TERRITORIOS TANGUEROS
Por: Natalia Quiceno Toro [1]
Dentro de los acontecimientos reseñados para el año 1935 por la prensa colombiana, se destaca el 24 de junio el titular “Catástrofe Aérea en Medellín. Perecen el zorzal criollo Carlos Gardel, el piloto bogotano Ernesto Samper Mendoza, director de la Saco, y diecisiete personas más”[2]. Días antes se vivía en la ciudad una tensa situación por la huelga general de los obreros de Antioquia, y sin embargo la muerte de Gardel el 24 de junio fue el hecho que quedo grabado en la memoria de la ciudad y del mundo para siempre.
Tras la tragedia del 24 de junio, no es gratuito que una de las representaciones más importantes a la hora de identificar a Medellín con el tango y al tango como un patrimonio de la ciudad, se de con la respuesta: “¡Porque aquí murió Gardel!”, razón suficiente y de peso para muchos, porque como lo reconoce la sabiduría popular, la muerte inmortaliza. Ese lugar de la herencia, la transmisión de una huella y un referente de identificación, está ubicado en un acontecimiento histórico, que marcó a la ciudad y al tango: la muerte del Zorzal, sin embargo, la marca que dejo Gardel en la ciudad trasciende su muerte. Podríamos decir que fue una muerte que le dio vida al tango para siempre: la pasión de muchos por el tango nació y se quedo en este intérprete, trascendiendo el disfrute de su música para convertirlo en una referencia simbólica y cultural e incluso en un santo de devoción, como lo era para el Gordo Aníbal, el fallecido “Rey del Tango” en Medellín.
Esa relación intensa y de vieja data entre el tango y la ciudad, motivó al programa de Memoria y Patrimonio de la Secretaria de Cultura Ciudadana de Medellín, a desarrollar un trabajo de investigación etnográfica sobre la vida tanguera en la ciudad. Con esta idea en mente, un equipo de antropólogos y documentalistas emprendimos, en el año 2008, un viaje por los escenarios tangueros de la ciudad, encontrando al paso grandes personajes, archivos sonoros, historias de barrio, propuestas artísticas e incluso proyectos museográficos. En las siguientes líneas compartimos un poco de este acercamiento que se divulgó a través del documental, Tango Medellín del documentalista Federico Benitez y en un informe de investigación que se puede consultar en la pagina de la red de bibliotecas de la ciudad de Medellin: http://www.reddebibliotecas.org.co/Cultura/Multimedias/tango/lecturas.html.
El tango en Medellín adquirió una identidad barrial específica desde su adopción. Inicialmente se reconoce a Guayaquil como la cuna tanguera, el principal escenario de los bares y los cafés encargados de difundir el género. Con las transformaciones urbanas del centro, “el ensanche de San Juan”, como lo recuerdan los tangueros de Guayaquil, y el crecimiento de otros barrios obreros, el género musical fue migrando y ampliando la geografía tanguera de la ciudad, y es en ese momento cuando entran al escenario barrios como La Toma, Manrique, Aranjuez, Verona, Lovaina, El Bosque, Buenos Aires, Enciso y el Barrio Antioquia.
Estos escenarios tangueros cambiaron al ritmo de la transformación urbana, como le sucedió a Guayaquil y como vuelve a suceder hoy en la avenida Carlos Gardel, más conocida como la 45, con la construcción de un nuevo sistema de transporte; sin embargo, reconocemos que las transformaciones no significan la muerte de una expresión cultural, y podemos ver como se vive el tango hoy en la ciudad. En el texto que presentamos, realizaremos un recorrido por algunos de esos lugares que son representativos para la memoria del tango en Medellín.
GUAYAQUIL
“… tumbaron la Plaza y empezaron las reformas, porque nos llevó el ensanche. Así decimos desde que volvieron anchas las calles estrechas, nos llevó el ensanche. ¿Dónde está mi barrio, mi cuna maleva, / donde la guarida, refugio de ayer? / Borró el asfalto de una manotada / la vieja barriada que me vio nacer, dice “Puente Alsina”.Lo único que conozco, tangos y perrerías. Y este barrio de Guayaquil, pregunte no mas, le sé todas sus cosas. Las que no sepa se las invento.”
“Aire de Tango” de Manuel Mejía Vallejo
El nacimiento de Guayaquil data de finales del siglo XIX cuando la ciudad giraba en torno a “la plaza de Berrío”, “centro que congregaba el poder económico político y eclesial de la ciudad. Allí habitaba la gente importante de la pequeña Villa y los que no lo eran, la visitaban en las fiestas cívicas y religiosas, en los días de misa y de mercado; esta última actividad le otorgó el carácter de centro comercial” (Naranjo y Villa, 1992). Esta plaza que albergaba la principal actividad comercial de la ciudad en la época debió cederle espacio a la naciente plaza de Cisneros en el año 1894 cuando por iniciativa de la rica familia Amador se inicio la urbanización del barrio Guayaquil.
