Utopías de papel: publicar sobre cine en Colombia

Utopías de papel: publicar sobre cine en Colombia

PANEL

UTOPIAS DE PAPEL: PUBLICAR SOBRE CINE EN COLOMBIA (*1)

 

PARTICIPANTES: Andrés Murillo, director revista Kinetoscopio; Sandro Romero Rey, dramaturgo, autor de narrativa y crítica de cine y música, autor del libro “Memorias de una cinefilia”, entre otros títulos; Pedro Adrián Zuluaga, crítico y jefe de programación del Festival Internacional de Cine de Cartagena, ex director de la Revista Kinetoscopio.

MODERA: Julián David Correa, director de la Cinemateca Distrital de Bogotá, escritor, crítico y realizador audiovisual, creador y editor de varias colecciones de cine y literatura.

Julián David Correa: El ejercicio de la crítica no existe en el vacío. La crítica tiene soportes: libros y revistas, y lo que se publica en Internet que también incluye audios y videos, y no sólo textos. Como nuestro auditorio está compuesto por generaciones tan diferentes, queremos empezar con Pedro Adrián Zuluaga dando un repaso a historia de las publicaciones de cine en Colombia. Andrés Murillo nos compartirá su labor al frente de la revista “Kinetoscopio” y Sandro Romero, quien tiene un largo recorrido que ha pasado por las revistas “Ojo al cine”, “Caligari” y por sus propios libros, nos hablará de esas experiencias. Yo presentaré las publicaciones de la Cinemateca Distrital. En relación con el tema de hoy, de entre todas las publicaciones de la Cinemateca quiero recomendarles una que estamos presentando en este FICCI: el Cuaderno de cine colombiano N. 22: “Publicaciones sobre cine en Colombia”, que pueden recoger aquí o descargar gratuitamente en PDF de la página de la Cinemateca: www.cinematecadistrital.gov.co

Pedro A. Zuluaga: Quisiera hacer un breve repaso histórico que trata de ubicar el sentido que ha tenido esta aventura de publicar sobre cine y cultura en Colombia. Se puede hacer un recorrido desde los años cincuentas hasta ahora, de casi siete décadas que es también el trayecto de las ideas modernas en Colombia, la historia de la dificultad que aquí tenemos para aceptar ciertos debates. Nuestro país en los años cincuentas, por ejemplo, estuvo enfrascado en polaridades como las que se daban entre un centro poderoso, y unas periferias que se reorganizaban y que tenían mucho más dinamismo.

Creo que una referencia clara es la revista “Mito”, y quisiera empezar por ahí porque fue la primera revista que introdujo el cine en la cultura nacional. En el momento en que el cine era un medio determinado por variables económicas y las realidades del país, y no se había consolidado ni una industria, ni una discusión sobre el cine. “Mito” es la primera revista colombiana en la que se empieza a hablar de cine con una vocación moderna y critica, a través de gente como Jorge Gaitán Durán o Hernando Valencia Goelkel, quienes entendieron lo que significaba el cine para los colombianos. “Mito” surge en unas condiciones muy paradójicas, en un país de dictaduras, la de Rojas Pinilla. La revista “Mito” surge para remover el ambiente intelectual.

La historia cultural colombiana ha sido relativamente injusta con la dimensión de esta publicación, y con el papel que tuvo el cine en “Mito”, y con lo pioneros que sus fundadores fueron con este tema. Los colaboradores y fundadores de “Mito” introdujeron las ideas modernas en Colombia, pelearon contra la dictadura, se opusieron a la censura, hablaron de erotismo, tradujeron autores y estuvieron atentos a la difusión de las ideas de pensadores europeos, del existencialismo y otras corriente filosóficas. Lo que me interesa rescatar de esa revista es que en ella el cine tiene un primer lugar, un lugar importante en el diálogo cultural de ese momento. Los artículos que publicó Jorge Gaitán Durán sobre La Strada e Hiroshima Mon Amour son emblemáticos de una nueva forma de entender la crítica.

