«El páramo» de Jaime Osorio

¿DÓNDE ESTÁ EL HORROR?

Una avanzada del ejército de Colombia llega a un páramo en donde hay una pequeña base militar con la que se ha perdido comunicación. Todos creen que la base ha sido atacada por la guerrilla, pero al llegar nada se ha perdido, ni ha habido un ataque ni ha desaparecido un solo cargador. Tampoco quedan soldados, excepto por el cuerpo de uno que se ha suicidado. La avanzada está formada por profesionales curtidos en las rápidas y constantes guerras de Colombia, pero para lo que sucederá en ese páramo, como lo sugiere el “copy” de la película (“No sabían lo que iban a enfrentar”) nadie los ha preparado… o tal vez sí, tal vez su vida en la guerra los estaba empujando a lo que está por suceder.

Cuando termina el preestreno para prensa de El páramo (2011) es difícil aplaudir, aunque en muchos momentos se hubiera querido. Todos siguen sentados, también los actores que permanecen en sus puestos. Es la primera vez que esos actores ven la película, y es la primera vez que la cinta se ve en Colombia. Se ha hecho tarde, alguna gente se levanta de sus asientos y sale a la luz de la calle 72. Alguien saca su agenda y revisa las citas que todavía le quedan en el mediodía del viernes. Desde el Fantastic Fest de Estados Unidos, en donde la cinta se acaba de estrenar, se inica la conexión a Skype, se escuchan unas voces en inglés y la voz de Jaime Osorio, el director. La película ha terminado, y la sala de cine queda en la “City” de Bogotá y afuera el sol brilla en un cielo azul. Los actores se levantan y van a sus sillas frente a la prensa, junto con los productores y la gente del equipo técnico, pero la neblina no se disipa. ¿De dónde sale esa neblina? ¿Dónde está el horror? ¿Dónde están los demonios?

En el siglo de la razón, Gilbert Keith Chesterton creó un personaje, el Padre Brown, que investigaba crímenes misteriosos, de apariencia sobrenatural, para al final de todas sus historias demostrar que lo sobrenatural no existe, que la causa de todo horror es la voracidad, la envidia, el odio, el temor y la maldad humana que siempre encuentra excusas políticas, familiares o románticas. El páramo podría ser una película para el Padre Brown, aunque el filme nunca toma la causa de la razón: nadie del auditorio sabrá con certeza si los motivos del horror que han sentido durante una hora y media son humanos o sobrenaturales.

Jaime Osorio, el director de El páramo, el homónimo realizador del difunto cineasta Jaime “El mono” Osorio, estudió el Deug, la Licence, y La Maitrisse en Arts du Spectacle Mention études Cinématographiques en la Université de Rennes II, en Francia. Durante su vida en ese país, dirigió la obra de teatro “Woyzeck” de Buchner, y participó en la puesta en escena de la obra “El inspector”, de Gogol. Tras regresar a Colombia, Jaime Osorio ha dirigido comerciales para Teleset, República Films, Rhayuela Films, y Los Sopranos en Venezuela. Ha sido profesor en LaSalle College, y en las universidades Nacional y Javeriana (www.rhayuela.com/paramo). El páramo es su opera prima. La empresa colombiana responsable de la producción de esta cinta es Rhayuela, una compañía de gente que tiene menos de 40 años y que se dedica a la producción de comerciales y a la venta de servicios cinematográficos. Rhayuela también es la productora de García (José Luis Rugeles, 2010), y entre su equipo de directores para comerciales cuenta con Rubén Mendoza (La sociedad del semáforo, 2010). Tanto Jaime Osorio como Rhayuela son ejemplos de un cine colombiano que se renueva a través del trabajo de profesionales formados en el estudio y en el trabajo cotidiano.

El cine colombiano que deliberadamente explora un género tiene pocos antecedentes. El cine mudo de Colombia se caracterizó por ser un cine dedicado al melodrama y el primer cine sonoro (1938-1949) fue un cine musical, repleto de bambucos, en evidente imitación del cine argentino y del cine de las rancheras de la edad dorada mexicana. En ninguno de ambos casos, se trataba de la lectura y la reescritura conciente de un género, sino más bien de la imitación de modelos exitosos. Las primeras exploraciones deliberadas de un género, se dan también alrededor del horror y del thriller en Cali, en el Caliwood de Andrés Caicedo, Mayolo y Ospina. De esa época son las memorables Carne de tu carne (Carlos Mayolo, 1983) y Pura sangre (Luis Ospina, 1982). Durante la época de FOCINE también se realizaron las películas de Jairo Pinilla, que con resultados más bien enternecedores y divertidos, quería emular el cine de horror. En la última generación de realizadores colombianos, los hermanos Orozco han mostrado su decisión de hacer un cine de género con Al final del espectro (Juan Felipe Orozco, 2006), un thriller de influencias japonesas.

A lo largo de El páramo, los espectadores se van encontrando con el horror, pero también con la admiración de ver una película muy bien hecha. No hay duda de que El páramo es una película colombiana, que llega con sus acentos y con los distantes ecos de las guerras de este país, pero El páramo es ante todo un filme de género, un thriller de factura impecable, con montaje trepidante y una fotografía de un expresionismo contemporáneo, que se aprovecha bien la versatilidad de la cámaras y de una particular sensibilidad a la luz . Ante esta película colombiana, lo más probable es que en ninguno de los festivales en que ha sido seleccionada (Fantastic Fest de Estados Unidos, Biarritz y el festival de cine fantástico de la catalana Sitges), lo más seguro es que en ninguno de esos festivales al público le importe que la cinta sea colombiana, y es seguro que para todos esos espectadores, como para los actores y el público del preestreno en Bogotá, sea difícil disipar la niebla y dormir en paz esa noche.

 

Publicado en: Revista Kinetoscopio No. 96. Ed. CCA, Medellín, 2011.

Página en internet de «El páramo»

Página en internet de la Revista Kinetoscopio

 Imagen: postal de la película


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