En esta época la ciudad crecía a medida que iban llegando campesinos, turistas, comerciantes y viajeros de diferentes regiones del departamento y del país. Guayaquil era el primer lugar de llegada y encuentro de estos nuevos habitantes, gracias a que en 1914 se inaugura la estación del ferrocarril en el sector. Al mismo tiempo se fue incrementando la construcción de locales comerciales, hoteles y edificios públicos, que fueron resignificando este barrio como una nueva centralidad en la ciudad. Esta época se identifica como una época de desarrollo comercial y urbano. “Guayaquil se había convertido en un puerto seco, centro de negocios y de encuentro, era éste el primer lugar que la ciudad ofrecía al viajero, era la carta de presentación, era éste el lugar que convocaba a propios y a extraños, era el sitio para la reunión política, dirigida por líderes de la región y del país” (Bedoya, 2001, 29)
A mediados del siglo XX Guayaquil era el principal punto de encuentro entre los ciudadanos. Sin embargo la misma vitalidad del sector empezó a generar la imagen de Guayaquil como “nido de muchos males urgabos” (Naranjo y Villa, 1992) esta imagen promovida por la iglesia y las autoridades locales fue configurando una nueva identidad para el sector de Guayaquil, una identidad bohemia donde tenía lugar la transgresión y donde “se fraguaban modos de vida que rompían con el pudor la vida monacal que aparentemente había caracterizado a Medellín. La música, el licor, el baile, la poesía, los juegos prohibidos, evidenciaban la existencia de otra moral que rápidamente se asoció con lo criminal, lo malevo y lo ilegal. Justamente esta asimilación entre otros modos de vida, y si se quiere, otra cultura, con lo ilegal, llevó a que al lugar se le diera un tratamiento excluyente, que desconocía su representatividad e importancia para la vida de la ciudad” (Naranjo y Villa, 1992, 30)
En la mayor parte de los terrenos que don Carlos Coriolano Amador poseía en Guayaquil “surgió una camada de artistas populares, maestros en la interpretación y fabricación de la vihuela, músicos y compositores” (Betancur, 2006, 11) que posteriormente, después de la década del veinte, le darían a sus tonadas forma de tango. En cafés como el Córdoba, el Roma, El Árabe, Yocasta, La guerra Santa, Hollywood, Regina o Café 93, empezaron a oírse no sólo las voces provenientes de los gramófonos y vitrolas, sino también de cantantes que hicieron sus primeros pinos en la interpretación de ritmos porteños. Por su parte los más clandestinos hacían lo propio en las aceras afuera de los bares, caso particular vivido por Caruso, cantante popular de la época muy recordado por su amor a la zarzuela, género que precede al tango y que conforma el híbrido de su surgimiento (Jaramillo Panesso, S.A, 55).
Entre fox, tango, bolero y porro, los cafés y bares de Guayaquil decidieron atender a su ansioso y apasionado público aficionado a los ritmos porteños y a la bebida, las 24 horas del día. Así, para los años treinta, “ […] el barrio era considerado tierra de nadie, … las casas de las familias decentes cambiaron sus fachadas por las de un almacén o un café, armonizadas con las notas de las música de tangos y pasillo que sonaban a cualquier hora.” (Betancur, 2006, p 90-91). Lo anterior solo hizo que aumentara el número de consumidores de alcohol no solo en Guayaquil sino en toda la ciudad. Y es que dadas las condiciones de ubicación de Guayaquil, en donde muy cerca arribaban mercancías e inmigrantes, su ambiente bohemio se divulgaba rápidamente entre la gente, capturando, a pesar de su estigma negativo, nuevos públicos para el tango.
Lo anterior continúo por varias décadas hasta después de los años cincuenta, pues cuando comenzaron a pensarse y a ejecutarse serias reestructuraciones en la ciudad, algunos bares empezaron a desaparecer y otros fueron reubicados. Como lo narra Don Chepe Rua quien le atribuye su amor al tango a su nacimiento en este barrio, los bares se fueron acabando por el “ensanche”.
“Como pasó en la calle Corrientes en Buenos Aires, lo mismo que con San Juan en Medellín, eran calles pequeñas llenas de sitios tangueros, y al hacer el ensanche acabaron con los sitios tangueros… San Juan era estrecho, entonces tu salías de aquí del Victoria y te entrabas aquí al San Jorge, te entrabas aquí a la Lunetta, te entrabas al Atlántico, subías más arriba, dabas
la vuelta, entrabas al bar Los Tangos que quedaba ahí más arriba el teatro Guayaquil, más arriba quedaba el Galicia que fue un café donde en realidad se reunían todos los Gays pero eran unos bailarines de tango que parecía la hora de llegada” Testimonio de Chepe Rua, 2008.
Los bares de Guayaquil se encontraban en sectores específicos y aparecen vivos en la memoria de tangueros como Don Chepe Rúa quien nació y se crió a ritmo de tango en el viejo Guayaquil: El café tropical, un café de 12 puertas ubicado en Cúcuta con San Juan, cerca a lo que era el pasaje Sucre, encima del tropical había una academia, donde enseñaban a bailar boleros, porros, tangos. También estaban el café Estambul, La danza roja, El Armenonville, El San Jorge, El San Francisco, El Cisneros, El Victoria, La Lunnetta, La Gayola, El Pigal. Por el Vásquez y el Carre estaban El Dandy, El Árabe, El Santa Cruz, El Córdoba, El Perro Negro.