Julián David Correa: La revista “Mito” es fundamental en la historia de la crítica y de las artes en Colombia. Se editaron 42 números entre 1955 y 1962. (*2)

Pedro A. Zuluaga: Sí. “Mito” es una revista que no sobrevive, que de alguna forma no puede sobrellevar la tragedia de quienes estaban detrás: la muerte muy temprana de Jorge Gaitán Durán y de Eduardo Cote Lamus, pero tras esa publicación se fundaron otras revistas: “Cine(mes)” y “Guiones” en los años sesentas, “Ojo al cine” y “Cuadro” en los años setentas, la revista “Cinemateca” en tres épocas distintas, la revista “Caligari” que hizo Sandro Romero y de la cual se publicó un solo número, y la revista “Kinetoscopio”, por supuesto. Cada una de estas revistas responde al guión de la época, pero al mismo tiempo se revelan contra ese guión.

“Guiones” y “Cine(mes)”, las revistas de los años sesentas son muy políticas y acompañan una discusión de lo político en el cine que atraviesa dos décadas. La discusión de la crítica orbita alrededor de preguntas sobre lo que debe ser el cine colombiano (temas, formatos y maneras de circulación). Eran revistas curiosas que buscaban profundidad y al mismo tiempo incluían ganchos al público: mujeres en portada que atrajeran a lectores incautos. Hoy por hoy esas revistas son verdaderos tesoros para entender la época, ese primer germen de lo que sería un cine colombiano moderno: las primeras películas de Arzuaga, los documentales de Gabriela Samper, y los de Martha Rodríguez con Jorge Silva.

De “Ojo al cine”, Sandro podrá hablar mejor. Es una revista muy singular y llama la atención que apenas con cuatro números (y su quinto número que se quedo sin publicar), haya sido tan importante para definir los debates y los enfoque en ese momento del cine en Colombia.

“Cuadro” es una revista muy con el guión de su época, una revista que de alguna manera hereda los años sesentas y el compromiso político, el debate y la discusión desde la izquierda, una revista hecha en Medellín.

Es interesante considerar que las publicaciones de cine han sido con frecuencia iniciativas regionales que han roto la centralidad habitual en el país, eso han sido las revistas “Ojo al cine”, “Cuadro”, “Kinetoscopio”, “Viceversa” y “Vista al Sur”.

“Kinetoscopio”, para hablar de una revista reciente, es una publicación donde también entra en juego nuestro guión personal, nuestra biografía: la de Julián David, la de Andrés y la mía. Es otro momento para las revistas, el momento del desencanto. Estamos en una época nueva con revistas como “Kinetoscopio” y “Cinemateca”, en donde escribimos de otra manera y en donde el sentido de los grupos se pierde.

Durante mi época como director y colaborador cercano de “Kinetoscopio” me impresionó cómo esa revista donde los escritores en su mayor parte vivían fuera de la ciudad, era una revista de alguna manera muy fría, institucional, no era el producto de una aventura grupal de amigos. Eran otras las condiciones. “Kinetoscopio” tenía muchos colaboradores, y ni siquiera nos conocíamos entre nosotros, la comunicación se daba por correo electrónico, se notaba que era una revista que ya no tenía el espíritu de los sesentas y setentas. Ese sentimiento de manifiesto, esa idea de hacer declaraciones políticas, de suscribir ideas. Claro que se hacían preguntas y debates, pero no se sentía que estuvieran articulados a un programa colectivo, como el que tenían “Ojo al cine”, “Cuadro” o “Guiones”.

El perfil de quienes escribían para “Kinetoscopio” también era diferente: se trataba personas con formación universitaria, y con un horizonte político que no era excluyente, que se mezclaba con otras influencias y otros intereses.

Andrés Murillo: En mi caso, he heredado dos tradiciones: la de “Kinetoscopio” y la del cineclubismo en Medellín. La revista se creó para conectar el público de los cine clubes y de las salas de cine del Centro Colombo Americano, un público que estaba ávido de información y de reflexiones alrededor del cine, no solo sobre las películas en cartelera, sino sobre lo que sucedía en festivales internacionales.

