Entrevista con Ventura Pons

Entrevista con Ventura Pons

UN DIRECTOR EN ZAPATILLAS, ENTREVISTA CON VENTURA PONS

 

Tres veces el director catalán Ventura Pons ha estado en Colombia.  Una de ellas fue en 1994, durante el 11º festival de Cine de Bogotá, en el cual se presentó una retrospectiva de su obra y donde participó como jurado[1].  Exitoso director de teatro desde los veinte años, productor y guionista de sus películas, Ventura Pons ha tenido una obra que nunca ha dejado de correr con suerte en los festivales:   desde su debut con Ocaña, retrato intermitente (Ocaña, retrat intermitent, 1978), cinta que participó en Cannes junto con películas como En un año con trece lunas de R. W. Fassbinder, hasta su última cinta: Actrices (1996) que en el 37º Festival de Cine de Cartagena mereció el premio especial del jurado y el de guión.

Ventura Pons es un hombre de mirada independiente, que hace lo que quiere por el placer de hacerlo, capaz por igual de hacer reír a su público y de conmoverlo con cintas plenas de dramatismo y decadencia. También es un buen conversador:  claro en sus conceptos y con sentido del humor.  Esta entrevista se realizó durante el Festival de Cartagena, el día anterior a la premiación. Tras salir de Colombia, Pons tenía una agenda apretada que incluía una mesa redonda con Ken Louch y Karel Reisz, la participación en otro festival y la terminación de un guión.

P ¿De qué se trata el nuevo guión?

R:  No me gusta hablar de las películas que estoy por hacer porque creo que trae mala suerte. Pienso que las cosas terminan
por volverse viejas cuando hablas mucho de ellas y vete a saber cuándo podrás rodar… He pensado empezar a rodar este verano pero ha habido mucho follón porque ahora ha acabado de salir en París mi anterior película (El porqué de las cosas El perquè de tot plegat, 1995) y ha tenido un éxito delirante.

¿Y cómo le ha ido con Actrices?

Muy bien de crítica, ha sido muy bien acogida, pero de público poco, aunque en Cartagena ha gustado.  Creo que a la gente le dan dificultad estas películas de metáforas, del sentido de la vida, de cosas así.  La gente quiere o reír o quiere acción, y cuando toda acción es tomarse un vaso de whisky y discutir si Eurípides tenía razón o no… es complicado, pero yo necesitaba hacer esta película, era algo que me apetecía hacer.

¿Sólo estos dos últimos trabajos suyos (El porqué de las cosas y Actrices) son adaptaciones, o hay otros?

El nuevo guión es una adaptación y ¡Puta misèria! (1989) también es una adaptación de una novela valenciana, de unos autores muy lumpen que no han escrito nada más.  Yo había estado pensando hacer una screewball comedy genial, pero resultaba muy costosa y tuve problemas de financiación, y me pasó un poco como en la historia de Orson Welles y La dama de Shanghai: tenía que hacer algo y tomé esta historia que me había gustado y que era barata de hacer.  Me senté y escribí el guión en diez días.

¿Sólo en diez días?

Sí, yo trabajo muy rápido.  El guión de El porqué de las cosas lo escribí en quince días.  Yo trabajo muy rápido porque cuando me siento al ordenador ya llevo meses armando la historia en la cabeza y porque soy muy compulsivo:  me siento y hasta que no termino no me levanto.

Pero, después que ha escrito la historia, le hace cambios en asociación con otros miembros del equipo, como con Rosa María Sardá (protagonista de Actrices)

Sí, con ella se discutieron cosas y se hicieron cambios sobre los diálogos pero siempre al final el criterio es el mío.

¿El porqué de las cosas, su anterior película, es un poco como Short Cuts de Robert Altman?

Sí, pero justo en las antípodas:  en Short Cuts se cogían varias historias y se mezclaban, yo las he conservado diferenciadas.  Cuando salió Short Cuts fui a verla en Nueva York con miedo, pero nada, no había porqué temer.  Me preocupaba que la gente pudiera creer que he copiado la película, lo cual no es posible. Yo no copio películas, antes de hacerlo preferiría vender cafés en una esquina…

Esa es un poco la sensación que me quedó de la rueda de prensa:  en ese momento yo pregunté algo como:  «Por qué usted hizo comedias después de haber hecho cintas tan distintas, películas que exploraban la condición de seres marginales», y usted contestó: «Porque quise».

Claro, porque me da la gana, porque me divierten mucho las comedias, son fantásticas, y son lo más difícil que he hecho.  Este otro cine tiene sus dificultades, pero el tiempo interior del plano y el tiempo de la secuencia es mucho más difícil hacerlo en la comedia, es mucho más difícil hacer reír que llorar.

