EL CINE: NUESTROS PATRIMONIOS EN PANTALLA*
Por:
Julián David Correa**
Francia y Colombia no están lejos. En cada biblioteca, en muchas pantallas que incluyen cada sala de cine alternativo (y algunas salas comerciales), hay puertas a Francia. Para quienes tienen curiosidad intelectual y pasión por la belleza, la relación con Francia empieza en la niñez con Verne, al que pronto acompañan otros escritores, y las imágenes inolvidables de Méliès. En la novela De la tierra a la luna (Verne, 1865) y la película Viaje a la luna (Méliès, 1902) está la certeza del valor de las artes para una nación que respeta su patrimonio y que a través de ellas mantiene su presencia en el mundo.
Francia siempre ha hecho parte del cine colombiano. En 1895 los Lumière crearon el Cinematógrafo, una misma máquina que podía registrar y proyectar imágenes en movimiento. A diferencia de Edison que un tiempo antes patentó el Kinetoscopio, una máquina tragamonedas para consumir en solitario unos segundos de movimiento, los franceses Lumière inventaron una caja que atrapaba y liberaba, y crearon la liturgia cinematográfica, el encuentro colectivo con un mismo sueño, y con eso iniciaron un lenguaje y una industria.
A la Colombia de fines del siglo XIX llegaron la máquina de los Lumière, y el Vitascopio de Edison, y en ferias y circos, y en teatros como el Municipal de Bogotá o el Borrero de Cali, empezamos a descubrir el cine. La empresa de los Lumière hacía que sus operadores capturaran imágenes de cada país donde asentaban el trípode, y así se hizo en Colombia.
Hasta la Primera Guerra Mundial que arrasó Europa los más prolíficos exportadores de cine eran Francia e Italia. De hecho, las compañías de cine más antiguas del mundo siguen siendo dos francesas: Pathé y Gaumont. Los temas, las estéticas y los géneros del cine francés fueron modelos para Colombia.
Hasta 1997 el cine colombiano siempre estuvo a punto de nacer, con la pasión de breves períodos y obras aisladas. En los años sesenta, el país y el continente se rebelaron contra ese destino que era común a muchas naciones, y afirmaron que el cine existe con base en escrituras directas, cámaras que salen a la calle y relatos sin pirotecnia. En ese redescubrimiento de lo esencial del cine, el ejemplo de la Nueva Ola Francesa fue fundamental. En 1971 se creó la Cinemateca de Bogotá, la más antigua institución del Estado que apoya el cine. Esta organización que desde hace unos años además de preservar y circular el patrimonio audiovisual, crea nuevos patrimonios, en su primera formulación se fundó siguiendo el modelo de la Cinemateca Francesa (n. 1936). Fue en París, en la Cinemateca y en las reflexiones a través de la revista Cahiers du Cinéma (n. 1951) donde se incubó la Nueva Ola. Todo gran escritor fue primero un gran lector.
El cine colombiano cambió gracias a que el país finalmente asumió la importancia de este arte que también es una industria. La transformación empezó con la fundación del Ministerio de Cultura en 1997 que creó en 1998 Proimágenes, y en el año 2003 la Ley de Cine con su Fondo de desarrollo cinematográfico (FDC). Para la redacción de las leyes de Cultura y de Cine, las normas francesas fueron inspiración y objetos de estudio. El caso del CNC (Centre national du cinéma et de l’image animée) que los franceses crearon en 1946 es emblemático.
En este momento el cine colombiano sigue estando unido al francés. Muchos cineastas estudiaron en Francia y varios creadores comparten nacionalidad: el brillante montajista Etienne Boussac (El abrazo de la serpiente, El silencio de los fusiles, entre otras) y el guionista y realizador Jacques Toulemonde (coescritor de El abrazo de la serpiente y Pájaros de verano, director de Anna), son dos ejemplos. El Estado francés ha sido socio de nuestro cine: el CNC ha premiado proyectos colombianos y la agregaduría audiovisual de la Embajada de Francia ha sido un constante aliado, impulsando la exhibición de cine francés, las coproducciones entre nuestros países y la formación de nuevos cineastas.
¿Por qué Francia apoya su cine? Porque la escritura con imágenes en movimiento sin importar la pantalla que habite es un arte que reflexiona sobre la historia de la especie y sobre lo que podemos ser, porque el cine es un patrimonio capaz de presentar otros patrimonios. El cine es creación y exhibición, pero también es gestión de leyes e instituciones estatales, es apoyo al emprendimiento de los empresarios, es formación del talento humano y preservación de la memoria audiovisual. En todas esas áreas Francia ha sido un ejemplo y un aliado.
.
Imágenes:
(1) Fotograma del filme francés Le Voyage dans la Lune (Méliés, 1902).
(2) Fotograma del filme colombiano El abrazo de la serpiente, una coproducción con Francia (dirigida por Ciro Guerra, producida por Cristina Gallego, 2015).
* Texto publicado en un número especial de la Revista Semana con el título “Tan lejos, tan cerca”, el 28.07.2019.
** Julián David Correa: Escritor, realizador audiovisual y gestor cultural. Su página: www.geografiavirtual.com
.
Espacio para sus opiniones