Natalia Quiceno: El tango en Medellín

TERRITORIOS TANGUEROS

Por: Natalia Quiceno Toro [1]

 

Dentro de los acontecimientos reseñados para el año 1935 por la prensa colombiana,  se destaca el 24 de junio el titular “Catástrofe Aérea en Medellín. Perecen el zorzal criollo Carlos Gardel, el piloto bogotano Ernesto Samper Mendoza, director de la Saco, y diecisiete personas más”[2]. Días antes se vivía en la ciudad una tensa  situación por la huelga general de los obreros de Antioquia, y sin embargo la muerte de Gardel el 24 de junio fue el hecho que quedo grabado en la memoria de la ciudad y del mundo para siempre.

Tras la tragedia del 24 de junio, no es gratuito que una de las representaciones más importantes a la hora de identificar a Medellín con el tango y al tango como un patrimonio de la ciudad, se de con la respuesta: “¡Porque aquí murió Gardel!”, razón suficiente y de peso para muchos, porque como lo reconoce la sabiduría popular, la muerte inmortaliza.  Ese lugar de la herencia, la transmisión de una huella y un referente de identificación, está ubicado en un acontecimiento histórico, que marcó a la ciudad y al tango: la muerte del Zorzal,  sin embargo, la marca que dejo Gardel en la ciudad trasciende su muerte. Podríamos decir que fue una muerte que le dio vida al tango para siempre: la pasión de muchos por el tango nació y se quedo en este intérprete, trascendiendo el disfrute de su música para convertirlo en una referencia simbólica y cultural e incluso en un santo de devoción, como lo era para el Gordo Aníbal, el fallecido “Rey del Tango” en Medellín.

Esa relación intensa y de vieja data entre el tango y la ciudad, motivó al programa de Memoria y Patrimonio de la Secretaria de Cultura Ciudadana de Medellín, a desarrollar un trabajo de investigación etnográfica sobre la vida tanguera en la ciudad. Con esta idea en mente, un equipo de antropólogos y documentalistas emprendimos, en el año 2008, un viaje por los escenarios tangueros de la ciudad, encontrando al paso grandes personajes, archivos sonoros, historias de barrio, propuestas artísticas e incluso proyectos museográficos. En las siguientes líneas compartimos un poco de este acercamiento que se divulgó a través del documental, Tango Medellín del documentalista Federico Benitez y en un informe de investigación que se puede consultar en la pagina de la red de bibliotecas de la ciudad de Medellin: http://www.reddebibliotecas.org.co/Cultura/Multimedias/tango/lecturas.html.

El tango en Medellín adquirió una identidad barrial específica desde su adopción. Inicialmente se reconoce a Guayaquil como la cuna tanguera, el principal escenario de  los bares  y  los cafés  encargados  de  difundir  el  género.  Con  las transformaciones  urbanas  del  centro, “el ensanche de San Juan”, como lo recuerdan los tangueros de Guayaquil,  y  el   crecimiento  de  otros  barrios obreros,  el  género musical fue  migrando y ampliando  la  geografía   tanguera   de la   ciudad,   y es en ese momento cuando entran al escenario barrios como La Toma,   Manrique,   Aranjuez,   Verona,   Lovaina,   El   Bosque,   Buenos   Aires,   Enciso   y   el   Barrio   Antioquia.

Estos   escenarios   tangueros   cambiaron   al   ritmo   de   la   transformación   urbana,   como le sucedió a  Guayaquil  y  como vuelve a suceder  hoy  en la avenida Carlos  Gardel,   más  conocida  como  la  45,  con la construcción  de  un  nuevo sistema  de  transporte; sin embargo,  reconocemos   que   las   transformaciones   no   significan   la   muerte   de   una  expresión  cultural,  y podemos ver  como   se vive  el  tango hoy   en   la ciudad.   En   el texto que presentamos, realizaremos un   recorrido   por   algunos   de   esos   lugares  que son representativos  para  la memoria  del tango  en  Medellín.

 

GUAYAQUIL    

“… tumbaron la Plaza y empezaron las reformas, porque nos llevó el ensanche. Así decimos  desde  que  volvieron  anchas  las  calles  estrechas,  nos  llevó  el ensanche.  ¿Dónde   está  mi  barrio,  mi  cuna  maleva,  /  donde  la  guarida, refugio de  ayer?  /  Borró  el  asfalto  de   una manotada / la vieja barriada que me vio nacer, dice “Puente Alsina”.Lo único que conozco,  tangos  y  perrerías.  Y  este barrio  de  Guayaquil,  pregunte  no  mas,  le sé  todas  sus  cosas.  Las  que  no  sepa se  las  invento.”

“Aire de Tango” de Manuel Mejía Vallejo

El   nacimiento   de   Guayaquil   data   de   finales   del   siglo   XIX   cuando   la   ciudad   giraba   en  torno a “la plaza de Berrío”, “centro que congregaba el poder económico político y eclesial  de  la  ciudad.  Allí  habitaba  la  gente  importante  de la  pequeña  Villa  y  los  que  no  lo  eran,  la  visitaban  en  las  fiestas  cívicas  y religiosas,  en  los  días  de  misa  y  de  mercado;   esta  última  actividad  le otorgó el carácter de centro comercial” (Naranjo y Villa, 1992). Esta  plaza  que  albergaba la principal  actividad  comercial  de  la  ciudad  en  la  época  debió cederle  espacio a  la naciente  plaza  de  Cisneros  en  el  año  1894  cuando  por  iniciativa  de   la rica  familia Amador  se  inicio  la  urbanización  del  barrio  Guayaquil.

En   esta   época   la   ciudad   crecía   a   medida   que   iban   llegando   campesinos,   turistas,   comerciantes   y   viajeros   de   diferentes   regiones   del   departamento   y   del   país. Guayaquil   era  el  primer  lugar  de  llegada  y  encuentro  de  estos  nuevos  habitantes,  gracias  a  que  en   1914   se   inaugura   la   estación   del   ferrocarril   en   el   sector.   Al   mismo   tiempo   se   fue   incrementando  la construcción  de  locales  comerciales,  hoteles  y  edificios  públicos,  que   fueron resignificando  este  barrio  como  una  nueva  centralidad  en  la  ciudad.  Esta época se identifica como una época de desarrollo comercial y urbano. “Guayaquil se había convertido   en   un   puerto   seco,   centro   de   negocios   y   de   encuentro,   era   éste   el   primer   lugar  que  la  ciudad  ofrecía  al  viajero,  era  la carta  de  presentación,  era  éste  el  lugar  que   convocaba   a   propios   y   a   extraños,   era   el   sitio   para   la   reunión   política,   dirigida   por  líderes de la región y del país” (Bedoya, 2001, 29)

