Laura Isabel Bohórquez Solórzano nació en Barrancabermeja, Santander en 1987. Y allí pasó su infancia y parte de su adolescencia leyendo y releyendo a García Márquez. Cursó estudios en Filosofía, Artes plásticas y Teatro, para finalmente graduarse como Licenciada en español-inglés de la Universidad Pedagógica Nacional en el año 2015. En la actualidad cursa estudios de Maestría en Literatura y Cultura en el Instituto Caro y Cuervo. Su blog es: https://giraenlasegundaestrella.blogspot.com/
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Abran la puerta,
me encontrarán de espaldas y horizontal.
La pared recibió la rabia y me retuvo sin ventanas.
No me muevo y no quiero,
No voy a levantar las hojas del piso
ni la moral de toda mi milicia de espectros.
Perros de las praderas de la sal
Siempre tenemos las fauces vacías
Hubo un tiempo en el que todo se perdió
Y permanecimos jugando, poniendo costras de nostalgia para las heridas venideras.
No deja de moverse lo que no alcanzamos.
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6
Esta es la sal que nos queda,
El camino cerrado y la rodilla en la tierra.
Te hablo desde el límite y a pesar del aire que me falta.
Será la aridez nuestra única herencia
y el sol que debe permanecer encendido nuestro único legado,
Te buscaré un altar y una virgen
Y algo más en que creer
Te buscaré algo cerca del día para lograr aguantar la noche
Me veo tentada a preguntar a las brujas,
Pero, así como la culpa, el futuro tampoco irá a nuestras estrellas
A depositar rastros, a dejar migajas de pan.
Gritemos todo este tratado de arengas repetidas
Y esperemos el sueño que se esconde en las esquinas.
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Odisea 1
Viniste a traerme una continuidad ajena,
Un nombre transformado
Una partícula sostenida.
Se alteraron los tiempos
Y todo se volvió vertical
En intervalos que tienden puentes sobre toda la Pangea
Sinapsis arriesgada
Ensayos infinitos
Nos disparó el imposible reposo de toda la vida en el exterior.
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Coordenadas
La noche empezó a eso de las 8.30,
cuando se iluminaron las canchas
y se arrebataron los rostros,
y se llenó todo de hormigas y silencio
de olor a polvo condensado en la ausencia del sol.
No se detuvo el viento,
la ruina entró para siempre
y se sentó a mecerse,
y se quedó a pasearse.
Sacaron a rastras a los últimos valientes,
los que nos fuimos
mordimos la angustia húmeda del amanecer,
de ser pasto de hombres y reptiles.
Los que nos quedamos
comimos alacranes y humo.
Cerramos las ventanas esperando la hora,
con los ojos bien cerrados
inyectados de horror
vimos el saqueo,
oímos el grito,
y con la mañana sentimos la hiel
pero temimos escupirla.
Pasando el puente
sentí vergüenza de mis pies limpios,
con tanto río bermejo.
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