Julián David Correa: Los cuatro primeros números de Kinetoscopio se publicaron en 1990, y entre sus fundadores estaban los recordados Luis Alberto Álvarez, Juan Guillermo López y Paul Bardwell. (*3)

Andrés Murillo: Sí, y con ellos hubo un grupo muy amplio de colaboradores que se embarcan en la aventura de crear los primeros números de la revista. Luego, la publicación se formaliza y se estandariza, y vienen nuevos colaboradores, y se plantean nuevos puntos de vista con los cuales se construyen las historias de un mundo cinematográfico que había sido lejano, pero que se acercó gracias a las nuevas tecnologías y a la Internet.

Lo que me ha correspondido a mí es repensar el rol y la función de la revisa. Si toda la información está disponible, ¿cuál debe ser nuestra mirada? Debemos trascender, seguir en la postura crítica de un pensamiento especializado, y a la vez construir puentes con un público desprevenido y con las nuevas generaciones. También debemos continuar ofreciendo espacios para el cine colombiano, sobre todo en esta última década donde ha habido tantos cambios. Nuestra revista siempre ha mantenido la bandera de pensar el cine colombiano, para el cual hubo una siempre una sección, incluso en los años noventas en los que se produjo tan poco. Tras la Ley de Cine, hemos querido reflejar lo que estaba sucediendo en Colombia de manera paralela con los procesos del cine latinoamericano.

Nos alegra mucho ver como estos 26 años de trabajo convierten a “Kinetoscopio” en un espacio de consulta, sobre todo para nuevas generaciones que pueden encontrar información y reflexiones sobre los procesos de nuestro cine. Lo mejor de nuestra propuesta es que la revista no es inmediatista, no se ocupa de la noticia o la farándula del momento, ni siquiera las películas del momento, si no que trasciende y se convierte en referencia, y ese es el punto fuerte que se debe mantener en estas publicaciones: la construcción de memoria. En una realidad en la que se publica poco y hay una alta mortandad de las publicaciones, la memoria del cine se va perdiendo.

Julián David Correa: La experiencia de la revista “Ojo al cine” que el Grupo de Cali publicó entre 1974 y 1976 es única en Colombia porque combinó el cineclubismo con la crítica y la creación. Al respecto hay una frase de Luis Ospina, uno de los fundadores de “Ojo al cine”: “Filmamos ‘Agarrando pueblo’ como una forma de hacer crítica del cine en el cine”. Ese documental experimental es sin duda uno de los resultados de las reflexiones que se encuentran en la revista. Sandro, cuéntanos sobre esa experiencia y sobre tus propios libros.

Sandro Romero: En la actualidad es difícil conseguir “Ojo al cine”. A mis alumnos les recomiendo que lean “Ojo al cine”, pero resulta que era una revista que se hacía artesanalmente y hoy por hoy, es una revista de culto. Me parece que es una revista cuyo espíritu desapareció con la muerte de Andrés Caicedo, aunque yo intenté recoger ese espíritu después de su suicidio, e hice la revista “Cagliari” con Fernando Borrero, quien era el director del cine club Ciudad Solar, pero de “Caligari” sólo hicimos un número. En esa época Ramiro Arbeláez me entregó el material de “Ojo al cine” número seis. Los artículos de Andrés Caicedo eran tendenciosos, y me pregunto qué hubiera pasado con Andrés en esta época, en un momento tan importante y tan serio y tan extraño como el que estamos viviendo.

Julián David Correa: Sandro, en tu caso se presenta un fenómeno muy interesante: has venido construyendo a través de diversas publicaciones y de la recopilación de textos de Andrés Caicedo, una historia sobre nuestro cine, cuéntanos un poco de tus propios libros.

Sandro Romero: Los libros desaparecen rapidísimo y en general la memoria es corta: a mí todavía me llaman estudiantes para preguntar quién era Andrés Caicedo y por qué se suicidó. Yo publiqué un libro que se llama “Andrés Caicedo, La muerte sin sosiego”, y mientras estábamos armando el libro, Luis Ospina hizo su documental Todo comenzó por el fin. Para “Andrés Caicedo, La muerte sin sosiego”, escribí un par de textos que buscaban actualizarlo, pero es un libro que llevo armando desde hace mucho tiempo, desde 1985 con Luis.

