La cerca (Rubén Mendoza, 2004)

«La cerca» (Rubén Mendoza, 2004. Colombia) from Julián David Correa on Vimeo.

 

APUNTES PARA UN ENSAYO SOBRE

LA CERCA Y LA VIOLENCIA EN EL CINE COLOMBIANO

 

El cortometraje La cerca, dirigido por Rubén Mendoza y producido por Daniel García, es uno de grandes filmes que se han hecho en Colombia sobre la violencia de los años cincuenta. Tan pronto como Rubén y Daniel me autorizaron a publicar su cortometraje en Geografía Virtual, decidí que debía escribir un texto que hiciera honor a ese trabajo. Teniendo en cuenta el tema de La cerca, me pareció que el camino más lógico era empezar por ofrecer un resumen de las representaciones que el arte colombiano ha hecho de la violencia de los cincuenta, acompañado por algunas referencias sobre ese período de la historia del país, para concluir presentando las películas colombianas de ficción que se han ocupado del fenómeno (preferí no tomar en cuenta los documentales que son muchos más y tienen otros retos narrativos). La conclusión del ensayo sería un contrapunto en el que se mostrara las características de las películas enumeradas, junto con las razones por las que La cerca es un filme tan extraordinario.

Con mi juicioso esquema en la cabeza, le di una repasada a la biblioteca buscando referencias que fueran tan serias y certeras, como bella y perturbadora es La cerca. La primera pila de libros que llevé a mi escritorio, muy pronto se convirtió en una jauría que estaba a punto de embestir: el antológico catálogo de la exposición Arte y violencia en Colombia desde 1948 (MAMBO, 1999), la primera investigación sobre el tema, que coescribió Orlando Fals Borda en 1962 (La violencia en Colombia: Estudio de un proceso social), varios libros del CINEP/PPP (incluyendo No nacimos pa´semilla, de Alonso Salazar -1990), Cine de la violencia de Isabel Sánchez (1987), Retratos de Colombia desde su cine: Miradas a la violencia, la herencia y el mito de Carlos Calle-Archila (Cinemateca Distrital, 2006) y muchos otros etcéteras. Tras una primera revisión, me di cuenta que no iba a escribir el gran ensayo que había imaginado: solo para tratar el tema de la violencia de los cincuenta y sus vínculos con las artes colombianas, requería de una labor difícil de contener: detrás de los títulos que tengo en casa, asomaron sus colmillos más y más referencias que se empezaron a acumular y a revolver por los rincones, saltando desde las artes plásticas para morder el teatro y la literatura colombiana, y reproduciéndose en el cine y en las fotos de Sady González y en las fotos de decenas de reporteros anónimos… Al final del primer día me pareció que había un rastro de sangre en mi biblioteca y que iba a tener pesadillas.

Cuando en el año 2003, el proyecto La cerca ganó el concurso de la Cinemateca Distrital y pudo empezar a convertirse en un filme, no faltaron las personas que exclamaron: “¡Otra película colombiana sobre violencia!”. La percepción que mucho del público colombiano tiene acerca de su cine, es que este se ocupa casi exclusivamente de las realidades nacionales más violentas, percepción que se aleja de la verdad. En 2011, por ejemplo, se estrenaron 17 cintas en salas comerciales: Los colores de la montaña (Carlos César Arbeláez), Todos tus muertos (Carlos Moreno), El páramo (Jaime Osorio Márquez), la animación Pequeñas voces (Jairo Carrillo y Oscar Andrade), La vida “era” en serio (Mónica Borda), Saluda al diablo de mi parte (Juan Felipe Orozco), Con amor y sin amor (David Serrano), El jefe (Jaime Escallón Buraglia), En coma (Juan David Restrepo y Henry Rivero), Karen llora en un bus (Gabriel Rojas), Cuarenta (Carlos Fernández de Soto), Lecciones para un beso (Juan Pablo Bustamante), Locos (Harold Trompetero), Silencio en El Paraíso (Colbert García)Postales colombianas (Ricardo Coral), Mamá, tómate la sopa (Mario Ribero Ferreira) y El escritor de telenovelas (Felipe Dothée). De estos 17 largometrajes de ficción, 9 (el 52.9%) eran dramas, filmes románticos o comedias, tres (el 17.6%) eran violentos ejercicios de género en donde Colombia era una excusa pero no un verdadero motivo, y solo 5 películas (el 29.4%) se ocuparon de los conflictos nacionales.

Es cierto que en Colombia todos crecimos en medio de la violencia, y que las violencias han sido tantas que un día, algún periodista o algún historiador decidió que para referirse a la violencia de los años cincuenta era necesario escribir “Violencia”, con mayúscula, para tratar con esa diferencia ortográfica de separar esa tragedia de todas las demás guerras y conflictos nacionales. La violencia es una mala bestia que desde la fundación del país se mueve de municipio en municipio y se reproduce de nombre en nombre, y nos obsesiona a todos sin que ningún artista, ni investigador pueda seguirle el rastro. Según Álvaro Medina, la representación de la violencia en las artes colombianas se inicia con cuatro artistas plásticos:

“Obregón, Ospina, Grau y Jaramillo constituyen el núcleo original de los artistas colombianos que desde entonces han plasmado el tema de la violencia, tema que novelistas y cuentistas, por la morosidad propia del oficio literario, tardarían en relatar literariamente, y que el cine y el teatro no pudieron retratar sino cuando se dieron las condiciones que lo posibilitaron”[1].