¿Y lo dice principalmente por un asunto de ritmo?.

Por el sentido de la comedia: yo lo tengo, yo sé que lo tengo; pero ahora me he dedicado a hacer unas cuantas películas muy especiales, a las cuales yo llamo, especialmente a esta última: La trilogía del riesgo, porque son películas muy poco convencionales, muy arriesgadas y que tenía ganas de hacer.

¿Cuál es la historia de la presentación de su primera película: Ocaña, retrato intermitente?  Según creo haber leído, usted la hizo sin mayor pretensión pero algún amigo la envió por usted al Festival de Cannes.

La historia es que fui a París a mostrársela a mi ex-mujer, yo tenía una copia en 16mm.  y con una banda magnética que no estaba nada bien.   Un día me fui a casa de una gente y estaba lloviendo mucho, como andaba por Saint Honoré, donde estaban antes las oficinas del Festival, subí un momento a saludarlos. La entonces encargada de prensa me recibió y me preguntaron por el teatro y esas cosas, en fin, que ellos me conocían porque yo antes me dedicaba a escribir de cine.  Hablamos un rato y se me ocurrió decir que había hecho una película.  ¡Tenemos que verla!, dijeron.  No, les respondí, si es una cosa que he rodado en cinco días para los amigos; y ni siquiera eso: un ejercicio que si a mí me gustaba se lo enseñaba a los amigos.  Pero tanto insistieron, y yo no me podía ir porque llovía, que vimos la copia y pasó a Cannes y a otros festivales, uno de ellos, Cartagena y así conocí el Festival.  Aunque entonces no pude venir porque estaba dirigiendo una obra de teatro.

Ese fue un comienzo muy brillante y afortunado en el cine.  En la rueda de prensa le pregunté por sus comedias, precisamente porque me gustaban mucho los personajes que usted hacía antes, como los de La rubia del bar (La rossa del bar, 1986)…

Pero La rubia del bar no es comedia.

No, precisamente, aunque a pesar de ser oscura tiene sus cosas cómicas.

Es una comedia dramática.

Ya en la época de las comedias yo me preguntaba qué había pasado, porque los personajes de sus comedias también eran interesantes pero no tan densos como los de sus primeras películas.

Me gusta mucho el mundo lumpen, de marginados y también ha estado presentes en comedias como ¡Puta misèria!

¿Por qué empezó usted a dirigir teatro?

Por casualidad, de una manera muy atrevida y a muy temprana edad.  Ahora ya voy para treinta años de estar en el mundo del espectáculo…  Y tuve la desgracia de tener éxito muy joven

¿Por qué la desgracia?

Porque me he ido quedando… aunque me ha ido muy bien.  El empezar por el teatro ha estado muy bien, porque se aprende a dirigir actores.

Se ha dicho que es usted un buen director de mujeres y que son los personajes femeninos los que mejor le quedan en las cintas.

Es curioso que me digan que soy un buen director de mujeres.  Yo no me había dado cuenta hasta La rubia del bar y no sé porqué me salen bien.  Incluso rodando… tampoco sé, creo que tampoco se sabe porqué se tiene la intuición del tiempo de un plano o el de una secuencia, que es lo más difícil del mundo.  En Actrices, por ejemplo, una de las cosas que más me ha gustado es el tiempo: el tiempo es distinto del teatro pero conserva la estructura teatral, la estructura de actos que nada tiene que ver con la de secuencias que es propia del cine.  Lo que más me atraía de esta película era el reto del tiempo y el que son personajes que nunca había hecho.  A mí me gusta mucho cambiar, no estancarme.  Me han acabado de ofrecer una película por la que pagaban muy bien, pero era de gente joven que no sabía qué hacer en la vida y eso ya lo he hecho, no acepté porque me parece muy aburrido repetirse.

Usted ha tenido mucha suerte desde su primera película…

Sí, pero lo que viene después es trabajar mucho, porque a mí me fue bien con Ocaña pero luego nadie me ofreció trabajo, es necesario esforzarse y buscar.  Fue entonces que decidí hacer una comedia:  El vicario de Olot (El vicari d’Olot, 1981), que fue un éxito brutal, mi película más exitosa, pero entonces tampoco me ofrecieron trabajo: todo el mundo ganó pasta pero nadie me dio trabajo, fue entonces que decidí formar mi propia productora (Els Films de La Rambla) y sólo desde entonces trabajo regularmente.

¿Y cómo consiguió fundar su productora?

