Jonas Mekas: En defensa de la perversión

Jonas Mekas: En defensa de la perversión

Mekas tenía 96 años pero este, su último viaje, me sorprendió. Jonas Mekas sufrió tanto, y esquivó tanto la muerte como el Jonás de los libros de judíos y cristianos, aunque él nunca se comparó con ese personaje, sino con Ulises, el trágico héroe de un mundo politeísta. Mekas nació en Lituania en 1922, y en la Segunda Guerra Mundial los nazis y sus aliados lo internaron con toda su familia en un campo de exterminio del que logró escapar con su hermano. Nadie más sobrevivió. En Nueva York, Jonas Mekas y su hermano Adolfas continuaron el camino de gestores culturales que habían iniciado cuando crearon un pequeño teatro: Jonas Mekas es uno de los padres del New American Cinema y es un representante destacado de la contracultura de los Estados Unidos (de esa contracultura que fueron múltiples formas de concebir la sociedad, y nuevas maneras de expresarse a través del arte). Mekas fue amigo de John Lennon, Andy Warhol, de la Generación Beat, de Susan Sontag y los fundadores del Living Theatre, entre muchos otros, Jonas Mekas es uno de los grandes cineastas experimentales de la historia y fundó varias plataformas para la creación, el pensamiento y la memoria: The Film-Makers’ Cooperative, las revistas Film Culture y Village Voice, y los Anthology Film Archives.

“Nadie sabe qué es el arte, dónde empieza y termina el arte, aunque podemos hablar de la historia del cine y ver una y otra vez los clásicos. No puedo hablar de arte, no sé nada del arte… Yo solo he tratado de captar con mi cámara el presente, la realidad que me rodea y eso no tiene nada que ver con arte, absolutamente nada que ver con arte… La belleza es otro tema complicado: ¿qué es la belleza? Estar en compañía de amigos y pasar una buena tarde es bello”.

Eso dijo Mekas, ese gran artista.

Jonas Mekas, exilado y desposeído de su historia, se pasó la vida componiendo un largo diario de viaje a través de sus filmes y de la escritura para revistas, libros y cuadernos en los que tomaba notas sin parar. En 2015, la editorial alemana Spector Books publicó una selección de esos textos que contó con la participación del autor, este libro se llama “Scrapbook of the Sixties. Writings 1954-2010”, que en Castellano publicó la editorial Caja Negra de Buenos Aires con el título “Cuaderno de los sesenta. Escritos 1958-2010”.

El 21 de noviembre de 1958, Jonas Mekas escribió “En defensa de la perversión”, unos párrafos que anotó en su diario y que alguien podría tomar por un manifiesto, si no fuera porque Mekas nunca buscó el ruido de las masas ni los discursos políticos. Jonas Mekas fue un pensador, un poeta, un crítico cultural, un escritor, un creador audiovisual, y ante todo fue un hombre que no creyó en dogmas, un hombre que supo de la fragilidad y futilidad de las empresas humanas.

En Geografía Virtual publicamos “En defensa de la perversión” y un fragmento de Walden (1969), uno de sus filmes. Las palabras de Mekas, como su cine, iluminan.

 

EN DEFENSA DE LA PERVERSIÓN

Jonas Mekas*

En una sociedad bastarda, estandarizada, conformista y enferma, la perversión es una fuerza de liberación. Los profesores, guardianes de la Moral, la consideran horrible y degradante, pero es una gota del Espíritu Santo, un rayo de salvación.

Hay que dar en la tecla. Llegó el momento en que la sabiduría silenciosa y la verdad actúan a través de la anarquía, la exageración y la negación. Cuando el inconsciente, en protesta orgánica contra las tendencias deshumanizantes, germina, estalla y escupe su veneno.

Los Jóvenes Iracundos no son necesarios por presentar una nueva filosofía. No, serán otros quienes la creen en su debido momento. Su función es destruir. Están aquí contra su voluntad, para acabar con la rancia vanidad de su tiempo. Son el inconsciente de su (nuestra) época.

La Generación Beat e Iracunda es una forma de protesta. No todos los que forman parte de esta generación están enojados o derrotados. Las generaciones reciben sus nombres a partir de unas pocas personas que expresan el ánimo colectivo del modo más evidente. El inconsciente total de su generación los impulsa a pronunciarse, a gritar, a reclamar, a revelar sus verdades, sospechas, esperanzas, soledades, advertencias y profecías. Son las verdaderas voces de sus generaciones. Son voces sensibles. Son perversas, no son normales. La normalidad es conformista, su principal preocupación es el dinero, está muerta, moldeada por Dwight y Mamie Eisenhower; está asociada a la modernización, a Harper’s Bazaar, no huele a nada. Ser beat hoy es ser anormal, es ir contra la normalidad y el conformismo, ser inmoral, ser perverso.

Hasta la perversión sexual es hoy en día una forma de protesta ineficaz contra la moral y la insensibilidad burguesas. Aun así, es preferible un pervertido a un empresario. El pervertido es alguien inocente, que grita y atenta contra sí mismo, no contra los demás.

Cuando la sociedad se vuelva inhabitable, los valientes morirán. Los inocentes saltarán por la ventana, se cortarán sus inocentes venas, se bañaran en su inocente sangre, se perderán en sueños de hojas de marihuana. Los insensibles sobrevivirán y serán los nuevos Mamies, serán vendedores, piratas atómicos, profesores; serán como Dulles o Wouks.

Escuchen esas canciones, en la radio, en las rocolas; canciones baratas, canciones verdaderas. Las canciones populares norteamericanas son la cosa más triste que hay en los Estados Unidos, o quizás en el mundo. Presten atención a su tristeza sagrada. Ninguna otra canción grande y fuerte produjo canciones de tal tristeza: siempre provenían de naciones pequeñas y pisoteadas, pobres, golpeadas por la guerra y el hambre. Ahora esto sucede en los Estados Unidos. Es una tristeza angustiante, una tristeza suicida, sin amor. Escuchen jazz, esa especie de grito silencioso y triste, que se emite a escondidas, para uno mismo, en algún lugar muy profundo. Observen las pinturas de De Kooning. Ahí encontrarán la misma tristeza suicida, el mismo grito: él pinta desde el corazón y con el corazón de su generación. Los empresarios no se dan cuenta de que esas canciones, el jazz y De Kooning también son perversos, que desenmascaran las sonrisas muertas del Reader’s Digest de Peale. El arte popular y el arte moderno cantan la verdad, al igual que todo aquello que es perverso hoy en día.

¿No será acaso que las Mamies y los Eisenhower, que los vendedores y los materialistas, los Wouks y los profesores, son los verdaderos pervertidos? ¿No son ellos los que atentan contra la verdad de la vida, del amor y de la muerte? ¿No son ellos los que ensucian su vejez con modas de Mademoiselle y, angustiados, se marchitan sin disfrutar? ¿No son ellos los que convirtieron el amor en un asunto de citas y parejas? ¿Los que hicieron de la vida un negocio? ¿No es esa la verdadera perversión de nuestros tiempos? ¿No somos nosotros los seres sagrados?

¿No es Elvis Presley una especie de santo, al demostrar lo absurda que era la generación de sus padres mediante la exageración de sus ideales, comprando dos, tres, cuatro coches? Los ideales y verdades de nuestros padres se vuelven falsos y mentirosos cuando se les echa luz: no son más que un vómito podrido, maligno y amarillento.

Si sirve para destronar a la falsedad y a la podredumbre, para acabar con la moral y con este estilo de vida repulsivo, seamos, pues, iracundos, seamos xxx beat, seamos perversos. Hoy en día es más honesto estar confundido que estar seguro (mientras sea tiempo de destronar). Es más honesto destruir que construir (no existe aún un espacio limpio sobre el cual hacerlo). Es más honesto ser un delincuente (juvenil) que aprender y aceptar un modo de vida basado en la mentira, el vómito y la basura.

Sagrados son los pensamientos y hechos delictivos, la insubordinación; la falta de respeto y el odio hacia su estilo de vida, sus filosofías, hacia toda forma de trabajo (que perpetúa la basura); sagrados son el beat y el Zen, la ira y la perversión.

Permitámonos, pues, negar y destruir; quizá así algunos de nosotros podamos reencontrar y preservar (hasta que vuelvan a ser necesarias) la verdad de la vida, la espontaneidad, la alegría, la libertad, el júbilo, el alma, el cielo y el infierno. Liberémonos en nombre de la perversión, convirtámonos en James Dean y Presley y Parkers y Osbornes, De Koonings, Kerouacs, Bernard Shaws, Millers, Genets, Villons, Rimbauds… Aprendamos la dinámica de la sagrada perversión, no seamos basura en la normalidad del siglo XX.

Así escupo sobre a generación que me produjo, y es el escupitajo más sagrado de mi generación.

 

 

Jonas Mekas – Walden (Excerpt) from Re:Voir Video on Vimeo.

 

* “En defensa de la perversión” es un texto que permaneció inédito hasta la publicación de la selección de textos de la editorial Spector. Esta versión está tomada de: “Cuaderno de los sesenta. Escritos 1958-2010.” Ed. Caja Negra. Buenos Aires, 2017.

 

 

 

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