MARTÍN CAPARRÓS Y LA CRÓNICA, UN CAMINO FRONTERIZO*
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Con una obra construida a lo largo de casi 50 años y con una constante labor como maestro de los talleres de la Fundación Gabo en diferentes países, Martín Caparrós se ha convertido en una referencia en la crónica de lengua hispana. Martín Caparrós nació en Buenos Aires en 1957, se licenció en Historia en la Universidad de París, ha publicado reportajes, entrevistas y crónicas. Comenzó su carrera de periodista en el diario Noticias de Argentina en 1973 en la sección policial a cargo de Rodolfo Walsh, y también ha trabajado para el Diario Argentino (Argentina), Página/12 (Argentina), El País (España) y The New York Times (EEUU), entre otros medios. Obtuvo la Beca Guggenheim, el Premio Herralde y el Premio Internacional de Periodismo Rey de España, entre otros reconocimientos. Su obra incluye una decena de novelas como Los living (1999), A quien corresponda (2008) y Echavarría (2016), junto con varias recopilaciones de crónicas entre las que se cuentan Larga distancia (1992), El interior (2006), El hambre (2014) y Ñamérica (2021). En su labor como maestro de cronistas durante el año 2015 publicó con la editorial Planeta la selección de crónicas Lacrónica que ha tenido varias reediciones, este título es una antología a la que acompañan pequeños ensayos del autor sobre distintos aspectos de sus propios textos y de la crónica como género. Las crónicas escogidas por Caparrós son una muestra diversa de lugares y temas: veintitrés textos acompañados por veintitrés ensayos que incluyen recorridos que van desde la Costanera en Buenos Aires hasta Hong Kong pasando por Sri Lanka, Japón, Zanzíbar, Tanganica o Belgrado, y en nuestro continente por México, Bolivia, Perú o Colombia. La crónica de Colombia es sobre la Zona de Distensión en el proceso de paz del presidente Andrés Pastrana, pero no todo es guerra, violencia o guerrillas, los temas son tan diversos como los países: prostitución infantil, hambre, religiosidad, ser cronista, dictaduras, sexualidades no binarias, fútbol y justicia, en realidad cada crónica tiene muchos temas, como la vida, aunque siempre hay ejes, y el eje de Lacrónica, de esta selección que tiene tantos temas es el oficio del cronista.
En el ensayo Martín Caparrós y la crónica, un camino fronterizo, se analiza un texto publicado en el libro Lacrónica: Videla boca abajo, texto que se publicó originalmente en Página/12 en 1991, y se exponen algunos planteamientos de Caparrós sobre las características del género y sobre los retos y las decisiones que acompañan la escritura de crónicas. Estas opiniones de Martín Caparrós se vinculan con las obras y con los conceptos de otros autores como Federico García Lorca, Gay Talese y Tomás Eloy Martínez, entre otros.
Martín Caparrós escribió: “Lacrónica es una forma de pararse frente a la información y su política del mundo: una manera de decir que el mundo también puede ser otro. Lacrónica es -ya era tiempo de empezar a decirlo- política”. (2016:54). Y también escribió: “lacrónica es un texto periodístico que intenta mirar de otra manera eso que todos miran o podrían mirar. El general Videla, asesino convicto e indultado, corriendo por la ciudad como si fuera suya” (2016: 54). Esa es la historia de Videla boca abajo:
“Eran justo las ocho y media cuando el Peugeot 504 dobló desde Cangallo despacito, tranquilo, y tomó por la Costanera hacia el fondo, hacia la fragata Sarmiento. El coche era gris, reciente, absolutamente discreto; sólo tenía una antena de más.
Liliana Heker y Ernesto Imas me lo habían dicho un par de días antes.
– Cuando lo vi por primera vez no lo pude creer. En realidad no lo vi, lo escuché. Estaba haciendo flexiones y de pronto escuché una voz muy seca, muy cortante, que me dice: «Buenos días, señor». Ahí levanté la cabeza y lo vi, y creo que todavía me dura la impresión.
Dijo Imas. Y Heker dijo que no sabían qué hacer.
– Queríamos que se supiera, nos parecía terrible que este hombre anduviera trotando por acá como si nada hubiera pasado.