Hasta el 85 El Pasaje Coltejer por las peleterías estaba lleno de bares, estaba El Gaucho, el Surrambay, Tango bar, Triana, Marion, Las vegas, Tabariz, Tarky, Tangolandia, San Marino, Ayacucho, Kenedy. Por Bolívar entre los huesos y San Juan, donde anteriormente estaba el Ferrocarril de Amaga, ahí se forma una callecita en el año 48. La Calle de los Tambores, en esa calle habían cafés donde se escuchaba boleros, tangos y porros. En lo que hoy es Barrio Triste estaba El Café los dos amigos, El Faraón, El as de copas y otros que ya don Chepe no recuerda.
Don Chepe explica que para todos estos cafés había clientes pues Guayaquil era el corazón de la industria, el corazón del centro en los años 40 “Alrededor habían muchas fabricas, estaba Postobon, Gaseosas Luz, la Planta de Leche, Indulana, estaba la plaza de mercado, el ferrocarril de Antioquia.” Alrededor habían muchos obreros porque como dice Don Chepe “el tango es del pueblo, el tango nunca fue de los oligarcas”. En Guayaquil también se encontraban ubicados los principales teatros donde se difundía el cine y con él el tango, “En Bolívar se encontraban Los Teatros Granada, Medellín, Guayaquil donde la gente veía las películas.” Don Francisco Duque presidente de la Academia Nacional de Tango cuenta como su padre le narraba que en la época del cine en Guayaquil, los espectadores pedían que repitieran una y varias veces los fragmentos de las películas donde aparecían los artistas interpretando los tangos.
Entre los cafés de Guayaquil encontramos dos casos muy conocidos en la ciudad como el Café Málaga que aunque no se encuentra en el sitio original, su territorio hace parte de las fronteras del viejo Guayaquil, el cual el año pasado celebró medio siglo de tradición con más de siete mil discos de 78 revoluciones en colección. Con igual tradición está el caso de El Patio del Tango, que después de estar ubicado por veinte años en Junín entre Amador y Maturín – en el reconocido Sótano- se trasladó al Barrio Antioquia. Otros bares no corrieron la misma suerte pero hoy siguen presentes en la memoria de los amantes del tango.
Como narra don Alberto Correa, los lugares en el centro se acabaron por muchas razones: “la inseguridad, el billete, no es lo mismo uno ya con cuarenta años o cincuenta e irse para Guayaco, ya guayaco es diferente, no hay donde oír música, ya no existe ni el Tango, ni el Perro Negro, ni el Escorpión, ya esos lugares se han acabado, eso fue hace mucho tiempo, lugares muy viejos. Las calles han cambiado mucho, por ejemplo en Carabobo no hay ni vía para carros, por Junín hay es algo de salud, unos se volvieron bibliotecas, hay muchos lugares que eran insignias para el tango y ahora son parques recreativos, todo se va acabando.” Alberto Correa. El Patio del Tango
Es probable que la agitación de la primera mitad del siglo XX en Guayaquil, sumada a las censuras hechas por la iglesia, haya creado en algunos habitantes de la ciudad imaginarios del miedo en torno al sector, que les impidieron o les reprimieron el acercamiento a los lugares en donde pudo emerger el tango. No obstante, en la actualidad Medellín celebra la “intransigencia”, la pasión, la irreverencia de aquellos hombres y mujeres que a cuenta de disciplina, sacrificios y resistentes a las censuras defendieron, cultivaron, conservaron y difundieron el tango y su baile durante el transcurrir del siglo XX, permitiendo su tránsito y formando nuevos públicos para esta nueva centuria.
Guayaquil con sus cafés constituye una clave importante para comprender la evolución del tango en la ciudad. Las formas como se daba la difusión de la música en las primeras décadas del siglo XX, hicieron de su apropiación y consumo un asunto público, que se vivía principalmente en escenarios como el café o el bar. Con la evolución de los dispositivos tecnológicos, la aparición del LP y la distribución masiva, la música se empieza a escuchar en la casa, en el escenario privado y el café deja de ser el lugar protagónico para la difusión y consumo musical. Que se acaben los cafés no significa entonces que se acabe el tango, significa que cambia de escenario.
BARRIO ANTIOQUIA, TERRITORIO PARA LA MEMORIA DE LOS INMORTALES
De Medellín, probablemente el Barrio Antioquia es el que ha cambiado más veces de nombre. Inicialmente se llamó Malvinas, luego Corea, -cuando reubicaron allí a las prostitutas de Guayaquil y del resto de la ciudad‐, posteriormente lo llamaron Fundadores, años después Las Avenidas y hoy, mientras unos lo reconocen como Barrio Antioquia otros lo llaman Barrio Trinidad. No obstante, su cercanía con el aeropuerto Olaya Herrera, donde aconteció el memorable accidente que dio fin a la vida de Gardel, junto con la reubicación de la vida prohibida de las noches de Guayaquil a este barrio, y la declaratoria en 1995 como “sitio único de tolerancia” por el alcalde de aquella época, sumaron causas para evocar permanentemente, en el actual, en el de siempre Barrio Antioquia, los sonidos porteños que habitan las memorias de aquellos que encontraron en el tango la musicalización de sus propias historias.
