor a un par de amigos ausentes, si no por la certeza de que Colombia es un país que con dificultad, solo en alguna ley, y solo algún día por algunas horas, en algún barrio, ha logrado salir de su lógica feudal, que Colombia es un país en donde se requieren espacios para la libertad y para el pensamiento.

¿Qué sentido tiene el Ciclo Rosa en este tiempo? No hay dogmas, cada quien encontrará su sentido, su razón de estar en el Ciclo. Los dejo con las palabras de Rosa von Praunheim:

“Adoro provocar debates con mi cine, amo las discusiones, la controversia y la provocación que despierta, pero no me importa si la gente solo lo disfruta, se divierte y se aprovecha de mi rabia, de mi creatividad, de mis peliculitas sucias, y de mi mente extraña”[5]


[1] Conferencia realizada por Julián David Correa en el Instituto Pensar de la Universidad Javeriana de Bogotá el 22 de agosto de 2012, como parte del Ciclo Rosa Académico

[2] El Ciclo Rosa Audiovisual volverá a realizarse a partir del 2012. En este primer año de su regreso se realizará del 14 al 18 de septiembre en Bogotá y a partir del 19 en Medellín y Cali. El Ciclo Rosa fue inicialmente un sólo programa que incluía tanto conferencias como películas, pero la muestra audiovisual que coordinaba la Cinemateca Distrital de Bogotá desapareció mientras que las conferencias continuaron gracias al trabajo de Carmen Millán y el equipo del Instituto Pensar de la Universidad Javeriana.

[3] En cada una de las primeras dos versiones del Ciclo Rosa (2001 y 2002), la asistencia fue de 7.000 espectadores.

[4] Camilo Vega: “El gustico” en Revista Kinetoscopio No. 76. 2006.

[5] Rosa von Praunheim en “Amo las discuciones, la controversia y la provocación”, una entrevista realizada por Pedro Zuluaga y publicada en la Revista Kinetoscopio No. 59. 2001

Imágenes: (1) Detalle del afiche del Ciclo Rosa 2012. (2) Afiche de Tropical Malady (Apichatpong Weerasethakul, 2004). (3) Afiche de Nicht der Homosexuelle ist pervers, sondern die Situation, in der er lebt (Rosa von Praunheim, 1971)

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