Una antena de más no es gran cosa en estos tiempos. Adentro del coche -C1386767- había una señora obesa, un gorila reventón y un hombre flaco y de bigotes que manejaba con la ventanilla abierta, empapándose del fresco de la mañana. El ex general, ex presidente, ex salvador de la patria, ex convicto y ex asesino Jorge Rafael Videla se dirigía, como todos los lunes, miércoles y viernes, a cumplir con sus ejercicios matinales”. (2016: 55)
Esa es la primera página de la crónica, una primera página que presenta la sorpresa de dos ciudadanos (de tres con el cronista) ante un hecho que se repite tres veces por semana en una zona verde de la capital de Argentina: los ejercicios matinales del general que fue condenado por una larga lista de crímenes durante su ejercicio como presidente, como “salvador de la patria”. Sobre Jorge Rafael Videla no hay otros datos en esa o en las siguientes páginas del texto, la crónica se publicó en Argentina y todos los argentinos saben quién fue el general Videla aunque no todos lo condenen, como se verá en la crónica. En esa primera página se subraya la aparente normalidad en la vida del “ex” al que acompaña solo un auto discreto que apenas tiene una antena de más y tres personas que lo siguen en la distancia, y aunque hay varias notas de incertidumbre a lo largo del texto, siempre se impone la frialdad de Videla que trota tranquilo “como quien silbara” (2016:56) en medio de una situación apacible que contrasta con los horrores que cometió y que la crónica omite, mientras dedica varías líneas al sitio de recreo: “El lugar es idílico, muy verde y casi desierto. Hay jacarandás en flor, un sol benigno, voces de muchos pájaros” (2016:56).
La crónica Videla boca abajo se construye con fragmentos de las opiniones de quienes han visto al general ejercitándose al sol, y con descripciones que muestran a Videla encontrándose con unos y con otros en una Costanera de la que Caparrós recuerda después de las jacarandás en flor y los pajaritos que es un proyecto urbanístico fracasado, “Una ruina de lo que la patria iba a ser cuando tenía un futuro, una parte de la ciudad que la naturaleza está recuperando poco a poco” (2016: 58). La Costanera es una ruina, sí, porque en el centro de ese malecón hay algo que se desmorona, y también es el lugar de una mentira porque tiene algo que solo es saludo a la bandera: en la Costanera hay un monumento al caballero Luis Viale que ciento veinte años antes le lanzo a una dama su salvavidas, Caparrós escribe: “el mundo se ha detenido en aquel gesto de bronce, inútil, perfectamente innecesario: salvavidas arrojado a la tierra” (2016: 58).
El tiempo de la crónica Videla boca abajo es una mañana cualquiera en uno de los muchos parques y espacios verdes de Buenos Aires: la Costanera. En las primeras páginas no se sabe de qué parte de la Costanera se habla: ¿La Costanera Sur?, ¿la Norte?, ¿la reserva ecológica? Por la glorieta Luis Viale se deduce que se trata de la Costanera Sur pero el dato no se hace explícito, no es imprescindible, la información que sí es necesaria para quienes pasaron por el siglo XX con los ojos cerrados es decir quién fue Videla y porqué se le condenó: Jorge Rafael Videla (1925-2013) encabezó la junta militar que en 1976 derrocó al gobierno de Isabel Perón. La junta gobernó Argentina hasta 1981, un período en el cual las fuerzas militares y el grupo paramilitar conocido como la AAA desaparecieron a 30.000 personas, incluyendo estudiantes, periodistas como Rodolfo Walsh y cineastas como Raymundo Gleyzer. Durante los juicios tras la caída de la dictadura el general Videla calificó sus acciones como parte de una “guerra justa contra las guerrillas”, argumento similar a la que alegaron otros militares de su gobierno como el general Luciano Menéndez quien en su proceso en Córdoba insistió en la existencia de una guerra contra “los subversivos marxistas que (…) querían someter al país a su sistema”, según se lee en una nota del periódico español El País.
El 9 de diciembre de 1985 Jorge Rafael Videla y Eduardo Massera fueron condenados a prisión perpetua, pero se les indultó durante la presidencia de Carlos Menem que gobernó de 1989 a 1999. En un reportaje de la Deutsche Welle que recordaba los 30 años de la sentencia, en 2015, el abogado Gil Lavedra dijo:
“Aquello supuso la bisagra de la transición democrática argentina, porque significó el restablecimiento del imperio de la ley y el principio básico de toda sociedad democrática, que es la igualdad de todos ante la ley. Así, la nueva sociedad democrática se constituyó sobre la base del Estado de derecho (…) Además, el juicio contó con unas características inéditas por la falta de antecedentes que había en el resto del mundo”.