Aunque se encuentra realmente en el barrio Santa Fe, El Patio del Tango, administrado por Alberto Correa, yerno de Don Aníbal Moncada -gestor y “Rey de la Milonga”‐ , es reconocido en Medellín como parte del Barrio Antioquia. Este lugar, visitado por públicos de diferentes procedencias lleva casi treinta años de tradición tanguera en este sitio, pues antes se ubicó en la zona de Guayaquil, complaciendo a jóvenes frenéticos que empeñaban sus libros universitarios para saciar el desenfrenado entusiasmo aguardientero propiciado por algunos tangos, entusiasmo despertado en los seguidores del sitio desde sus inicios en Guayaquil, hasta en directores de cine como Víctor Gaviria, quien lo utilizaría en un par de ocasiones como locación para filmar secuencias de sus reconocidas películas.
Hablar del tango en Barrio Antioquia es hablar del Gordo Anibal y el Patio del Tango. Aunque sus alrededores carguen el estigma de albergue de putas, homosexuales, ladrones y sicarios, El patio del Tango ha sido respetado, valorado y cada vez más visitado. Se encuentra allí otra esperanza para la conservación y divulgación del muy apreciado patrimonio de los habitantes de Medellín: el tango.
La historia del Patio del Tango en Medellín es no solo la historia de un bar, es la historia de un sueño, de su fundador Don Aníbal Gaviria, de su familia y de todos los que fueron y son parte de El Patio del Tango.
El negocio tiene 50 años, lo inició El Gordo Aníbal en Junín con Bolívar, cerca a donde hoy esta el bar La Payanca. Allí duró alrededor de 20 años y recuerdan que en el sector también se situaban otros bares de tango como el Belgrano 60-11, que era también de don Aníbal Moncada, y más adelante, quedaba El Escorpión.
Hace treinta años, Don Alberto Correa decidió fundar, y construir, junto con su suegro Aníbal, el Patio del Tango en el Barrio Antioquia. Escogieron el Barrio Antioquia porque la familia había comprado una casa en el sector y en tanto que en el negocio siempre había trabajado la familia, o los amigos del barrio, un traslado al Barrio Antioquia resultaba más favorable para todos: “Resultó el terreno y se compró, y en una piecita se hizo el estadero. El negocio lo abrieron con 75 mil pesos.”
Don Alberto cuenta que tres veces fue con su suegro a Buenos Aires: “él alcanzo a ir cinco veces, también fue dos veces a cuba porque el mismo Fidel Castro lo mando a llamar para que fuera a cantarle allá la canción Cosas de la vida”
Don Alberto cuenta que a su suegro sí le toco la época tanguera. Anibal era de Jericó, al igual que don Alberto y que otro hito del tango en Medellín: Manuel Mejía Vallejo. El Gordo Aníbal ahorraba mucho, “se hizo él solo y se dedicó a cantar, se fue para Buenos Aires en un viaje que le resultó, ya después los argentinos se venían para acá, el gordo Aníbal era muy mentado, el rey de la milonga, Armando Moreno, era muy compadre con él.” Cuenta que a su bar han venido muchos cantores, muchas orquestas, casi todos los argentinos que venían a Medellín donde el gordo Aníbal, se quedaban arriba del bar. Vino Beatriz del Campo, Marcelo Belini, Roberto Florio, Pablito Chin, todos venían al sitio, todos sabía que el gordo Aníbal estaba en el Barrio Trinidad, en el Barrio Antioquia porque en ese barrio murió Gardel.
Don Alberto cuenta que al Patio han venido personajes que muchos quisieran tener en sus locales: “la orquesta Donato Razziati, un Jorge Valdez, un Juan Carlos Godoy, un Falgazz, un Pepe Aguirre, viviendo aquí de lleno, comiendo, bebiendo y durmiendo, de aquí salían a cantar a Añoranzas, cuando quedaba ahí junto al Éxito, luego fue el Viejo Almacén, aquí venían los cantantes argentinos, se hospedaban y aquí buscaban trabajo y a las 2, 3 de la mañana volvían a la casa del gordo Aníbal. El gordo Aníbal fue el embajador del tango, por eso se llama el Patio del Tango.
La embajada de los argentinos del tango era esta. Ellos llegaban acá porque Aníbal conocía todo el espectáculo del tango y ellos necesitaban quien los orientara aquí y Aníbal era un referente para ellos porque todos los tangueros de Medellín conocían al gordo Aníbal como el del tango, él era un referente, el argentino que venía a venderse tenía que ponerse en manos de él y él se mataba por cualquier tanguero que viniera, lo hospedaba con todo y le buscaba trabajo, él les ayudaba, los vendía.”
Don Alberto resalta que el Patio sobrevivió a la época más dura en Medellín a pesar de su ubicación en un barrio popular y peligroso: “el Patio del Tango fue una isla, nunca se tocaba nada, aquí revientan y matan gente a una cuadra y hay guerras de bandas contra bandas pero este negocio jamás lo tocaron, nunca lo han tocado porque a don Aníbal lo respetaban mucho. Es un sitio de respeto en el Barrio Antioquia. Igual el tango ha estado relacionado con la barriada, no es de estrato seis ni cinco, conserva su esencia del malevo.”