A   mediados   del   siglo   XX   Guayaquil   era   el   principal   punto   de   encuentro   entre   los   ciudadanos.    Sin  embargo  la    misma  vitalidad  del  sector  empezó  a generar  la  imagen  de  Guayaquil como “nido de muchos males urgabos” (Naranjo y Villa, 1992) esta imagen promovida  por  la  iglesia  y  las  autoridades  locales fue configurando  una  nueva  identidad   para  el  sector  de  Guayaquil,  una  identidad bohemia  donde  tenía  lugar  la  transgresión  y   donde  “se fraguaban modos de vida que rompían con el pudor la vida monacal que aparentemente   había   caracterizado   a   Medellín.   La   música,   el   licor,   el   baile,   la   poesía,   los   juegos   prohibidos,   evidenciaban   la   existencia   de   otra moral   que   rápidamente   se   asoció   con   lo   criminal,   lo   malevo   y   lo   ilegal. Justamente   esta   asimilación  entre  otros  modos  de  vida,  y  si  se  quiere,  otra cultura,  con lo  ilegal,   llevó   a   que   al   lugar   se   le   diera   un   tratamiento   excluyente,   que desconocía   su  representatividad e importancia para la vida de la ciudad” (Naranjo y Villa, 1992, 30)

En   la   mayor   parte   de   los   terrenos   que   don   Carlos   Coriolano   Amador   poseía   en   Guayaquil “surgió   una   camada   de   artistas   populares,   maestros   en   la   interpretación   y   fabricación de la vihuela, músicos y compositores”   (Betancur,   2006,   11)   que   posteriormente,   después   de   la   década   del   veinte,   le   darían   a   sus   tonadas   forma   de   tango.   En   cafés   como   el Córdoba,   el   Roma,   El   Árabe,   Yocasta,   La   guerra   Santa,   Hollywood,  Regina o  Café  93,  empezaron  a  oírse  no  sólo  las  voces  provenientes  de  los   gramófonos  y  vitrolas,  sino  también  de  cantantes  que  hicieron  sus  primeros pinos  en  la   interpretación   de   ritmos   porteños.   Por   su   parte   los   más   clandestinos   hacían   lo   propio   en  las  aceras  afuera  de  los  bares,  caso particular  vivido  por  Caruso,  cantante  popular  de   la  época  muy  recordado por  su  amor  a  la  zarzuela,  género  que  precede  al  tango  y  que conforma  el híbrido  de  su surgimiento (Jaramillo  Panesso,  S.A,  55).

Entre  fox,  tango,  bolero  y  porro,  los  cafés  y  bares  de  Guayaquil  decidieron atender  a  su   ansioso   y   apasionado   público   aficionado   a   los   ritmos   porteños   y   a   la   bebida,   las   24 horas del día. Así, para los años treinta, “ […] el barrio era considerado  tierra  de  nadie, … las casas de las familias decentes cambiaron sus fachadas por las de un almacén o un  café,   armonizadas   con   las   notas   de   las   música   de   tangos   y   pasillo   que   sonaban   a cualquier hora.” (Betancur, 2006, p 90-91).   Lo   anterior   solo   hizo   que   aumentara   el   número de  consumidores  de  alcohol  no  solo  en  Guayaquil  sino  en  toda  la  ciudad.  Y es   que   dadas   las   condiciones   de   ubicación   de   Guayaquil,   en   donde   muy cerca   arribaban   mercancías   e   inmigrantes,   su   ambiente   bohemio   se   divulgaba  rápidamente   entre   la   gente,  capturando,  a  pesar  de  su  estigma negativo,  nuevos  públicos  para  el  tango.

Lo   anterior   continúo   por   varias   décadas   hasta   después   de   los   años   cincuenta,   pues   cuando   comenzaron   a   pensarse   y   a   ejecutarse   serias   reestructuraciones   en   la   ciudad,   algunos  bares  empezaron  a  desaparecer  y otros  fueron  reubicados.  Como  lo  narra  Don   Chepe  Rua  quien  le  atribuye  su amor  al  tango  a  su  nacimiento  en  este  barrio,  los  bares  se fueron acabando por el “ensanche”.

“Como pasó en la calle   Corrientes   en   Buenos   Aires,   lo   mismo   que   con   San   Juan   en   Medellín,   eran   calles   pequeñas   llenas   de   sitios   tangueros,   y   al   hacer   el   ensanche acabaron con los sitios tangueros… San Juan era estrecho, entonces tu salías de aquí del  Victoria  y  te  entrabas  aquí  al  San  Jorge,  te entrabas  aquí  a  la  Lunetta,  te   entrabas  al  Atlántico,  subías  más  arriba,  dabas

la  vuelta,  entrabas  al  bar  Los  Tangos   que   quedaba   ahí   más   arriba   el teatro Guayaquil,   más   arriba   quedaba   el   Galicia   que   fue  un  café  donde  en realidad  se  reunían  todos  los  Gays  pero  eran  unos    bailarines  de tango que parecía la hora de llegada” Testimonio de Chepe Rua, 2008.

Los  bares  de  Guayaquil se  encontraban  en  sectores  específicos  y  aparecen vivos  en  la   memoria  de  tangueros  como  Don  Chepe    Rúa    quien  nació  y  se crió  a  ritmo  de  tango  en   el  viejo  Guayaquil:  El  café  tropical,  un  café  de  12 puertas  ubicado  en  Cúcuta  con  San  Juan,   cerca  a  lo   que  era  el  pasaje  Sucre, encima  del  tropical  había  una  academia, donde  enseñaban  a   bailar   boleros,   porros,   tangos.   También   estaban   el   café   Estambul,   La   danza   roja,   El   Armenonville,  El  San  Jorge,  El  San Francisco,  El  Cisneros,  El  Victoria,  La Lunnetta,  La   Gayola,    El  Pigal.  Por  el Vásquez  y  el  Carre  estaban El  Dandy, El Árabe,  El  Santa  Cruz,   El  Córdoba, El  Perro  Negro.

Hasta   el   85   El   Pasaje   Coltejer   por   las   peleterías   estaba   lleno   de   bares,   estaba   El   Gaucho,   el   Surrambay,   Tango   bar,   Triana,   Marion,   Las   vegas,   Tabariz,   Tarky,   Tangolandia,  San  Marino,  Ayacucho,  Kenedy.  Por  Bolívar entre los  huesos  y  San  Juan,    donde  anteriormente  estaba  el Ferrocarril   de  Amaga, ahí  se  forma  una  callecita  en  el  año  48.  La Calle  de los Tambores,  en  esa   calle  habían  cafés  donde  se  escuchaba   boleros,  tangos  y porros. En  lo  que hoy es  Barrio Triste estaba  El  Café  los  dos  amigos,  El Faraón,  El as de copas y otros que ya don Chepe no recuerda.