Otra vez en diciembre, pero del año 2010, el general Videla fue condenado a cadena perpetua, esa segunda vez por el asesinato de 31 presos en la ciudad de Córdoba y quedó a la espera de otros procesos en tribunales de diferentes ciudades del país, en una serie de juicios que se prolongarían hasta su muerte que ocurrió en prisión, y esto fue posible porque en 2006 la Corte Suprema declaró inconstitucional la amnistía que Menem había otorgado en 1990. El encuentro de Caparrós con Videla ejercitándose entre los árboles se dio en 1991, apenas unos meses después del indulto.
En diferentes lugares y en su selección Lacrónica Martín Caparrós define el género como un texto periodístico que se ocupa de lo que no es noticia, un buen ejemplo de ese propósito es su libro El interior con el que Caparrós abandona Buenos Aires, la capital y Ciudad Autónoma, para recorrer los caminos de las veintitrés provincias argentinas. El interior está formado por más de cincuenta crónicas que llevan el nombre de lugares y caminos de todas las provincias. Los paisajes que se presentan en El interior pocas veces son material para una postal, y ninguna de las historias que Martín Caparrós fabula son un tema para la primera plana, aunque cada conversación y cada relato sea importante para sus protagonistas.
En sus talleres Caparrós repite que la crónica se rebela contra las decisiones de lo que se supone importante y lo que se supone de interés general, esta rebelión se manifiesta cuando sus autores deciden mostrar las vidas de todos, de cualquiera, y presentar eso que también podría pasarle a un lector de crónicas, así que en el pequeño ensayo con el que presenta Videla boca abajo Martín Caparrós decide preguntarse si no se está contradiciendo al escoger a un personaje que es parte de tantas noticias. Incluso, en su reflexión sobre la crónica como un texto periodístico de lo que no es noticia, Caparrós cita algún manual de periodismo: “La noticia es el relato de un acontecimiento de actualidad que suscita el interés del público. El periodista tiene la responsabilidad de relatar con la mayor objetividad y veracidad posible cómo se han producido esos acontecimientos o hechos” (2016:53). En el desarrollo de esta reflexión Caparrós cuestiona la palabra objetividad y reivindica la declarada subjetividad del cronista siempre y cuando se acompañe por hechos y por voces ajenas a la del autor; Caparrós también critica otra condición de los manuales periodísticos: la de que la noticia sea algo que depende del “interés del público”, en su ataque a ese argumento Caparrós se pregunta qué le interesa al público y presenta una lista rápida tomada de Internet que incluye “modelos porno sin maquillaje”, “Las 10 bodas más caras del mundo” y “La XBoxOne pierde el pulso con la PlayStation One” (2016:52). Las listas de los contenidos más populares en Internet que presenta Caparrós, como las mediciones de audiencia televisiva que eran tan importantes hace unos años, o las listas de los videos más vistos en plataformas de Internet muestran cuáles son los intereses del público y lo escaso que en ellos está una reflexión sobre la memoria histórica o la presencia de bienes culturales con complejidad narrativa o estética, para mencionar solo dos ausencias. Ante esta situación Martín Caparrós hace una afirmación que abarca no solo a la crónica sino a cualquier forma de periodismo: “periodismo es, cada vez más, contar las cosas que muchos no quieren saber” (2016:53), una afirmación que podría ampliarse aún más: “el público es una mala excusa para los malos escritores” (2016:53). El convicto general Videla, bajo cuyo gobierno desaparecieron 300.000 personas corría en 1991 tres mañanas por semana a la vista de todos, y era como si no pasara nada. A la pregunta que el mismo Caparrós se plantea en Lacrónica sobre si traicionó su idea de lo que la crónica es al escribir sobre alguien tan “noticioso” como Videla la respuesta está en las páginas de Videla boca abajo y en otras reflexiones de su selección: no, no hay traición posible al principio político de la crónica cuando se habla de algo que la mayoría prefiere ignorar, todo lo contrario.
Las reflexiones de Martín Caparrós en Lacrónica vienen acompañadas por menciones a muchos autores admirables: Rodolfo Walsh, Gabriel García Márquez, Tomás Eloy Martínez, Carlos Monsivais, Elena Poniatowska, Ryszard Kapuściński, Truman Capote, Norman Mailer, Tom Wolfe o Gay Talese. De los cronistas de los Estados Unidos de América, de los escritores de lo que en esa parte de América se llama el nuevo periodismo, Martín Caparrós hace una anotación importante, y es la de que esos maestros usaron, sobre todo, las formas de ciertos subgéneros gringos: “la novela negra y la novela social de los años 30: mucha acción, mucho diálogo, palabras corrientes, frases cortas y ambientes oscuros. Aunque, por supuesto, cada uno le agregará su toque personal” (2016:49).
