Martín Caparrós: el principio en las crónicas

En el principio, siempre, está el principio. Si el cronista se vuelve cazador es, sobretodo, cazador de principios.

Suelo creer que el principio es decisivo para cualquier texto. Todo el trabajo, todo el esfuerzo que se le pueda poner a esa primera frase es poca –porque de ella depende la suerte del resto.

La primera frase es casi un trabajo publicitario, con perdón: propaganda del texto que la sigue. Concentrar en quince o veinte palabras la dosis necesaria de sorpresa, de interés, de intriga, de excitación como para que alguien se diga quiero seguir leyendo. Una crónica puede ser muy buena pero nadie lo sabrá si no conseguimos convencerlo, con ese principio, de que vale la pena ir más allá.

Me gusta empezar mostrando algo, poniendo algo en escena. Creo que en un principio no hay que dar demasiada información; que el principio produzca sensaciones, inquietudes, y abra una puerta a lo desconocido – y te dé ganas de cruzarla.

“No es bueno estar tan convencido de que te van a matar antes de media hora”

Pero el principio no sólo va a atraer al lector sino que también nos va a dar – a él y a mí- el tono que va a primar en el relato. Una vez establecido, en el principio, ese registro, habrá que plagiarse a uno mismo, no salirse demasiado del cause que ese principio ha fijado – o salirse con firmeza y deliberación, como para dejar claro que hay algo que justifica esa variante.

Una crónica con un buen principio es lo contrario de la famosa pirámide invertida. La pirámide invertida es un gesto de resignación del periodismo más humilde: mi lector no va a llegar ni a la décima línea, entonces le cuento todo en las cinco primeras – y así la profecía se autocumple: como ya le conté todo en esas cinco, el lector supone que no hay razón para llegar a la décima. La pirámide invertida es un periodista confesando su impotencia. Prefiero la soberbia de quien piensa que acaba de atrapar a su lector y lo va a conservar en sus manos y le podrá contar todo lo que quiere, lo que cree que debe. Para eso, nada mejor que un buen principio – o varios. Las opciones son varias y se puede elegir; lo que no se puede, de ningún modo, es aburrir, banalizar, darle al lector la sensación de que va a leer un informe burocrático sobre lo que ya sabe o no quiere saber.

Por eso digo que si un cronista es cazador, caza principios: que la presa básica del cronista es el principio. Estás hablando con alguien que te dice algo que te impresiona: ¿sirve para empezar?

La más de las veces la respuesta es no. Alguna será sí: yo me tranquilizo mucho cuando encuentro un principio, me alegro si tengo dos o tres, me entusiasmo si doy con cuatro o cinco. Uno de ellos abrirá el texto, los demás servirán para reabrirlo, renovarle el interés cada tanto: relanzarlos.

“Alguien cree que el fin llegará un día como otros…”

 

Tomado del libro «Lacrónica» de Martín Caparrós (Ed. Planeta, 2015)

 

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