Don Chepe explica que para todos estos cafés había clientes pues Guayaquil era el corazón de la industria, el corazón del centro en los años 40 “Alrededor  habían muchas fabricas, estaba Postobon, Gaseosas Luz, la Planta de Leche, Indulana, estaba la plaza de mercado, el ferrocarril de Antioquia.” Alrededor habían muchos obreros porque como dice Don Chepe “el tango es del pueblo, el tango nunca fue de los oligarcas”. En  Guayaquil  también se encontraban ubicados los principales   teatros   donde   se   difundía   el   cine   y   con   él   el   tango,  “En  Bolívar  se encontraban  Los  Teatros  Granada,  Medellín,  Guayaquil  donde  la   gente   veía   las   películas.”   Don   Francisco   Duque   presidente   de   la   Academia   Nacional   de   Tango   cuenta   como   su   padre   le   narraba   que   en   la   época   del   cine   en   Guayaquil, los   espectadores    pedían  que    repitieran  una    y  varias    veces los  fragmentos  de  las  películas   donde  aparecían  los  artistas  interpretando  los tangos.

Entre  los  cafés  de  Guayaquil  encontramos  dos  casos  muy  conocidos  en  la ciudad  como   el  Café  Málaga  que  aunque  no  se  encuentra  en  el  sitio  original, su  territorio  hace  parte   de   las   fronteras   del   viejo   Guayaquil,   el   cual   el   año   pasado   celebró   medio   siglo   de   tradición   con   más   de   siete   mil   discos   de   78   revoluciones   en   colección. Con igual tradición está el caso de El   Patio   del   Tango,   que   después   de   estar   ubicado   por   veinte   años   en   Junín   entre   Amador   y   Maturín  – en   el   reconocido   Sótano-   se   trasladó   al   Barrio Antioquia.   Otros   bares   no   corrieron   la   misma   suerte   pero   hoy   siguen   presentes   en   la   memoria  de  los  amantes  del  tango.

Como   narra   don   Alberto   Correa,   los   lugares   en   el   centro   se   acabaron   por muchas   razones:  “la  inseguridad,  el  billete,  no  es  lo  mismo  uno  ya  con cuarenta  años  o  cincuenta  e   irse   para   Guayaco,   ya   guayaco   es   diferente,   no   hay   donde   oír   música,   ya   no   existe   ni   el   Tango,   ni   el   Perro   Negro, ni el   Escorpión,   ya   esos   lugares   se   han   acabado,   eso   fue   hace   mucho   tiempo,   lugares   muy   viejos. Las   calles   han   cambiado   mucho,   por   ejemplo   en   Carabobo   no   hay   ni   vía   para   carros,   por   Junín   hay   es   algo   de   salud,   unos   se   volvieron   bibliotecas, hay   muchos   lugares   que   eran   insignias   para   el   tango   y   ahora   son   parques   recreativos,  todo  se  va acabando.” Alberto  Correa.  El  Patio  del  Tango

Es   probable   que   la   agitación   de   la   primera   mitad   del siglo   XX   en   Guayaquil,   sumada   a   las   censuras   hechas   por   la   iglesia,   haya   creado   en   algunos   habitantes   de   la   ciudad   imaginarios   del   miedo   en   torno   al   sector,   que   les   impidieron   o   les   reprimieron   el   acercamiento   a   los   lugares   en   donde   pudo   emerger   el   tango.   No   obstante,   en   la  actualidad Medellín celebra la “intransigencia”, la pasión, la irreverencia de aquellos hombres y mujeres que a cuenta   de   disciplina,   sacrificios   y   resistentes   a   las   censuras   defendieron,   cultivaron,   conservaron   y   difundieron   el   tango   y   su baile   durante   el   transcurrir  del  siglo  XX,  permitiendo  su  tránsito  y formando nuevos  públicos  para  esta   nueva  centuria.  

Guayaquil  con  sus  cafés  constituye  una  clave  importante  para  comprender  la evolución   del  tango  en  la  ciudad.  Las  formas  como  se  daba  la  difusión  de  la música  en  las  primeras   décadas  del  siglo  XX,  hicieron  de  su  apropiación  y consumo  un  asunto público,  que  se   vivía principalmente   en   escenarios   como el   café   o   el   bar.   Con la evolución   de   los dispositivos   tecnológicos,   la   aparición   del   LP   y   la distribución   masiva,   la   música   se   empieza   a   escuchar   en   la   casa,   en   el   escenario   privado   y   el   café   deja   de   ser   el   lugar   protagónico   para   la   difusión   y   consumo   musical.   Que   se   acaben   los   cafés   no   significa   entonces  que  se  acabe  el  tango,  significa que  cambia de  escenario.

 

BARRIO  ANTIOQUIA,  TERRITORIO  PARA  LA  MEMORIA  DE  LOS INMORTALES

De   Medellín,   probablemente   el   Barrio   Antioquia   es   el   que   ha   cambiado   más veces de nombre. Inicialmente se llamó Malvinas, luego Corea, -cuando reubicaron   allí   a   las   prostitutas   de   Guayaquil   y   del   resto   de   la   ciudad‐,   posteriormente   lo   llamaron   Fundadores,  años  después  Las  Avenidas  y  hoy, mientras  unos  lo  reconocen  como  Barrio Antioquia   otros   lo   llaman   Barrio   Trinidad.   No   obstante,   su   cercanía   con   el   aeropuerto   Olaya  Herrera, donde aconteció  el  memorable  accidente  que  dio  fin  a  la  vida  de  Gardel, junto  con la reubicación  de  la  vida  prohibida  de  las  noches  de  Guayaquil  a  este  barrio,  y   la   declaratoria en 1995 como “sitio único de tolerancia” por el alcalde de aquella época, sumaron causas para evocar permanentemente, en el actual, en el de siempre   Barrio   Antioquia,   los   sonidos   porteños   que   habitan   las   memorias de   aquellos   que   encontraron  en  el  tango  la  musicalización  de  sus  propias historias.