A lo largo de Lacrónica Martín Caparrós se hace preguntas sobre lo que el género es y sobre las decisiones y los recursos técnicos que son esenciales, y estos son dos ejemplos: la musicalidad que descubrió leyendo a Manuel Vincent, la importancia de darle un ritmo a la prosa, y lo básicos que son los principios:
“En el principio, siempre, está el principio. Si el cronista se vuelve cazador es, sobretodo, cazador de principios.
Suelo creer que el principio es decisivo para cualquier texto. Todo el trabajo, todo el esfuerzo que se le pueda poner a esa primera frase es poca –porque de ella depende la suerte del resto.
La primera frase es casi un trabajo publicitario, con perdón: propaganda del texto que la sigue. Concentrar en quince o veinte palabras la dosis necesaria de sorpresa, de interés, de intriga, de excitación como para que alguien se diga quiero seguir leyendo. Una crónica puede ser muy buena pero nadie lo sabrá si no conseguimos convencerlo, con ese principio, de que vale la pena ir más allá” (2016:349).
Ritmo y principio, dos de las muchas reflexiones que tiene Lacrónica.
Martín Caparrós, Juan Villoro y Tomás Eloy Martínez han ejercido la crónica y se han preguntado qué es. Juan Villoro dijo que la crónica es un ornitorrinco, un género híbrido formado por otros géneros. En “Apogeo de un género”, el prólogo que escribió Tomás Eloy Martínez para Larga distancia (1992), el autor de Santa Evita (1995) dijo:
“La crónica es, tal vez, el género central de la literatura argentina. La tradición literaria parte de una crónica magistral, el Facundo. Otros libros capitales como Una excursión a los indios ranqueles, de Mansilla; Martin Fierro, de Hernández; En viaje, de Cané; La Australia argentina, de Payró; los aguafuertes de Arlt; Historia universal de la infamia y Otras inquisiciones, de Borges; los dos volúmenes misceláneos de Cortázar (La vuelta al día… y Último round); y los documentos de Rodolfo Walsh son variaciones de un género que, como el país, es hibrido y fronterizo”.
La crónica es un género esencial el Argentina, sin que eso signifique que el género tiene un origen nacional, al contrario: la crónica nace en los caminos de frontera. La hibridez es lo que resulta esencial a la crónica. Martín Caparrós afirma en diferentes entrevistas, en talleres y en textos que el periodismo narrativo, la crónica, es un híbrido que mezcla el relato, el ensayo y la memoria, la crónica le roba a la novela, al cuento, al ensayo y a la poesía todo lo que sea necesario para contar mejor un hecho.
Jorge Carrión, un autor de diversos géneros que estuvo a cargo de la dirección de la colección Lo real de la editorial Malpaso, también subraya en sus textos el lugar fronterizo de la crónica. En su prólogo a El interior dice:
“Probablemente si extendemos el significado de la palabra «crónica» y, como hace el autor de La novela de Perón, incluimos en ella el cuento y la novela que, sin abandonar la ficción, utiliza sus formas, sus mecanismos. También la poesía puede serlo. En ese territorio ambiguo y fascinante coincidirían libros tan disímiles como Poeta en Nueva York de Federico García Lorca, Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, La tentación del fracaso de Julio Ramón Ribero o Aproximaciones a Gaudí en Capadocia de Juan Goytisolo. Y casi todos los libros de Martín Caparrós” (2013:6).
