LOS DOS GESTOS DE LA MÁSCARA*
Melinda y Melinda (Woody Allen, 2004) es una comedia y es también una tragedia, pero es ante todo una reflexión sobre los elementos que componen a una y a otra, y sobre si el carácter de la vida es ante todo trágico o cómico. La historia comienza con la discusión de dos dramaturgos (interpretados por Larry Pine y Wallace Shawn) en una cafetería: uno de ellos escribe tragedias, y el otro comedias. ¿La vida es trágica o cómica?, se preguntan. En medio del debate, una anécdota surge: la historia de Melinda. El narrador empieza a contar las desventuras de Melinda, con la advertencia de que sólo quienes escuchen la historia podrán juzgar si los hechos son cómicos o trágicos. La historia que pronto se convertirá en dos narraciones paralelas, empieza de la misma manera: una cena en la cual una pareja trata de adular a un invitado poderoso, se ve interrumpida por la llegada de una mujer desequilibrada: Melinda. Melinda que ha tratado de suicidarse, que estuvo casada con un hombre prestigioso y que por una infidelidad ha quedado deshonrada. La historia de Melinda, que tiene estos elementos comunes, empieza a convertirse en dos distintos relatos gracias a diferencias que convierten a un mismo argumento en dos géneros diferentes. La situación de Melinda no es original, eso lo saben todos, incluyendo a la misma Melinda que se compara con Madame Bovary, como también podría comparase con la Effi Briest de Theodor Fontane. La suya es una historia que se desarrolla con base en un argumento arquetípico, como antigua es la pregunta que se plantea Woody Allen, pregunta que representan desde la Grecia de Sófocles las dos mascaras del teatro.
Los dos relatos de Melinda y Melinda, se desarrollan siguiendo las reglas que les son necesarios: uno termina en la evidencia de una vida sin opciones y la otra termina como toda comedia romántica debe terminar. Los finales no sorprenden a nadie, por supuesto, son parte de las convenciones necesarias. El verdadero final del filme, de vuelta en el restaurante con una conversación de apariencia banal, pero perfecta, precisa y rica en sentidos, es uno de los mejores momentos de la cinta. En realidad, mucho de lo mejor de la película está en la prometedora secuencia inicial y en esta conclusión, lo que representa apenas unos diez minutos de una obra arriesgada pero claramente malograda.
Al final de Melinda y Melinda, la conclusión es evidente, no porque el filme lo demuestre, sino porque esa fue su premisa original: tragedia y comedia son el resultado de diferentes perspectivas, no de diferentes contenidos. Al final de Melinda y Melinda, el espectador no se habrá aburrido y habrá asistido más con curiosidad que con verdadero placer a una nueva cita con un viejo amigo, un amigo que cada año trae historias que resultan conocidas, con personajes que llevan vidas glamorosas a pesar de sus sueldos de artistas fracasados, personajes que en ocasiones resultan inverosímiles, pero que siempre dicen algo de la naturaleza humana y que con frecuencia dejan al espectador con una sonrisa en los labios.
*Por Julián David Correa. Publicado en: Revista Kinetoscopio No. 87. Ed. CCA. Medellín, 2009.
Página en internet de la Revista Kinetoscopio
Imagen: afiche de la película
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