Aunque  se  encuentra  realmente  en  el  barrio  Santa  Fe,  El  Patio  del  Tango, administrado   por  Alberto  Correa,  yerno  de  Don  Aníbal  Moncada  -gestor  y “Rey de la Milonga”‐  ,  es   reconocido   en   Medellín   como   parte   del   Barrio   Antioquia.   Este   lugar,   visitado   por   públicos   de   diferentes   procedencias   lleva   casi   treinta   años   de   tradición   tanguera   en   este   sitio,   pues   antes   se ubicó   en   la   zona   de   Guayaquil,   complaciendo   a   jóvenes   frenéticos   que   empeñaban   sus   libros   universitarios   para   saciar   el   desenfrenado   entusiasmo  aguardientero  propiciado  por  algunos  tangos,  entusiasmo despertado en los seguidores  del  sitio  desde sus  inicios  en  Guayaquil,   hasta  en directores  de  cine  como  Víctor  Gaviria,  quien  lo utilizaría   en  un  par  de ocasiones  como  locación  para  filmar  secuencias  de  sus  reconocidas  películas.

Hablar   del   tango   en   Barrio   Antioquia   es   hablar   del   Gordo   Anibal   y   el   Patio   del   Tango.   Aunque   sus   alrededores   carguen   el   estigma   de   albergue de   putas,   homosexuales,   ladrones   y   sicarios,   El   patio   del   Tango   ha   sido   respetado,   valorado   y   cada   vez   más   visitado.   Se   encuentra   allí   otra   esperanza para   la   conservación   y   divulgación   del   muy  apreciado patrimonio  de  los  habitantes  de  Medellín:  el  tango.

La  historia  del  Patio  del  Tango  en  Medellín  es  no  solo  la  historia  de  un  bar, es   la   historia   de   un   sueño,   de   su   fundador   Don   Aníbal   Gaviria,   de   su   familia   y   de  todos   los  que  fueron  y  son  parte  de  El  Patio  del  Tango.

El   negocio   tiene   50   años,   lo   inició   El   Gordo   Aníbal   en   Junín   con   Bolívar,   cerca   a   donde   hoy  esta  el  bar  La  Payanca.  Allí  duró  alrededor  de 20  años  y  recuerdan  que  en  el   sector también   se   situaban   otros   bares   de   tango   como   el   Belgrano   60-11,   que   era   también  de  don  Aníbal Moncada,  y más  adelante,  quedaba  El  Escorpión.

Hace  treinta  años,  Don  Alberto  Correa  decidió  fundar,  y  construir,  junto   con su  suegro  Aníbal,  el  Patio del Tango  en  el Barrio Antioquia. Escogieron el Barrio Antioquia porque  la  familia  había comprado  una  casa  en  el  sector  y en tanto que en el negocio siempre había trabajado  la  familia,  o  los  amigos  del   barrio,   un traslado al Barrio Antioquia resultaba más favorable para todos: “Resultó   el   terreno   y   se   compró,   y en   una   piecita   se   hizo   el   estadero. El negocio   lo   abrieron   con   75   mil   pesos.”

Don  Alberto  cuenta  que tres veces  fue  con  su  suegro a  Buenos Aires: “él alcanzo   a  ir  cinco  veces,  también  fue  dos  veces  a  cuba  porque  el  mismo Fidel  Castro  lo  mando  a   llamar  para  que  fuera  a  cantarle allá la canción Cosas de la vida

Don Alberto cuenta  que  a  su  suegro  sí  le  toco  la  época  tanguera.  Anibal  era de  Jericó,  al igual  que   don   Alberto  y   que   otro   hito   del   tango   en   Medellín: Manuel Mejía Vallejo. El Gordo Aníbal  ahorraba  mucho,  “se  hizo  él  solo  y  se dedicó  a cantar,  se  fue  para  Buenos  Aires  en   un   viaje   que   le   resultó,   ya   después   los   argentinos   se   venían   para   acá,   el   gordo   Aníbal   era   muy mentado,  el  rey de la  milonga,  Armando  Moreno,  era  muy  compadre  con  él.” Cuenta   que  a  su  bar han  venido  muchos  cantores,  muchas  orquestas,  casi todos  los  argentinos   que   venían   a   Medellín   donde   el   gordo   Aníbal,   se   quedaban   arriba   del   bar.  Vino   Beatriz   del   Campo,   Marcelo   Belini,   Roberto Florio,   Pablito   Chin, todos venían   al   sitio,  todos sabía   que   el   gordo   Aníbal   estaba   en   el   Barrio   Trinidad,   en   el   Barrio   Antioquia   porque   en   ese   barrio   murió  Gardel.

Don  Alberto  cuenta  que  al  Patio  han  venido  personajes  que  muchos  quisieran tener en sus locales: “la  orquesta  Donato  Razziati,  un  Jorge  Valdez,  un  Juan Carlos  Godoy,  un   Falgazz,   un   Pepe   Aguirre,   viviendo   aquí   de   lleno,   comiendo,   bebiendo   y   durmiendo,   de aquí   salían  a  cantar  a  Añoranzas, cuando  quedaba  ahí  junto  al  Éxito,  luego  fue  el  Viejo  Almacén,   aquí  venían  los cantantes  argentinos,  se  hospedaban  y  aquí  buscaban  trabajo  y  a  las  2,  3  de   la   mañana   volvían   a   la   casa   del   gordo   Aníbal.   El   gordo   Aníbal   fue   el   embajador   del   tango,   por  eso  se  llama  el  Patio  del  Tango.

La  embajada  de  los  argentinos  del  tango  era  esta.  Ellos  llegaban  acá  porque Aníbal  conocía   todo  el  espectáculo  del  tango  y  ellos  necesitaban  quien  los orientara  aquí  y  Aníbal  era  un   referente   para   ellos   porque   todos   los   tangueros   de   Medellín   conocían   al   gordo   Aníbal   como   el   del   tango,   él   era   un   referente,   el   argentino   que   venía   a   venderse   tenía   que   ponerse en  manos  de  él  y  él  se  mataba  por  cualquier  tanguero  que  viniera,  lo hospedaba   con  todo  y  le  buscaba  trabajo,  él  les  ayudaba,  los  vendía.”

Don Alberto resalta  que  el  Patio  sobrevivió  a  la  época  más  dura  en  Medellín  a  pesar  de  su  ubicación   en   un   barrio   popular   y   peligroso: “el   Patio   del   Tango   fue   una   isla,   nunca   se   tocaba   nada,   aquí   revientan   y   matan   gente a   una   cuadra   y   hay   guerras   de   bandas   contra   bandas   pero   este   negocio jamás   lo   tocaron,   nunca   lo   han   tocado   porque   a   don   Aníbal   lo   respetaban   mucho.  Es  un  sitio  de  respeto  en  el  Barrio  Antioquia.  Igual   el tango  ha  estado  relacionado   con  la  barriada,  no  es  de  estrato  seis  ni  cinco, conserva  su  esencia  del  malevo.”