Para él, la diferencia entre el Patio del Tango de Junín y el de Trinidad consiste en la clientela porque en Junín se iba a entrenar a los hijos, a tomar cerveza y aguardientico, y “Aníbal toda la vida fue muy amigable con todo el mundo, si alguien quería cantar les abría el micrófono, les daba licor en los libros, por eso toda la vida la gente lo quiso mucho.” Resalta que la gran diferencia del actual Patio del Tango es el restaurante, ”y como Aníbal fue carnicero se sabía todos los secretos de la carne… el machete es la carne, él me enseño a mí los secretos de la carne, la hago igualito a él y eso es lo que atrae la gente; los payancas son estilo argentino y el chimichurri es muy diferente a los que se conocen, la punta de anca se corta en estilo mariposa, uno acá almuerza y lleva para la casa.” Cuenta que la clientela de su bar no es del barrio, es de fuera del barrio, los del barrio se toman un tinto, un cigarrillo.”
Cuenta que la relación de su familia con el tango es una relación de sangre pues es un legado en las generaciones y hay ahijados y relaciones de familia que se tejieron a través del tango, a través de los argentinos que se quedaban en sus casas 4, 5, 6 meses o hasta dos años, cuenta que Armando Moreno estuvo seis meses y su hijo, que también es artista, Néstor Armando Moreno es ahijado de Aníbal y su esposa. “La relación de Aníbal con el Tango es una relación de sangre, está en nuestras raíces. Es decir que estas raíces hay que fortalecerlas, abonarlas.”
Hablar de la representación histórica que ha tenido Manrique frente al tango en Medellín, indudablemente, es hablar de la carrera 45 o del Epicentro del tango, gracias a su inicial semejanza en la imagen arquitectónica de sus fachadas con Caminito (barrio patrimonial tanguero de Buenos Aires, Argentina), y por la vida bohemia que empezó a generarse después de mediados del siglo pasado. Seguidamente, para el año setenta y tres, con la inauguración de La Casa Gardeliana – declarada Patrimonio Cultural y Monumento Histórico de Medellín en el año de 2002, construida por iniciativa del argentino Leonardo Nieto, su propietario- aportaría con sus innumerables iniciativas y gestiones, acontecimientos memorables que legitimarían no solo a La Casa Gardeliana sino a la carrera 45 como el Epicentro del tango en Medellín.
Tanto la carrera 45 como la casa han sido recorridas y reconocidas por
grandes personajes, entre los que pueden encontrarse el médico Oscar Jaime Lema, presidente de la Asociación Gardeliana de Colombia, el general Martín Balza -quien fuera embajador de Argentina en Colombia-, el señor José Rúa -uno de los grandes tangueros de Colombia‐, Alfonso Irial (“El Gardel de Manrique”), intérpretes como Anibal Troilo, Agustín Irusta, Hugo del Carril, Alberto Echagüe, Sexteto Tango, artistas locales como Fernando Botero y Enrique Grau, y sin duda, el de reconocidos escritores como Jorge Luís Borges y Mario Benedetti, quienes aún escapando al contexto musical reivindican y reivindicaron el apelativo tanguero que identifica a este sector de Manrique. A pesar de la transformación que vive esta zona de la ciudad con la construcción del MetroPlus, sigue conservándose como un referente tanguero y una huella en la geografía bohemia de la ciudad, es así como durante el Festival Internacional de Tango del 2008 se hizo un homenaje a Gardel en cabeza del reconocido compositor Horacio Ferrer, Presidente de la Academia Nacional del Tango en Argentina.
“La singular historia de la avenida principal del barrio Manrique (avenida Carlos Gardel), cuna del culto a Gardel, de donde han salido cantantes y pistoleros, escritores y raponeros, abogados y bailarinas”[3], sigue hoy construyéndose no solo con la continuidad que el señor Leonardo Nieto ha logrado darle a La Casa Gardeliana; también con iniciativas como la de Martha Alvarez quien entrada la década de los noventa, decide emprender su “sueño de tango” fundando el sitio conocido como El Balcón de los Artistas, que inicialmente emerge como una academia de baile de tango integrada por adultos, hoy un espacio en donde el arte de mover los cuerpos al compás de los ritmos porteños es puesto a disposición de las diferentes generaciones que conviven en Manrique. En éste balcón los niños encuentran un espacio alternativo para divertirse, aprender y, quizá sin advertirlo, divulgar el patrimonio tanguero que han ido construyendo propios y “extraños” dentro de la ciudad.
El Balcón de los Artistas se encuentra ubicado por el sector conocido como la Banca, existe desde 1992 cuando iniciaron su trabajo con los ritmos de salón. Martha Alvarez, la gestora y promotora de este proyecto cuenta que la idea de bailar tango en el barrio surge con el propósito de brindarle a los jóvenes una alternativa diferente en un momento histórico donde las ofertas estaban enmarcadas principalmente en la violencia y la delincuencia. Es así como a través de la concertación y el trabajo con un comité del barrio, Martha decidió transmitir a niños y jóvenes su conocimiento como bailarina de tango. Cuenta que desde el inicio se trabajó con bailes populares pero principalmente con niñas, el trabajo de inclusión de los niños en el baile fue un trabajo duro en un barrio donde aún perviven estigmas y censuras sobre los hombres como bailarines profesionales.