Muy pocos artistas colombianos han podido evadirse de la violencia como tema para sus obras, ni siquiera un maestro tan frívolo como Grau lo logró. En el cine nacional el filme de ficción que trata este tema, la película que se cita sin cesar y que constantemente se ve en todo tipo de pantallas es, Cóndores no entierran todos los días (Francisco Norden, 1984. Ver: http://geografiavirtual.com/cine-colombiano/)[2].

Las relaciones entre el cine y las violencias colombianas aparecen casi desde la fundación de un cine nacional (claro, como en todo el mundo: es el conflicto lo que sostiene un guión). Enrique Pulecio en su texto sobre cine y violencia en Colombia[3], inicia su recorrido con El drama del 15 de octubre (Vicente y Francisco Di Domenico, 1915), puesta en escena sobre el asesinato a hachazos del General Rafael Uribe Uribe, tras lo cual Pulecio recuerda a sus lectores que la violencia que se inicia con el asesinato de Gaitán en 1948, no es una si no tres: la violencia partidista, la violencia guerrillera que es una continuación de la anterior pero con ideales marxistas, y la violencia del narcotráfico, que se alimentó de las dos anteriores. Habría que añadir que a partir de los años ochenta se hace evidente que existe otra fuerza creada por  militares, por clases gobernantes y por algunos agroindustriales, que se sirve de todas las anteriores y que combate tanto a civiles organizados como a guerrilleros: la violencia paramilitar.

Una rápida enumeración del cine argumental sobre la violencia de los cincuenta en Colombia, tiene a Cóndores como su protagonista más destacado (por su constante presencia en la televisión colombiana, por sus logros en la puesta en escena, por la sólida novela en la que se basa y por su brillante guión escrito entre el director, Dunav Kusmanich, Antonio Montaña y Carlos José Reyes), pero las ficciones audiovisuales colombianas que tratan de representar nuestras violencias involucran muchas otras obras, entre las que se cuentan: El río de las tumbas (Julio Luzardo, 1964), la historia de un pueblo junto al río Magdalena, por el cual bajan flotando los cadáveres de la violencia; dos recreaciones de Colombia en México dirigidas por el escritor Fernando Vallejo: En la tormenta (1979) y Crónica roja (1977); el censurado largometraje Canaguaro (1978) del chileno radicado en Colombia, Dunav Kusmanich; Pisingaña (Leopoldo Pinzón, 1985); Caín (Gustavo Nieto Roa, 1984), basada en la novela de Eduardo Caballero Calderón; El potro chusmero (Luis Alfredo Sánchez, 1985), adaptación de un cuento de Mijail Sholojov; El hombre de acero (Carlos Duplat, 1986); El gallo cantó tres veces (Julio Luzardo, 1987); Ayer me echaron del pueblo (Jorge Gaitán, 1982); Aroma de muerte (Heriberto Fiorillo, 1985); La mejor de mis navajas (Carl West, 1986), basado en un cuento de Hernando Téllez; Técnicas de duelo (1988) y Águilas no cazan moscas (1994) de Sergio Cabrera; Edipo alcalde (Jorge Alí Triana, 1996), realizado con base en un guión de Gabriel García Márquez, y para concluir esta pequeña enumeración: la bella e intimista Confesión a Laura (Jaime Osorio, 1991), un filme que se desarrolla el 9 de abril de 1948, día del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. En esta primera lista se encuentran obras mediocres y de técnica imperfecta, junto con estupendos trabajos de diversas cualidades, pero en todas estas películas, tanto en las mejores como en las peores, se descubre una dolencia común: una desesperada necesidad de realismo que en La cerca se fractura.

En medio de las películas nacionales que se ocupan de la violencia, La cerca es un filme único: es verdad que se trata de un relato inspirado en la violencia de los cincuenta, pero también es una historia arquetípica que se emparenta con el mito de Edipo, y es una obra poética en donde los limites entre lo real y el delirio son tan borrosos como los nombres y las razones de la muerte. Aunque al momento de realizar este filme, Rubén Mendoza tenía algunos trabajos previos, es con este cortometraje que inicia su carrera, en la que ha sido un destacado guionista, montajista y realizador, tanto como Daniel García, su coequipero creativo, lo ha sido como productor. La cerca es el resultado de un cuidadoso trabajo de guión y de una sensible puesta en escena que resulta en una obra coherente, sólida y brillante en todos sus detalles, empezando por su ritmo y fotografía (de luces frías, cundiboyacenses), siguiendo con sus actuaciones y su acertada música. La cerca es una declaración de quienes aman la belleza pero se encuentran atrapados en la pesadilla de la violencia.

Julián David Correa.

 

Este cortometraje se publicó en la página www.geografiavirtual.com con expresa autorización de sus creadores.

Para contactar a Rubén Mendoza y Daniel García, se puede utilizar la página de la compañía Dia-fragma Fábrica de Películas:

http://www.dia-fragma.com/

Página de «La cerca» en internet

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[1] Álvaro Medina: “El arte y la violencia colombiana en la segunda mitad del siglo XX”. En : Catálogo de la exposición Arte y Violencia en Colombia desde 1948. Museo de Arte Moderno de Bogotá, 1999.

[2] Seleccionada para la Quincena de los realizadores del Festival de Cannes de 1985. Primer filme colombiano en llegar a este festival.

[3] Enrique Pulecio: “Cine y violencia en Colombia”. Op. Cit.

 

 

 

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