Para   él,   la   diferencia   entre   el   Patio   del   Tango  de   Junín   y   el de   Trinidad consiste  en  la  clientela  porque  en  Junín  se iba  a  entrenar  a  los hijos,  a  tomar cerveza  y aguardientico,   y “Aníbal   toda   la   vida   fue   muy   amigable   con   todo el   mundo,   si   alguien   quería   cantar   les   abría   el   micrófono,   les   daba   licor   en   los   libros,   por   eso   toda   la   vida   la   gente   lo   quiso   mucho.”   Resalta   que la   gran   diferencia   del   actual   Patio   del   Tango   es   el   restaurante, ”y   como   Aníbal   fue   carnicero   se   sabía   todos   los   secretos   de   la carne… el   machete  es  la  carne,  él  me  enseño  a  mí  los  secretos  de  la  carne,  la hago  igualito  a  él  y  eso   es  lo  que  atrae  la  gente;  los  payancas  son  estilo argentino  y  el  chimichurri  es  muy  diferente   a   los   que   se   conocen,   la   punta   de   anca   se   corta   en   estilo   mariposa,   uno   acá   almuerza   y   lleva   para   la   casa.”   Cuenta   que   la   clientela   de   su   bar   no   es   del   barrio,   es   de   fuera   del   barrio,  los  del  barrio  se  toman  un  tinto,  un  cigarrillo.”

Cuenta  que  la  relación  de  su  familia  con  el  tango  es  una  relación  de  sangre pues  es  un   legado   en   las   generaciones   y   hay   ahijados   y   relaciones   de   familia   que   se   tejieron   a   través  del  tango,  a  través  de  los  argentinos  que se  quedaban  en  sus  casas  4, 5, 6 meses   o   hasta   dos   años,   cuenta   que   Armando   Moreno   estuvo   seis   meses   y   su   hijo,   que   también   es   artista,   Néstor   Armando   Moreno   es   ahijado   de   Aníbal   y   su   esposa. “La   relación de  Aníbal  con  el  Tango  es  una  relación  de  sangre,  está  en  nuestras  raíces.  Es decir   que  estas  raíces  hay  que  fortalecerlas,  abonarlas.”

 

MANRIQUE, HUELLA  GARDELIANA

Hablar   de   la   representación   histórica   que   ha   tenido   Manrique   frente   al   tango   en   Medellín,  indudablemente,  es  hablar  de  la  carrera  45  o  del Epicentro  del  tango,  gracias  a   su  inicial  semejanza  en  la  imagen arquitectónica  de  sus  fachadas  con   Caminito  (barrio   patrimonial  tanguero  de Buenos  Aires,  Argentina),  y  por  la  vida  bohemia  que  empezó  a   generarse después  de  mediados  del  siglo  pasado.  Seguidamente,  para  el  año  setenta  y   tres,   con   la   inauguración   de   La Casa   Gardeliana   – declarada   Patrimonio   Cultural   y   Monumento   Histórico   de   Medellín   en   el   año   de   2002,   construida   por   iniciativa   del   argentino  Leonardo  Nieto, su  propietario- aportaría  con  sus  innumerables  iniciativas  y   gestiones,  acontecimientos   memorables  que  legitimarían  no  solo  a La  Casa  Gardeliana sino  a  la  carrera 45  como  el  Epicentro  del  tango  en  Medellín.

Tanto  la  carrera 45 como  la  casa  han  sido  recorridas  y  reconocidas  por

grandes personajes, entre   los   que   pueden   encontrarse   el  médico  Oscar Jaime Lema,  presidente de  la  Asociación  Gardeliana  de  Colombia,  el   general   Martín Balza   -quien   fuera   embajador   de   Argentina   en   Colombia-, el señor José   Rúa -uno   de   los   grandes   tangueros   de   Colombia‐, Alfonso Irial (“El Gardel de Manrique”), intérpretes como Anibal Troilo, Agustín Irusta, Hugo  del  Carril, Alberto  Echagüe,  Sexteto  Tango,  artistas  locales  como  Fernando   Botero  y Enrique  Grau,  y  sin  duda,  el  de  reconocidos  escritores como  Jorge Luís  Borges y  Mario  Benedetti,  quienes  aún  escapando  al  contexto  musical  reivindican  y   reivindicaron  el  apelativo  tanguero  que  identifica  a  este  sector  de  Manrique.   A  pesar   de  la  transformación  que  vive  esta  zona  de  la  ciudad  con  la construcción  del  MetroPlus,   sigue conservándose   como   un   referente   tanguero   y   una huella   en   la   geografía   bohemia  de  la  ciudad,  es  así  como durante el  Festival  Internacional  de  Tango  del  2008 se  hizo un homenaje a   Gardel    en  cabeza  del    reconocido  compositor Horacio  Ferrer, Presidente  de  la Academia  Nacional  del  Tango  en  Argentina.

“La singular historia de la avenida principal del barrio Manrique (avenida  Carlos Gardel), cuna   del   culto   a   Gardel,   de   donde   han   salido   cantantes   y   pistoleros, escritores   y  raponeros,   abogados   y   bailarinas”[3],   sigue   hoy   construyéndose   no   solo   con   la  continuidad  que  el  señor  Leonardo  Nieto  ha logrado  darle  a La  Casa  Gardeliana;  también  con   iniciativas   como   la   de   Martha   Alvarez   quien   entrada   la   década   de   los   noventa,  decide emprender su “sueño de tango” fundando el sitio conocido como El   Balcón   de  los  Artistas,   que  inicialmente  emerge  como  una  academia  de  baile  de  tango  integrada  por adultos,   hoy   un   espacio   en   donde   el   arte   de   mover   los   cuerpos   al   compás   de   los  ritmos   porteños   es   puesto   a   disposición   de   las   diferentes generaciones   que   conviven  en   Manrique.   En   éste   balcón   los   niños   encuentran   un   espacio alternativo para divertirse,  aprender  y,  quizá  sin  advertirlo,  divulgar  el  patrimonio  tanguero  que  han  ido  construyendo propios y “extraños” dentro de la ciudad.

El  Balcón  de  los  Artistas  se  encuentra  ubicado  por  el  sector conocido como la Banca, existe  desde  1992  cuando  iniciaron  su  trabajo  con  los  ritmos de  salón. Martha Alvarez, la gestora  y  promotora  de  este  proyecto  cuenta  que la  idea  de bailar tango en el barrio surge con el propósito de brindarle a los jóvenes una alternativa diferente en un momento histórico donde las ofertas estaban   enmarcadas principalmente en la violencia  y  la  delincuencia. Es  así  como  a  través  de  la  concertación  y  el  trabajo  con  un comité   del barrio,   Martha   decidió   transmitir   a   niños   y   jóvenes   su   conocimiento como bailarina   de   tango.   Cuenta   que   desde   el   inicio   se   trabajó   con   bailes   populares pero principalmente  con  niñas,  el  trabajo  de  inclusión  de  los  niños en  el  baile fue un  trabajo duro en un barrio donde aún perviven estigmas y censuras sobre los hombres como bailarines  profesionales.