El Balcón de los Artistas ha crecido y adquirido reconocimiento en estos 16 años de trabajo, empezaron vendiendo empanadas para recoger fondos para el vestuario y en la actualidad, aunque continúan trabajando con mucho esfuerzo y pocos recursos, tienen el reconocimiento como bailarines profesionales, como una escuela con trayectoria y con un talento que ha cruzado fronteras. Así La Banca, expande las melodías tangueras más allá de la 45 para apropiarse de todo el barrio Manrique.
EL CENTRO “NUEVO FARO PARA EL TANGO”[4]
Hoy el centro de la ciudad es un lugar donde revive el tango. En el centro encontramos lugares tan importantes como El Salón Málaga, La Payanca, Adiós Muchachos, El Homero Manzi y La Boa. Así, alrededor de estos lugares, el centro conserva aún su carácter tanguero.
CASA CULTURAL DEL TANGO HOMERO MANZI
La esquina del Homero Manzi, como la llaman algunos tangueros, está ubicada en la carrera 41 con la calle Pichincha, este lugar trasciende las características de un bar y toma forma, como su nombre lo indica, de una casa cultural para el tango. El Homero Manzi con 21 años de existencia constituye en la actualidad, como lo plantea el doctor Francisco Duque “un faro para el tango” en Medellín, allí se reúne la Asociación Gardeliana de Colombia, se encuentran los bailarines para la milonga los jueves de cada semana y los novatos aprenden a bailar los sábados a las 11 am. Don Javier Ocampo, su propietario es en la actualidad uno de los principales representantes de los bares tangueros en la ciudad, convirtiéndose así en un gestor cultural para el tango a pesar del inmenso cambio que el ambiente tanguero a tenido a lo largo de los últimos años.
Conversando con Don Javier:
“Aquí en la ciudad de Medellín somos poquitos los sitios que hacemos tango. En este momento en los barrios no hay muchas actividades tangueras ni muchos sitios donde hacer tango aunque hace algún tiempo había bares en todos los barrios de la ciudad de Medellín; el bar más importante de cada barrio era el bar de tango, y en todos los parques de los barrios siempre había uno, en este momento ya son pocos pero sin embargo quedan, en Aranjuez por ejemplo hay sitios de tango, también en Manrique, por toda la 45 hay varios sitios, también por la América y en Belén”
Así, a pesar del cierre de muchos de estos bares, Don Javier señala un vuelco importante para el tango en los últimos años pues ha dejado de ser una música solo asociada con lo bohemio y el arrabal para pensarse como un asunto digno de ser analizado y reflexionado por sus oyentes, don Javier siente que ésta es una nueva situación que ha permitido que las nuevas generaciones se acerquen al tango: “La idea de asociar el tango solo con el arrabal se ha ido transformando enormemente debido al conocimiento real de qué es el tango, porque el tango es una música que como todas ha venido evolucionando en el último siglo y eso ha servido para que se tenga como un tema de estudio, entonces en el ámbito social ya no se toma como en los 40, o 50 que decían que los que escuchaban el tango era quienes se iban a suicidar o los aburridos.
Hasta hace unos 20 o 30 años uno se daba cuenta que la clientela que acudía a los sitios de tango era una clientela media baja, porque los sitios de tango eran realmente cantinas, bares, no habían sitios de tango con otro ambiente, con otra modalidad de hacer el tango, entonces en ese momento los clientes de las cantinas eran clases medias hacia abajo, en ese momento la clase alta iban a las funciones de los teatros, espectáculos o eventos que se realizaban en sitios mas cotizados. Hoy en día el tango dio un vuelco enorme, alrededor de los años 80 hacia acá, ha venido el tango tomando la posición que realmente le corresponde, o sea que debe ser escuchado y analizado; anteriormente el tango solo era para emborracharse, era un elemento más de la rumba y la borrachera pero nunca se detuvo como algo que podía entrar en el plano de lo cultural, de lo analítico. Hoy en día sí, hay muchos sitios donde la gente va con ese ánimo.
Yo tengo el reconocimiento de la juventud que ha estado muy concentradita, muy dedicada ha escuchar el tango, yo me quedo aterrado a veces de los jóvenes que llegan y se da uno cuenta que ha cambiado totalmente la percepción que la juventud tenía acerca del tango, que era para los viejos, que era música de aburridos, para tristes, que no hablaba si no de los desencantos de la vida, ya no, ya hay otra tendencia.”
A través de Don Javier, El Homero Manzi se ha convertido en uno de los más importantes gestores del tango en Medellín, pues además de ser la casa de la Asociación Gardeliana ha sido uno de los grandes promotores del Festival Internacional: “La persona encargada de los bares en el comité de apoyo fui yo, debía organizar una programación para los bares durante este festival. Yo plantee la posibilidad de organizar la ruta del tango, no a nivel de Medellín sino a nivel metropolitano. Eso tiene unas repercusiones muy positivas porque hay gente que no conoce muchos sitios y para los sitios tiene unas repercusiones muy positivas económicamente, que es de lo que viven los negocios del tango, y por otra parte la cultura de la ciudad porque en estos sitios se organizan muchas actividades culturales.