Jorge Carrión afirma que la obra Poeta en Nueva York de Federico García Lorca es una crónica, y eso es una sorpresa. En ese poemario un artista homosexual recorre las calles de Nueva York encontrando insultos, como en otros países: “Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos / gotas de sucia muerte con amargo veneno. /Contra vosotros siempre, / “Fairies” de Norteamérica, / “Pájaros” de la Habana, / “Jotos” de Méjico, / “Sarasas” de Cádiz, / “Apios” de Sevilla, / “Cancos” de Madrid, / “Floras” de Alicante, / “Adelaidas” de Portugal”. (239), en su viaje y en su libro el poeta recoge insultos pero descubre a la “Nueva York de sangre y muerte” a través de veinticinco poemas en los que también hay sudor y cuerpos desnudos, y llantos en la almohada y amores febriles, y carnes a la venta, y está Harlem y el amado Walt Whitman, y hay un final de día en Coney Island, y están los edificios en construcción y hay un cementerio judío y una “rosa de la circuncisión” a la venta. ¿Esos veinticinco poemas son una crónica sobre Nueva York? Uno de los muchos textos de Gay Talese sobre Nueva York se llama New York is a City of Things Unnoticed (1-17): “Nueva York es una ciudad de cosas que no se notan”, de cosas que pasan inadvertidas, pero también de cosas que no-son-noticia. ¿Cuáles son esas pequeñas cosas que señala Talese para hacer una crónica de Nueva York? Miles de hormigas trepando hacia lo alto del edificio Empire State, decenas de gatos durmiendo bajo carros estacionados, el número de parpadeos de los neoyorkinos por minuto o la cantidad de cerveza que beben diariamente, entre muchas otras, y con todas esas cositas, una treintena de hechos y de objetos que se enumeran en esa crónica, Gay Talese nos muestra la ciudad de Nueva York. Una de las más famosas crónicas de Talese se llama Frank Sinatra Has a Cold, y es un perfil de Sinatra publicado por primera vez en 1966. Todo empieza con una gripa. Gay Talese aborda el poder Frank Sinatra y el temor que despertaba a partir de una gripa que se revela en una reunión alrededor de una mesa de billar. ¿Y por qué no hacer el perfil de un hombre famoso desde una gripa o el “skyline” de una gran ciudad desde una hormiga? Martín Caparrós afirma: “Sé que me interesa buscar en cada hecho aquello que puede sintetizar el mundo. Ryszard Kapuściński lo llamaba la gota de agua, el prisma a través del cual se puede mirar todo” (2016:61)
Videla boca abajo se abre con el paratexto de su irónico título: “boca abajo”, esa posición en la que muchos argentinos y el cronista quisieran ver al ex dictador. Lo quieren ver boca abajo, pero en esa mañana de 1991 lo ven sano y trotando, y hay quien “lo cubre de elogios” (2016:57), y quienes no lo ven y quienes no creen que sea él, y quien da un zapatazo detrás del asesino solo para darle un susto, hay un corredor que lo vio regresar una pelota a un grupo de niños que jugaba:
“…a los pibes se les fue la pelota a la calle. Entonces lo vieron y le gritaron tío, tío, tirá la pelota. Y el tipo fue y se la tiró. Los pibes ni lo reconocieron, pero yo me quedé pensando que al final el tipo se tuvo que arrodillar para agarrar la pelota igual que yo, igual que cualquiera se tuvo que arrodillar, ¿te das cuenta?” (58-59).
Un pobre consuelo el de ese testigo, un consuelo o una paradoja más que apunta al centro de una crónica que no es solo sobre Videla o sobre Argentina, sino sobre la justicia y los poderosos en las democracias. El abogado Gil Lavedra le dijo a la Deutsche Welle que la condena del general Videla demuestra que sí, que en toda sociedad democrática todos somos iguales ante la ley, pero lo que señala la crónica de Martín Caparrós es que eso no es cierto, y con esa terrible afirmación ilumina una gota de agua en el océano de las injusticias.
En la tercera década del siglo XXI los lectores sabemos que el final de la historia de Videla no es el final de la crónica con Caparrós gritándole “Asesino” aunque Caparrós supiera que ese grito no cambiaba nada, al final de la historia la amnistía se declaró inconstitucional, Jorge Rafael Videla volvió a ser condenado y murió en una cárcel, pero eso no lo dice la crónica, eso no había sucedido cuando Videla boca abajo se publicó, y aunque la muerte en prisión ya se hubiera dado quizá también hubiera sido un dato prescindible para los propósitos del cronista, así como tampoco era necesario precisar en qué parte de la Costanera se ejercitaba Videla: una crónica muestra un ángulo de la realidad pero no tiene que mostrar todos los ángulos posibles, desde su frontera el cronista escoge un punto de vista y un hecho, ilumina una gota de agua en la que se puede ver el mar, así como el fotógrafo escoge un encuadre y con una sola foto puede mostrar el horror de todas las guerras.
*Julián David Correa
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REFERENCIAS
– Caparrós, Martín. Lacrónica. Bogotá: Ed. Planeta, 2016. Impreso.
– Caparrós, Martín. El interior. Barcelona: Malpaso Ediciones, 2013. Impreso.
– Deutsche Welle: Argentina: 30 años de una sentencia histórica. Berlín. 9.12.2015. Digital.
– El País: El dictador argentino Videla, condenado a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad. Madrid. 22.12.2010. Digital.
– García Lorca, Federico. Poeta en Nueva York. Tierra y luna. Edición crítica de Eutimio Martín. Barcelona: Editorial Ariel, 1981. Impreso.
– Talese, Gay. The Gay Talese Reader. Portraits & Encounters. Nueva York: Ed. Walker & Company. 2003. Impreso.
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