El   Balcón   de   los   Artistas   ha   crecido   y   adquirido   reconocimiento   en   estos   16   años   de trabajo,  empezaron  vendiendo  empanadas  para  recoger fondos  para  el  vestuario  y  en la   actualidad,   aunque   continúan   trabajando   con   mucho   esfuerzo   y   pocos   recursos, tienen   el   reconocimiento   como   bailarines   profesionales,   como   una   escuela   con   trayectoria   y   con   un   talento   que   ha   cruzado   fronteras.   Así   La   Banca,   expande   las melodías  tangueras  más  allá  de  la  45  para  apropiarse  de  todo  el  barrio  Manrique.

 

EL  CENTRO “NUEVO FARO PARA EL TANGO”[4]

Hoy  el  centro  de  la  ciudad  es  un  lugar  donde  revive  el  tango. En el centro encontramos  lugares  tan   importantes   como   El   Salón   Málaga,   La   Payanca,   Adiós   Muchachos,   El   Homero   Manzi   y   La  Boa.  Así,  alrededor  de  estos  lugares,  el  centro  conserva  aún  su  carácter  tanguero.

 

CASA  CULTURAL  DEL  TANGO  HOMERO  MANZI

La   esquina   del   Homero   Manzi,   como   la   llaman   algunos   tangueros,   está   ubicada   en   la   carrera   41   con   la   calle   Pichincha,   este   lugar   trasciende   las   características   de   un   bar   y   toma  forma,  como  su  nombre  lo  indica,  de una casa  cultural  para  el  tango. El  Homero Manzi con  21  años  de existencia constituye  en  la  actualidad,  como  lo  plantea  el  doctor Francisco Duque “un faro para el tango” en Medellín, allí se reúne la Asociación Gardeliana de Colombia,  se encuentran  los  bailarines  para  la  milonga  los  jueves  de  cada   semana  y  los novatos  aprenden  a  bailar  los  sábados  a  las  11  am. Don  Javier  Ocampo,  su   propietario   es   en   la   actualidad   uno   de   los   principales   representantes   de   los   bares   tangueros  en  la  ciudad,  convirtiéndose  así  en  un  gestor  cultural para  el  tango  a  pesar  del  inmenso  cambio  que  el  ambiente  tanguero  a  tenido a  lo  largo  de  los  últimos  años.

Conversando  con  Don  Javier:

“Aquí   en   la   ciudad   de   Medellín   somos   poquitos   los   sitios   que   hacemos   tango.   En   este   momento   en   los   barrios   no   hay   muchas   actividades   tangueras   ni   muchos   sitios   donde   hacer  tango  aunque  hace  algún  tiempo había  bares  en  todos  los  barrios  de  la  ciudad  de   Medellín;  el  bar  más importante  de  cada  barrio  era  el  bar  de  tango,  y  en  todos  los  parques   de   los   barrios   siempre   había   uno,   en   este   momento   ya   son   pocos   pero   sin embargo quedan,  en  Aranjuez  por  ejemplo  hay  sitios  de  tango,  también  en Manrique,  por  toda  la  45   hay  varios  sitios,  también  por  la  América  y  en Belén”

Así,   a   pesar   del   cierre   de   muchos   de   estos   bares,   Don   Javier   señala   un vuelco   importante   para   el   tango   en   los   últimos   años   pues   ha   dejado   de ser   una   música   solo   asociada   con   lo   bohemio   y   el   arrabal   para   pensarse   como   un   asunto   digno   de   ser   analizado   y   reflexionado   por   sus oyentes,   don   Javier   siente   que   ésta   es   una   nueva   situación   que   ha   permitido   que   las   nuevas   generaciones   se   acerquen   al   tango: “La   idea  de asociar  el   tango   solo   con   el   arrabal   se   ha   ido   transformando enormemente   debido   al   conocimiento  real  de  qué  es  el  tango,  porque  el tango es  una  música  que  como  todas  ha   venido  evolucionando  en  el  último siglo  y eso  ha  servido  para  que  se  tenga  como  un  tema   de   estudio,   entonces   en   el   ámbito   social   ya   no   se   toma   como   en   los   40,   o   50   que decían   que  los que  escuchaban  el  tango  era  quienes  se  iban  a  suicidar  o  los aburridos.

Hasta  hace  unos  20  o  30  años  uno  se  daba  cuenta  que  la  clientela  que acudía  a  los  sitios  de   tango   era   una   clientela   media   baja,   porque   los   sitios   de   tango   eran   realmente   cantinas,   bares,  no  habían  sitios  de  tango con  otro  ambiente,  con  otra  modalidad  de  hacer  el  tango,   entonces   en   ese   momento   los   clientes   de   las   cantinas   eran   clases   medias   hacia   abajo,   en ese  momento  la  clase  alta  iban  a  las  funciones  de  los  teatros,  espectáculos  o eventos  que   se  realizaban  en  sitios  mas  cotizados.  Hoy  en  día  el  tango  dio un  vuelco  enorme,  alrededor de los años 80 hacia acá, ha venido el tango tomando la posición que realmente le corresponde, o sea  que   debe   ser   escuchado   y   analizado;   anteriormente   el   tango   solo   era   para   emborracharse,   era   un   elemento   más   de   la   rumba   y   la   borrachera   pero   nunca   se   detuvo  como  algo  que  podía  entrar  en  el  plano  de  lo  cultural,  de lo  analítico.  Hoy  en  día  sí,   hay  muchos  sitios  donde  la  gente  va  con  ese ánimo.

Yo   tengo   el   reconocimiento   de   la   juventud   que   ha   estado   muy   concentradita,   muy   dedicada  ha  escuchar  el  tango,  yo  me  quedo  aterrado  a veces  de  los  jóvenes  que  llegan  y   se  da  uno  cuenta  que  ha  cambiado totalmente  la  percepción  que  la  juventud  tenía  acerca   del   tango,   que   era   para   los   viejos,   que   era   música   de   aburridos,   para   tristes,   que   no   hablaba  si  no  de  los  desencantos  de  la  vida,  ya  no,  ya  hay  otra  tendencia.”