Julián David Correa: Con tus libros pasa un poco como con el documental Todo comenzó por el fin: es un recorrido sobre el cine colombiano y sobre la vida de quienes hicieron parte del Grupo de Cali.

En relación con la organización que dirijo en este momento, la Cinemateca Distrital y sus publicaciones, quisiera presentar una mirada rápida para que podamos tener una conversación con los asistentes a este panel. La Cinemateca Distrital es una institución pública, es parte del sistema de cultura de la Alcaldía Mayor de Bogotá. Lo primero que hay que tener en cuenta es que la Cinemateca no es una sala de cine. La Cinemateca de Bogotá desarrolla nueve estrategias que se derivan de cuatro pilares: la exhibición y circulación, la preservación del patrimonio, las investigaciones y publicaciones (en libros, video e internet), y la formación de públicos y realizadores. La Cinemateca se fundó en 1971, y desde sus comienzos comenzó a publicar, un poco a la manera de lo que paso con el nacimiento de “Kinetoscopio”: los primeros impresos fueron los plegables con información sobre la programación. (*4)

En 1973, la Cinemateca hizo una retrospectiva de cine colombiano. Esa retrospectiva incluyó un ejercicio modesto: hacer un catálogo que recogiera sinopsis y fichas técnicas, con lo cual se editó la primera publicación importante de la Cinemateca. Con la Cinemateca y su política editorial, se han dado todo tipo de situaciones que dependen siempre de quien dirija la institución, pero a lo largo de estas cuatro décadas ha habido títulos relevantes como el libro “Crónicas de cine” de Hernando Valencia Goelkel en 1974, por ejemplo, y publicaciones seriadas como la revista “Cinemateca” (que se empezó a editar en 1977, año del suicidio de Andrés Caicedo). En los años ochentas la Cinemateca editó tres números de la revista “Cinemateca” y publicó “Súper 8”, una revista muy interesante porque era una expresión de lo que se hacía en el cine alternativo. También en la década de los ochentas nacieron los “Cuadernos de cine colombiano”, de los que se imprimieron 25 números que le hacían un homenaje a los “Cahiers du Cinéma” y a los creadores del cine colombiano. Esa publicación desapareció, pero en el año 2001 con ese mismo nombre creamos una nueva colección: los “Cuadernos de cine colombiano – Nueva época”, una serie de publicaciones polifónicas, sin homenajes, con abordajes críticos y rigor historiográfico, una memoria crítica del cine colombiano. Hoy esa es la colección insignia de la Cinemateca. (*5)

En la actualidad publicamos siete títulos al año entre libros y videos. La Cinemateca tiene tres colecciones en papel: los “Cuadernos”, las “Becas” (investigaciones sobre cine colombiano, financiadas por la Cinemateca a través de convocatorias públicas), y los “Catálogos razonados” (información y contexto sobre muestras que consideramos importantes como el Ciclo Rosa, la CICLA, Artes Mediales y Daupará). Hemos optado por crear colecciones que contribuyen a la formación de públicos y lectores, pero eventualmente imprimimos títulos extraordinarios como “Nueva Cinemateca de Bogotá”, que editamos el año pasado. Además de publicar en papel, también publicamos en video: las colecciones “Cinemateca rodante” y “Videoteca local”, además de emprendimientos conjuntos con la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano y Proimágenes como: “Colección 40/25”, “Dunav Kuzmanich”, “Movimientos sociales” y “Los Acevedo”, entre otras. También consideramos que el Internet es una herramienta fundamental: nuestra página es una publicación que representa lo que antes eran los plegables de programación, pero que va mucho más allá: incluye PDF para descarga gratuita de todos los libros mencionados, acceso al catálogo de nuestra mediateca, audios y videos, un par de títulos multimediales e hipertextuales, y a partir del próximo año incluirá cursos y documentos para formación en línea.

Quienes hoy formamos parte del equipo de la Cinemateca no queremos construir historias oficiales, lo que buscamos con nuestras publicaciones es la generación de un pensamiento crítico alrededor del cine nacional, nos interesa construir memoria alrededor de nuestro patrimonio y nos interesa la creación de nuevos patrimonios. Esta dirección de la Cinemateca cree en un cine que es escritura con imágenes en movimiento (imágenes para la gran pantalla, sí, pero también para otras pantallas). La Cinemateca es un lugar en donde creemos en el valor de lo polifónico: el cine colombiano lo estamos construyendo entre todos.