¿Cómo? Bueno, hipotecando mi casa, no hay otra manera.  Es eso, o que heredes de alguien.  En este tipo de trabajo no hay otro secreto que el esfuerzo, la dedicación, la constancia y el sacrificio.  Luego, si tienes la suerte de que las cosas te vayan bien, al cabo de unos años puedes llegar a vivir más holgadamente.

¿Y usted le ha producido a otros directores?

Ahora le he producido un corto a un chico que ha ganado muchos premios, pero aún no sé de qué va.  Un chico de mucho talento, español y colombiano, de padres colombianos. Tocancipá Cañón se llama de apellidos, y Deseo se llama el corto.

¿Y por qué le ha producido?

Bueno, porque me ha buscado e insistido y se ha puesto pesado, y yo me he dicho:  Está bien, voy a pagar el impuesto revolucionario de tener éxito. Y hemos sido afortunados porque la cinta ha ganado varios premios y una ayuda especial del Ministerio, así que finalmente casi todo ha salido de dineros públicos, así que estoy muy contento… Y, bueno, cuando yo empecé me han ayudado así que ahora me toca ayudar a mí.

¿Qué piensa usted del movimiento de cine catalán?

Bueno, no hay ningún movimiento.

Pero lo hubo, en los sesentas.

Hay distintas cosas.  Hay un momento en los años sesenta que se llamó La Escuela de Cine de Barcelona, que era una respuesta a lo oficial, era un cine muy conceptual, muy estético, porque en cuanto a temáticas se tenía la limitación de la censura.  Tal vez en esa época la provocación estética era útil, pero me parece que se ha magnificado.

Pero sí hubo cosas interesantes…

Claro, si el cine en España empieza en Cataluña y el noventa por ciento de las películas hasta el final de la guerra civil, se hacen en Barcelona.  Pero después de la guerra alguien dice:  De ahora en adelante las películas se hacen en Madrid,  porque Cataluña perdió la guerra y no sólo pierde el cine y sus libertades, sino que durante cuarenta años nos prohiben usar la lengua.  Por ello, se siguen haciendo cosas pero los grandes estudios están en Madrid y ya no es lo mismo.

Hay algo importante de la censura y es que provocó la búsqueda de formas creativas, que permitieran hablar de lo prohibido sin que se notara.

Claro, yo he hecho teatro bajo el régimen de Franco y es verdad que tienes que espabilarte, aunque en teatro es más fácil porque es menos costoso.  El cine siempre hay que entenderlo en términos de mercado.  El problema que tenemos ahora no es por no poder hacer cine en Catalán, lo hacemos, pero el mercado para amortizar nuestros productos es muy pequeño y la salida natural de nuestros productos que es el mercado español, resulta que tiene mucha incomprensión hacia los problemas catalanes:  siempre nos están acusando de ser nacionalistas cuando los nacionalistas son ellos… como somos la última colonia que les queda.  Así que el ochenta por ciento del público de mis películas es catalán.

¿Y a qué se refiere con «los problemas catalanes», cuáles son?

No son tanto unos problemas nuestros, como de los otros.  Algo tan sencillo como trabajar en Catalán, que tú lo haces porque es tu cultura, y afuera lo ven como algo muy especial, como si nos estuviéramos poniendo de acuerdo para algo político, cuando no lo es, cuando simplemente es trabajar con lo que te resulta propio.  Se creen que vamos con la banderita a todas partes y no es cierto:  yo odio las banderas, a mí me gusta mucho comunicarme con la gente, comunicarme a partir de mi realidad cultural… Yo no he venido al mundo a educar a nadie, que para eso están las escuelas, yo he venido a pasármela bien haciendo cine, que es lo que a mí me gusta.

Y ahora…

Y ahora también estoy pensando hacer algo que me apetece mucho hacer: son cuatro películas de una hora y media que son una serie de televisión y a la vez cuatro películas totales.  Es un reto profesional maravilloso.

¿Algo como Heimat de Edgar Reitz?

Sí, son también una saga.  Se basa en las novelas de una escritora catalana que ya murió:  Monserrat Roche, una novelista y periodista muy importante. ¡Y lo más maravilloso es que todo sucede en mi calle, en la calle de mi casa! ¿Cómo no voy a saber contar esa historia?… Bueno, a lo mejor lo intento y me sale un petardo pero es mi ventana y mi mirada, quizá hasta puedo salir a rodar en zapatillas.

 

Publicado en la Revista Kinetoscopio No. 41

Página en internet de la Revista Kinetoscopio



[1] Para mayor información sobre esta muestra y el cine catalán ver:  Res no es mesqui, primera muestra de cine catalán. En Kinetoscopio 28, noviembre-diciembre de 1994. pp. 85-91

 

Imagen: afiche de la película Ocaña, retrato intermitente

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