A   través   de   Don   Javier,   El   Homero   Manzi   se   ha   convertido   en   uno   de   los   más   importantes   gestores   del   tango   en   Medellín,  pues   además   de   ser la   casa   de   la   Asociación   Gardeliana   ha   sido   uno   de   los   grandes   promotores   del   Festival   Internacional: “La   persona   encargada   de   los   bares en   el   comité   de   apoyo   fui   yo,   debía   organizar   una   programación   para   los   bares   durante   este   festival.   Yo   plantee   la   posibilidad  de  organizar la ruta  del  tango,  no  a  nivel  de Medellín  sino  a  nivel  metropolitano.   Eso  tiene unas  repercusiones  muy  positivas  porque  hay  gente  que  no  conoce  muchos sitios y  para  los  sitios  tiene  unas  repercusiones  muy  positivas económicamente,  que  es  de  lo  que   viven  los  negocios  del  tango,  y  por  otra parte  la  cultura  de  la  ciudad  porque  en  estos  sitios   se  organizan  muchas actividades  culturales.

La   cuestión   del   Festival   es   ya   como por   decreto, ya   eso   no   tiene   marcha atrás.   Tendrá   que   haber   otro   decreto   mejor   que   este   y   le   voy   a   explicar   el   porqué:   el   primer   festival   del   tango,  el  año  pasado,  tuvo  más  publicidad  y  reconocimiento  a  nivel  internacional  que  la   misma   Feria   de   las   Flores,   o   sea   que   para   el   conocimiento   de   la   ciudad   en   el   mundo   y a   nivel  cultural,  el  festival  de  tango  es  el  primer  elemento.”

 

EL  SALÓN  MÁLAGA

Cuando   se   habla   del   Málaga, una   palabra   resuena   en   el   ambiente:   Patrimonio.   El Málaga,  al    igual  que  el  Tango,  constituye hoy  para  la  ciudad un  patrimonio  que  hace  de   territorios  como  el  centro  lugares  con  memoria  e identidad. Por  esto,  actualmente  se   encuentra   en   la   Dirección   de   Patrimonio   un   documento   resultado   de   un   proceso   emprendido   por   Cesar   Arteaga,   propietario   de   este   lugar,   quien   en   compañía   de   profesionales  como  antropólogos  e  historiadores  viene  identificando  y visibilizando  los   elementos patrimoniales   del   Málaga   con   el   fin   de   alcanzar una declaratoria de este lugar  como  patrimonio  inmaterial  de  la  ciudad.

Anteriormente   el   Málaga   estaba   ubicado   en   la   calle   Maturín   entre   Abejorral   y   Junín,   donde  hoy  en  día  queda  el  Éxito  y  el  Parque  San Antonio, allí estuvo durante unos  15   años  y  después,  con  la  transformación  del  parque de  San  Antonio,  el  Málaga  cambio  de   local.  Sin  embargo,  el  valor  del  Málaga no  está  en  su  local,  sino  en  los  elementos  que  lo conforman: la   extensa   galería   de   imágenes,   su   decoración   y   principalmente   en   la   colección   musical   que   durante   50   años   el   padre   de   Cesar,   don   Gustavo   Arteaga,      ha   venido   enriqueciendo   a   partir   de   su   amor   a   la   música.   En   este   sentido   la   principal   característica  de  este  lugar  es la colección  de  más  de  7 mil  discos  de  78  revoluciones con  música antigua. “El Málaga es el  único negocio  en  el  país  que  conserva  la  identidad   de   cómo   eran   los   bares   en   los   años   30,   40   y   50,   el   único   negocio   que   tiene   más   de   7000   discos en  78,  y  que  suenan  en  las  rockolas  originales,  son  7  rockolas  que  están alrededor  de   todo   el   salón,   de   distintos   géneros   musicales   cada   una,   donde   se   pone   bolero,   tango, la música antigua, los pasillos, música colombiana, instrumental y música lírica”  Cesar Arteaga,  Salón  Malaga

Ser coleccionista implica comprender la estrecha relación que existe entre la música y  la  memoria  pues  como  lo  explica  Cesar,  un  coleccionista  no  se hace por  la  cantidad  de   discos  en  una  discoteca,  sino  por  las  vivencias  que  se evocan   en  cada  canción.

“Para   ser   coleccionista   debe   haber   un   elemento   primordial,   y   es   comprender que cada disco es una vivencia en el tiempo. Cuando yo escucho un disco,  y lo quiero  tener,  lo compro  y  lo  meto  en  una  rockola. Así fue como empezó  mi papá:  consiguió  un  tendidito  de   50  discos  para  una  rockola, y después escuchó otro disco y empezó a buscar esa música por todas partes, y depués de buscar resultaba encontrando no uno sino tres o cuatro discos,  y la discoteca  empezaba  a  incrementar. DE lo que se trata, entonces,  es  del disfrute   de  ese  disco  en  el tiempo,  en  recordar un  momento  específico  donde  lo conseguí,  lo  disfruté,   lo   gozamos,   lo   cantamos,  es  decir,  cada  disco  tiene una  vivencia  en  el  tiempo. No  es  tanto  el   número de discos,  sino  cómo   disfruté cada disco.  Ahí  es  donde  se  encuentra  las relaciones  de  la  música   con la   memoria,   es   un   elemento   de   que   te   permite   evocar   el   pasado,   otros   momentos.”  Cesar  Arteaga

Si   bien   el   Málaga   no   es   un   lugar   exclusivamente   de   tango,   en   los   últimos años este espacio se ha convertido,  al igual que El Homero Manzi, en un centro cultural donde se fomenta la cultura tanguera. Durante este año se han empezado a promover días de tango como el lunes y el sábado, este último es el día de la semana donde se escucha tango en vivo, un momento para disfrutar de la música y el baile, pero también una oportunidad para que los artistas locales se proyecten en la ciudad.

“Tenemos   todos   los   sábados   de   tango   desde   las   cuatro   de   la   tarde   con   bailarines   y   cantantes   de   tango,   esporádicamente   se   hacen   milongas   en   un espacio   grande   y   bonito   que   tenemos   en   el   sótano,   y   tenemos   una   academia   de   tango   donde   hay   unas 100 personas que  vienen a  bailar  tango y a recibir clases los domingos  desde  las  9  de  la  mañana  hasta  las   5  de  la tarde”  César Arteaga.

Como lo expone César, el Málaga es “una empresa cultural”. Desde que César llegó a “recibirle” a su padre y a heredar en vida sus conocimientos y afectos musicales, ha querido  imprimirle  su  sello  al  lugar:

“Con iluminar  el  negocio y poner cuadros,  con eso empezó  el  cambio  de  Málaga, con eso y con que empezamos  a  buscar  la  línea  cultural. Hasta el día de hoy, se puede hablar del Málaga como una empresa cultural, a la que  vienen personajes de la talla de Jaime Jaramillo Panesso, Belisario Betancur, toda la gente de la administración municipal, los  abogados, magistrados, profesores de las universidades,  y muchos jubilados que vienen expresamente a buscar el ambiente y la música del Málaga .