Esas serían para mí serían conclusiones y un ideario desde la realidad actual de la Cinemateca. Pedro Adrián, Andrés y Sandro, ¿algunas conclusiones?

Pedro Adrián Zuluaga: Las cosas se van hilando: esa retrospectiva colombiana que menciona Julián David es fundamental. En un artículo que se publica en el primer “Ojo al Cine” (Balance crítico del cine colombiano de Ramiro Arbeláez y Carlos Mayolo), lo que se demuestra es que sin cinematecas, sin acceso a los archivos y a las películas, sin eso no se puede construir una historia. Muchas de estas publicaciones: “Kinetoscopio”, “Ojo al cine” y la revista “Cuadro”, por ejemplo, surgen de la mano de proyectos de circulación de contenidos. Hay una tradición de la escritura sobre el cine en Colombia que es independiente y autónoma, y que también tiene sus miserias, pero que es inseparable de la historia del cine colombiano.

Publicar sobre cine en Colombia es ser testigos de esta aventura, es enfrentarse a esta aventura, a veces de manera incomoda, a veces suscitando las pasiones o el odio: a los críticos nos insultan y, como decía Luis Ospina, duramos menos que las películas. Es una labor un poco heroica esto de escribir.

Andrés Murillo: Nuestras publicaciones están haciendo una cosa importante: están transformando el público colombiano. Los que hacemos publicaciones, programas de radio y sitios web, todos estamos formando público.

Sandro Romero: Partiendo del título de este foro: “La utopía”, esa es la capacidad de batallar contra las adversidades, y muestra que si bien hay publicaciones de algunos pocos números, siempre llegan nuevos proyectos y nuevos intereses como una constante invitación. Hoy se dice que el mundo del papel está en crisis y eso puede ser cierto, pero de lo que se trata nuestro trabajo es de rescatar el aspecto cultural de la labor editorial, e incluso ir más allá de eso: se trata de aportar a la diversidad de medios, y de seguir fomentando el constante intercambio de opiniones, ese intercambio que es una pasión para todos nosotros.

(*1) Panel realizado en el año 2016 durante el 56o FICCI, texto publicado en 2017 por el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, dentro de las Memorias del 56o. FICCI. (*2) Se puede encontrar más información sobre la Revista Mito en GeografíaVirtual:http://geografiavirtual.com/2014/09/revista-mito-1955-1962/ y http://geografiavirtual.com/2014/10/la-revista-mito-el-cine/. (*3) Se pueden encontrar artículos editados en la Revista Kinetoscopio y más información sobre la historia de esta publicación en GeografíaVirtual: http://geografiavirtual.com/2015/11/fundadoreskineto/  , entre otras entradas. (*4) Un artículo extenso sobre las publicaciones de la Cinemateca Distrital se puede encontrar en GeografíaVirtual: http://geografiavirtual.com/2015/11/publicaciones-cinemateca-colombia/(*5) Se pueden encontrar artículos editados en los Cuadernos de Cine Colombiano – Nueva época y más información sobre esta publicación en GeografíaVirtual: http://geografiavirtual.com/2016/03/primer-cuaderno/ y http://geografiavirtual.com/2016/08/victor-gaviria-cine-colombiano/, entre otras entradas.

 

Imágenes: (1) Algunos invitados al 56o. FICCI. (2) Fotografía de la exposición que sobre la Revista Mito realizó la Biblioteca Nacional de Colombia en el año 2014. (3) Portada de la Revista Kinetoscopio No. 37 que incluye un dossier dedicado a Luis Alberto Álvarez, uno de sus fundadores que falleció en el año de la edición de ese número: 1996. (4) Portada del primer número de la Revista Ojo al Cine, publicado en 1974. (5) Portada del primer número de los Cuadernos de Cine Colombiano – Nueva época, publicado en 2001. (6) Imagen del 56o. FICCI, realizado en 2016.

 

 

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