La televisión colombiana cumple 70 años en el 2024. Este pequeño cuento (¿o crónica?) trata sobre la importancia de esa cajita. Este texto será publicado por la editorial Planeta en un libro que escribo sobre la gestión cultural en Colombia.
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LA TELE
Por:
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En el colegio encuentro un libro de historia que dice: “Los españoles se llevaron el oro, pero nos dejaron la religión y el idioma”. Releo y no entiendo la frase: “Nos dejaron la religión y el idioma”, y se llevaron el oro. Eso me parece un mal negocio: aquí había montones de idiomas y religiones antes de que llegaran los europeos con sus espadas y sus cruces. Cuando salgo del colegio me voy directo a la casa. Cuando voy a hacer tareas donde los compañeros siempre hay alguien que me lleva y me recoge. Medellín es muy bonita pero da miedo. Cuando estaba en primaria las amigas de mi mamá hablaban con mucho susto de los gamines que andaban por las calles robando aretas aunque se las llevaran con un pedazo de oreja. Yo era muy pequeño cuando vi en el periódico unas fotos de esas orejas rotas, unas orejas que daban pesadillas pero esos eran los buenos tiempos, una década después las calles se pusieron peor. Algunas familias se fueron y nunca he visto turistas en Medellín, los de mi casa ya no quieren pasear por Colombia. La ciudad está cada vez más ruidosa, y las noticias son cada vez peores. En mi casa hay muchos libros y está la tele, los libros y la tele siempre me mostraron tierras lejanas, pero una noche las calles de Medellín aparecieron en la pantalla, después del noticiero, en los «Mediometrajes para televisión». La película se llama «Los habitantes de la noche» y sí, es Medellín de noche, y es el programa de radio que todo el mundo escucha, y los protagonistas son esos muchachos que están por todos lados pero que no son gamines, son pelaos que tienen unas vidas más rápidas y difíciles que la mía, y a los que es mejor evitar. La Colombia de «Yuruparí» también llega a la tele: pasan los silleteros cubiertos de flores que los paisas vemos desfilar todos los años, pero también hay músicos que tocan unas gaitas que no se parecen a las de las películas, y hay un lugar donde se habla palenquero, el idioma que suma todos los idiomas de los esclavos que se le escaparon a los españoles en la Colonia, y hay otro pueblo de sangre africana: Guineal, en el Chocó, donde despiden a los niños muertos con un canto que se llama Gualí. En Medellín habría que cantar gualíes todas las noches. En la tele, con la comedia «Don Chinche» escuché por primera vez un montón de acentos diferentes reunidos en un rincón de Bogotá, pero con los documentales de «Yuruparí» y con los Mediometrajes viajo hacia esos acentos y hacia las calles donde me da miedo caminar. Mi tele es mejor que un libro de historia.
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