Los   negocios   se   van   volviendo   una   moda,   y   todo   lo que hemos hecho   busca   que   el Málaga   no   sea   una  moda,  que  el  Málaga  sea  una  cosa  que perdure,  que  la gente  la  respete,  que  venga  un   turista   y   diga:   ‘Esto   tiene   fuerza,   tiene   identidad’, que lo vean las personas que vienen a bailar,  que  venir a  bailar  aquí  es  otra  cosa por  todo el sentimiento  que  se le  han  metido,  el Málaga  tiene  mucha  fuerza”.  Cesar    Arteaga

 

LA  PAYANCA

Don  Gilberto  Vallejo,  un  amante  del  tango,  inició  el  bar  9  de  Julio  en  1962, éste  estaba   ubicado   en  Guayaquil,   en   San   Juan   con   Bolívar.   Después de   probar   suerte   en   los   Estados  Unidos  y  de  haber  vendido  su  bar,  pero no  su música,  regresa  a  la  reconocida   esquina   de   La   Payanca,   en   Junín   con   Bomboná,   en   1971,   cuando   compra   el   lugar   hoy  conocido  como  La Payanca, donde volvió a sonar la música del antiguo 9 de Julio

La    Payanca    es  considerado  por  muchos    tangueros    como  uno  de  los   escenarios  que   mejor  conserva  el  típico  ambiente  de  los    bares  del  viejo Guayaquil. A La Payanca se le caracteriza   como   uno   de   los   “sobrevivientes”,   un   lugar   donde   solo   se   escucha   música   argentina,   donde   la   rockola   funciona,   donde el   cliente   programa   la   música   y   una   mujer   lo   acompaña   a   tomarse  su  trago  y  a  escuchar  sus  tangos  preferidos.

En  La  Payanca  se  reúnen  todas  las  clases  sociales,  es  un  lugar  de  tránsito  y por  allí  pasan   sobre  todo  obreros,  gente  trabajadora  que  va  rumbo  a  la estación  del  Metro  o  se  baja   de  algún  bus  cerca  a  la  avenida  Oriental.  A pesar  de  que  este  punto  estratégico  tiene   una   imagen   de   peligro   en   las   noches,   La   Payanca   es   un   lugar   donde   se puede   estar   tranquilo   y   don   Gilberto   tiene   amigos   taxistas   de   confianza   que   recomienda a  sus  clientes antes  de  salir.

Si   bien   para   don   Gilberto   es   claro   que   el   tango   no   se   va   a   morir   en   la   ciudad,   dice   con    cierta  nostalgia,  que  no  sabe  qué  va  a  ser  de  ese  lugar cuando  él  se  muera,  a  sus  hijos   no  les  gusta  el  tango  y  probablemente  no  se harán  cargo  de  la  tarea  de  conservar  uno   de  los  pocos  bares  sobrevivientes del  tango  del  viejo  Guayaquil.

 

ADIÓS  MUCHACHOS  

Este  bar  existe  hace  20  años,  y  como  todo  patrimonio  valorado,  ha  sido transmitido  de   padres   a   hijos: “Yo desde   niño   me   enamore   del   tango,   yo   me   crie   escuchando   tangos.  De  niño  mi  papa  tenía  unos  bares  en  Guayaquil, el  Valenton,  el  bar La  reja  y  el  bar Medellín”. Como lo cuenta Camilo Valencia, el actual propietario, la vena tanguera le vino por herencia de su padre quien hizo parte   del   capítulo   tanguero   de   Guayaquil   y  “con  las  transformaciones urbanas”  le  toco  cambiarse  de  lugar.

Ahora   Adiós   Muchachos   se   encuentra   ubicado   en   la   carrera   45,   el   palo,   con   la   calle   Bombona. Como  en  la  mayoría  de  los  lugares  tangueros,  en Adiós Muchachos  nunca   se  para,  se  trabaja  todos  los  días  de  2  de  la  tarde a   2  de  la  mañana.  Solo cierran  cuando  hay ley seca y jueves y viernes santo: “Todo el  año  funcionamos”.

Sobre  la  colección  de  tangos  que  tiene  el  bar,  Camilo  cuenta  que  ha  sido  un proceso en el cual su tío,  su padre y él se   ha   venido   haciendo   una   colección   propia, pero como reconoce el insondable mundo del tango dice: “la colección se sigue  haciendo  porque  todavía   hay  cosas  que  uno  no  tiene,  de  pronto  llega un  cliente  que  pide  un  tema,  uno  lo  anota  y   trata   de   conseguirlo   con   los   compañeros,   los   amigos   del   tango. Aquí compartimos mucho la música, intercambiamos”

Para   Camilo   el   hecho   de   que   los   bares   de   tango   ya   no   sean   tantos   en   la   ciudad   no   significa que el tango esté muriendo “A ver… los bares se acabaron pero la gente tanguera   no.   Tangueros   hay   muchos,   incluso   universitarios   y   gente   joven… es   que   es difícil que se acabe  el  tango,  es  difícil, y si no fuera así ya habríamos  tenido  que  cerrar”

 

Página en internet, “Medellín es tango” de la Red de Bibliotecas de Medellín, Área Metropolitana

Imágenes: (1) Monumento a la memoria de Carlos Gardel en el lugar de su muerte, el Aeropuerto Olaya Herrera de Medellín. Foto: Julián David Correa; (2) Detalle de la Estación del Ferrocarril de Antioquia en la Plaza de Cisneros en Medellín. Foto: Julián David Correa; (3) Edificios Vásquez y Carré en la Plaza de Cisneros de Medellín. Foto: Julián David Correa; (4) Fotograma de la película protagonizada por Carlos Gardel, Tango bar (John Reinhardt, 1935); (5) Fotografía de Homero Manzi; (6) Tita Merello en un fotograma de la película ¡Tango! (Luis Jose Moglia Barth, 1933)



[1] Natalia Quiceno Toro: Antropologa de la Universidad de Antioquia, actualmente estudia un doctorado en antropologia en el Museo Nacional de la Universidad Federal de Rio de Janeiro. Trabajó por cuatro años en el programa de Memoria y Patrimonio de la secretaria de Cultura de Medellin y esta vinculada al grupo de investigacion Colombia y el Mundo en 1935: «Cultura, Violencia y Territorio» del INER en la Universidad de Antioquia.

[2] En: Revista Credencial Historia Edición 206, Año 2007

[3] HOYOS,  Juan  José.  “Las  muchachas  de  la  45”.  EL  TIEMPO,  15  de  Mayo  de  1983.

[4] Frase  del  Doctor  Francisco  Duque, