«Vértigo» de Alfred Hitchcock

«Vértigo» de Alfred Hitchcock

TAN CERCANO Y ATERRADOR*

 

Ya avanzado el malhadado siglo XX, en 1919, Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis, escribió un corto ensayo basado en los cuentos de Ernst Theodor Hoffmann, Das Unheimlich, que algunos traductores llamaron Lo siniestro. La tésis básica del ensayo fue la misma que Freud encontró en los cuentos de Hoffmann: no hay nada más aterrador que lo que antes nos fue cercano y que de pronto se nos hace extraño. Todo el texto está basado en esa idea y en la palabra alemana Das Unheimlich, que es la negación de la palabra Das Heimlich: lo “familiar”, lo “íntimo”, lo “amable”; pero también, en otro sentido de la expresión, lo “secreto”, lo “oculto”. Es una idea simple y genial: nada nos horroriza más que lo amado cuando se hace ajeno. Es una idea efectiva y perversa: lo que amamos y lo que ocultamos se nos puede volver aterrador. Esa es una idea frecuente en el cine de Alfred Hitchcock.

La sinopsis de Vértigo (Vertigo, 1958): Jhon “Scottie” Fergusson (James Stewart) es un detective de la policía de San Francisco que padece de acrofobia y que después de la caída de un compañero al vacío, tiene que retirarse del cuerpo de policía. Ya retirado, un viejo amigo de colegio, Gavin Elster, lo contrata para vigilar a su esposa Madeleine (Kim Novak), una bella dama que podría ser dos mujeres: Madeleine piensa que está poseída por el espíritu de su bisabuela Carlota Valdés. De esta mujer, de una de las dos, Fergusson se obsesionará progresivamente. Así contada la anécdota puede prometer cualquier cosa, incluso la más descabellada historia de amor, pero el hecho es que se trata de uno de los más importantes filmes de la historia del cine y la cinta que está considerada por la crítica, como la obra maestra de un gran artista que es responsable de muchas grandes películas y de la definición de un estilo único.

Nacido en Londres y educado por jesuitas, Alfred Hitchcock desarrolló una exitosa carrera cinematográfica en Gran Bretaña, tan exitosa que la primera película sonora de Inglaterra – Blackmail (1929) – fue dirigida por él. En 1938, Hitchcock fue seducido por la dorada Hollywood, a donde se muda en 1939. Fue en este medio, y a pesar de sus primeros roces con su productor, David O. Selznick, en donde su obra adquirió toda la fuerza y el carácter con que se la conoce. El primer filme de Hitchcock en los Estados Unidos es la adaptación de la novela de Daphne du Maurier, “Rebeca”. La película homónima es un melodrama gótico, que como muchas historias del género, desarrolla una imposible historia de amor en un mundo oscuro y obsesivo. Tras esta clásica cinta, vendrán muchas más. A razón de un filme por año, la obra de Hitchcock pronto fue ahondando en sus motivos y llenando de talentos sus cada vez más amplios escenarios. Protagonistas de los filmes de Alfred Hitchcock fueron Cary Grant, Gregory Peck, Ingrid Bergman, Grace Kelly, Anthony Perkins y Janet Leigh, entre otros. Las películas de Hitchcock siempre supieron y han sabido dejar al espectador sentado al borde de la silla, por razones a veces tan obvias como el hecho de saber de una amenaza terrible que el protagonista ignora, pero siempre y también, por motivos que resultan explicables, como sucede en el caso de Vértigo. Como en las mejores cintas de los más grandes directores, en Vértigo se encuentran todas las pasiones de Hitchcock, empezando por la profunda y definitiva obsesión que tuvo por las mujeres rubias que fueron las protagonistas de sus filmes. Una intriga de tono policíaco, pero de un más profundo misterio, y una ciudad que lo apasionó visualmente (San Francisco), son dos de los elementos recurrentes que se encuentran en este filme. Otro motivo evidente y reiterado en su obra, que también hace presencia en Vértigo, está en un profundo descreimiento en el amor y en lo que puede surgir de las relaciones de pareja. Años después, en Los pájaros (The Birds, 1963), los lovebirds (tórtolos) que una mujer lleva de regalo a la familia de su novio terminan por convertirse en parte de las aterradoras aves que de manera inexplicable asolarán una isla. La mente de Alfred Hitchcock era lúcida, obsesiva y retorcida, y su cine está construido sobre esas bases: sobre verdades que tienen múltiples pliegues para al final ocultar un misterio que en muchos casos permanece oculto. Su cine es un cine construido sobre una obsesión que lo hacía controlar cada detalle en el guión y la puesta en escena, y que no sólo se manifestaba en el rodaje sino desde los primeros dibujos del diseño de producción (storyboards).

Alfred Hitchcock ha sido llamado el maestro del suspenso, pero lo es también del humor macabro y de todo el cine. Los directores de la Nueva Ola Francesa lo idolatraron, y su aliento se sigue sintiendo en el cine contemporáneo. Curiosamente, Vértigo fue una película que no tuvo el éxito esperado entre el público y la crítica. Aunque la película se estrenó en el Festival de Cine de San Sebastián y allí obtuvo la Concha de Plata, ese fue uno de los pocos premios que cosechó. Tal vez el filme no era el tipo de cinta a la que su público se había acostumbrado, tal vez el vértigo que producía era demasiado íntimo e inexplicable.  Con el tiempo se ha dicho que Vértigo es profundamente autobiográfica y que representa la pasión de Hitchcock por Grace Kelly, pero más allá de las pequeñas historias, lo cierto es que es una película en la que Alfred Hitchcock fue él mismo en todas sus contradicciones: desde sus múltiples temores, pasando por la presencia constante de la muerte y de las pasiones vergonzosas. En Vértigo Hitchcock reveló varias verdades freudianas exhibiendo lo oculto y demostrando que lo que pensamos más cercano puede volverse en contra nuestra. Por supuesto, no es suficiente con una verdad profunda y común a toda la especie para hacer grande este filme, su grandeza reside en la maestría de su composición y puesta en escena, que involucra el trabajo de dos grandes actores, empezando por James Stewart, que también protagonizó para Hitchcock las memorables La soga (Rope, 1946) y La ventana indiscreta (Rear Window, 1954). A estos talentos se suma una fotografía impecable y engañosamente luminosa (Robert Burks) y la música intimidante de Bernard Herrmann, uno de los más grandes compositores de música para cine y un frecuente colaborador del maestro.

Vértigo está basada en la novela “D´entre les morts” de Pierre Bileau y Thomas Narcejac, una novela en donde la impotencia del protagonista es una de las claves de la trama; esta evidencia y los juegos constantes con bastones y torres, han hecho deducir a muchos observadores que el protagonista del filme se encuentra en la misma situación del de la novela, y es evidente que, con erección o sin ella, la realidad de “Scottie” Fergusson es la de un hombre incapaz de relacionarse con las mujeres de manera satisfactoria. En este contexto, su obsesión por una mujer muerta que habita el cuerpo de una hermosa viva, no resulta descabellada. Es por hechos con este que la trama que a primera vista parece forzada, no lo es en el cine de Hitchcock: este director mostró a lo largo de su carrera y de manera recurrente su interés por sexualidades inusuales, e incluso su interés por argumentos de origen psicoanalítico. Baste recordar a Norman Bates de Psicósis (Psycho, 1960) o el filme Spellbound (1945), protagonizado por Ingrid Bergman y Gregory Peck, cinta que contó con la codirección de arte de Salvador Dalí, y que está basada en teorías psicoanalíticas.

Uno de los más populares directores de la historia del cine, lo fue también porque supo eludir la censura del código Hays y el pudor de su público, porque supo mostrar de manera engañosa las perversiones ocultas. No hay una sola cinta de Alfred Hitchcock en donde el erotismo no esté presente y sin embargo es muy poca la piel que se encuentra en sus fotogramas. La sexualidad que Hitchcock revelaba era poco convencional, aunque de manera recurrente la demostraba como un elemento presente en los actos cotidianos. Quién sabe si fue por esta ambigüedad que Alfred Hitchcock jamás recibió un Oscar a mejor director, si bien hacia el final de su carrera, en 1968, recibió el Oscar honorífico que rindió homenaje a una obra única. Tal vez fue en una de tantas entrevistas que dio en esos días, que el maestro afirmó como respuesta a una solicitud que le hacían de definir el aporte que daba a su público: “Darles placer, el mismo que consiguen cuando despiertan de una pesadilla”.

*Por Julián David Correa. Publicado en: Revista Kinetoscopio No. 83,

como parte del especial: Top 10 del American Film Institute

Página en internet de la Revista Kinetoscopio

Imagen: afiche de la película

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