La cuestión del Festival es ya como por decreto, ya eso no tiene marcha atrás. Tendrá que haber otro decreto mejor que este y le voy a explicar el porqué: el primer festival del tango, el año pasado, tuvo más publicidad y reconocimiento a nivel internacional que la misma Feria de las Flores, o sea que para el conocimiento de la ciudad en el mundo y a nivel cultural, el festival de tango es el primer elemento.”
Cuando se habla del Málaga, una palabra resuena en el ambiente: Patrimonio. El Málaga, al igual que el Tango, constituye hoy para la ciudad un patrimonio que hace de territorios como el centro lugares con memoria e identidad. Por esto, actualmente se encuentra en la Dirección de Patrimonio un documento resultado de un proceso emprendido por Cesar Arteaga, propietario de este lugar, quien en compañía de profesionales como antropólogos e historiadores viene identificando y visibilizando los elementos patrimoniales del Málaga con el fin de alcanzar una declaratoria de este lugar como patrimonio inmaterial de la ciudad.
Anteriormente el Málaga estaba ubicado en la calle Maturín entre Abejorral y Junín, donde hoy en día queda el Éxito y el Parque San Antonio, allí estuvo durante unos 15 años y después, con la transformación del parque de San Antonio, el Málaga cambio de local. Sin embargo, el valor del Málaga no está en su local, sino en los elementos que lo conforman: la extensa galería de imágenes, su decoración y principalmente en la colección musical que durante 50 años el padre de Cesar, don Gustavo Arteaga, ha venido enriqueciendo a partir de su amor a la música. En este sentido la principal característica de este lugar es la colección de más de 7 mil discos de 78 revoluciones con música antigua. “El Málaga es el único negocio en el país que conserva la identidad de cómo eran los bares en los años 30, 40 y 50, el único negocio que tiene más de 7000 discos en 78, y que suenan en las rockolas originales, son 7 rockolas que están alrededor de todo el salón, de distintos géneros musicales cada una, donde se pone bolero, tango, la música antigua, los pasillos, música colombiana, instrumental y música lírica” Cesar Arteaga, Salón Malaga
Ser coleccionista implica comprender la estrecha relación que existe entre la música y la memoria pues como lo explica Cesar, un coleccionista no se hace por la cantidad de discos en una discoteca, sino por las vivencias que se evocan en cada canción.
“Para ser coleccionista debe haber un elemento primordial, y es comprender que cada disco es una vivencia en el tiempo. Cuando yo escucho un disco, y lo quiero tener, lo compro y lo meto en una rockola. Así fue como empezó mi papá: consiguió un tendidito de 50 discos para una rockola, y después escuchó otro disco y empezó a buscar esa música por todas partes, y depués de buscar resultaba encontrando no uno sino tres o cuatro discos, y la discoteca empezaba a incrementar. DE lo que se trata, entonces, es del disfrute de ese disco en el tiempo, en recordar un momento específico donde lo conseguí, lo disfruté, lo gozamos, lo cantamos, es decir, cada disco tiene una vivencia en el tiempo. No es tanto el número de discos, sino cómo disfruté cada disco. Ahí es donde se encuentra las relaciones de la música con la memoria, es un elemento de que te permite evocar el pasado, otros momentos.” Cesar Arteaga
Si bien el Málaga no es un lugar exclusivamente de tango, en los últimos años este espacio se ha convertido, al igual que El Homero Manzi, en un centro cultural donde se fomenta la cultura tanguera. Durante este año se han empezado a promover días de tango como el lunes y el sábado, este último es el día de la semana donde se escucha tango en vivo, un momento para disfrutar de la música y el baile, pero también una oportunidad para que los artistas locales se proyecten en la ciudad.
“Tenemos todos los sábados de tango desde las cuatro de la tarde con bailarines y cantantes de tango, esporádicamente se hacen milongas en un espacio grande y bonito que tenemos en el sótano, y tenemos una academia de tango donde hay unas 100 personas que vienen a bailar tango y a recibir clases los domingos desde las 9 de la mañana hasta las 5 de la tarde” César Arteaga.
Como lo expone César, el Málaga es “una empresa cultural”. Desde que César llegó a “recibirle” a su padre y a heredar en vida sus conocimientos y afectos musicales, ha querido imprimirle su sello al lugar:
“Con iluminar el negocio y poner cuadros, con eso empezó el cambio de Málaga, con eso y con que empezamos a buscar la línea cultural. Hasta el día de hoy, se puede hablar del Málaga como una empresa cultural, a la que vienen personajes de la talla de Jaime Jaramillo Panesso, Belisario Betancur, toda la gente de la administración municipal, los abogados, magistrados, profesores de las universidades, y muchos jubilados que vienen expresamente a buscar el ambiente y la música del Málaga .
Los negocios se van volviendo una moda, y todo lo que hemos hecho busca que el Málaga no sea una moda, que el Málaga sea una cosa que perdure, que la gente la respete, que venga un turista y diga: ‘Esto tiene fuerza, tiene identidad’, que lo vean las personas que vienen a bailar, que venir a bailar aquí es otra cosa por todo el sentimiento que se le han metido, el Málaga tiene mucha fuerza”. Cesar Arteaga
LA PAYANCA
Don Gilberto Vallejo, un amante del tango, inició el bar 9 de Julio en 1962, éste estaba ubicado en Guayaquil, en San Juan con Bolívar. Después de probar suerte en los Estados Unidos y de haber vendido su bar, pero no su música, regresa a la reconocida esquina de La Payanca, en Junín con Bomboná, en 1971, cuando compra el lugar hoy conocido como La Payanca, donde volvió a sonar la música del antiguo 9 de Julio
La Payanca es considerado por muchos tangueros como uno de los escenarios que mejor conserva el típico ambiente de los bares del viejo Guayaquil. A La Payanca se le caracteriza como uno de los “sobrevivientes”, un lugar donde solo se escucha música argentina, donde la rockola funciona, donde el cliente programa la música y una mujer lo acompaña a tomarse su trago y a escuchar sus tangos preferidos.
En La Payanca se reúnen todas las clases sociales, es un lugar de tránsito y por allí pasan sobre todo obreros, gente trabajadora que va rumbo a la estación del Metro o se baja de algún bus cerca a la avenida Oriental. A pesar de que este punto estratégico tiene una imagen de peligro en las noches, La Payanca es un lugar donde se puede estar tranquilo y don Gilberto tiene amigos taxistas de confianza que recomienda a sus clientes antes de salir.
Si bien para don Gilberto es claro que el tango no se va a morir en la ciudad, dice con cierta nostalgia, que no sabe qué va a ser de ese lugar cuando él se muera, a sus hijos no les gusta el tango y probablemente no se harán cargo de la tarea de conservar uno de los pocos bares sobrevivientes del tango del viejo Guayaquil.
ADIÓS MUCHACHOS
Este bar existe hace 20 años, y como todo patrimonio valorado, ha sido transmitido de padres a hijos: “Yo desde niño me enamore del tango, yo me crie escuchando tangos. De niño mi papa tenía unos bares en Guayaquil, el Valenton, el bar La reja y el bar Medellín”. Como lo cuenta Camilo Valencia, el actual propietario, la vena tanguera le vino por herencia de su padre quien hizo parte del capítulo tanguero de Guayaquil y “con las transformaciones urbanas” le toco cambiarse de lugar.
Ahora Adiós Muchachos se encuentra ubicado en la carrera 45, el palo, con la calle Bombona. Como en la mayoría de los lugares tangueros, en Adiós Muchachos nunca se para, se trabaja todos los días de 2 de la tarde a 2 de la mañana. Solo cierran cuando hay ley seca y jueves y viernes santo: “Todo el año funcionamos”.
Sobre la colección de tangos que tiene el bar, Camilo cuenta que ha sido un proceso en el cual su tío, su padre y él se ha venido haciendo una colección propia, pero como reconoce el insondable mundo del tango dice: “la colección se sigue haciendo porque todavía hay cosas que uno no tiene, de pronto llega un cliente que pide un tema, uno lo anota y trata de conseguirlo con los compañeros, los amigos del tango. Aquí compartimos mucho la música, intercambiamos”
Para Camilo el hecho de que los bares de tango ya no sean tantos en la ciudad no significa que el tango esté muriendo “A ver… los bares se acabaron pero la gente tanguera no. Tangueros hay muchos, incluso universitarios y gente joven… es que es difícil que se acabe el tango, es difícil, y si no fuera así ya habríamos tenido que cerrar”
Página en internet, “Medellín es tango” de la Red de Bibliotecas de Medellín, Área Metropolitana
Imágenes: (1) Monumento a la memoria de Carlos Gardel en el lugar de su muerte, el Aeropuerto Olaya Herrera de Medellín. Foto: Julián David Correa; (2) Detalle de la Estación del Ferrocarril de Antioquia en la Plaza de Cisneros en Medellín. Foto: Julián David Correa; (3) Edificios Vásquez y Carré en la Plaza de Cisneros de Medellín. Foto: Julián David Correa; (4) Fotograma de la película protagonizada por Carlos Gardel, Tango bar (John Reinhardt, 1935); (5) Fotografía de Homero Manzi; (6) Tita Merello en un fotograma de la película ¡Tango! (Luis Jose Moglia Barth, 1933)
[1] Natalia Quiceno Toro: Antropologa de la Universidad de Antioquia, actualmente estudia un doctorado en antropologia en el Museo Nacional de la Universidad Federal de Rio de Janeiro. Trabajó por cuatro años en el programa de Memoria y Patrimonio de la secretaria de Cultura de Medellin y esta vinculada al grupo de investigacion Colombia y el Mundo en 1935: «Cultura, Violencia y Territorio» del INER en la Universidad de Antioquia.
[2] En: Revista Credencial Historia Edición 206, Año 2007
[3] HOYOS, Juan José. “Las muchachas de la 45”. EL TIEMPO, 15 de Mayo de 1983.
[4] Frase del Doctor Francisco Duque, Presidente de la Academia Nacional de Tango. 2008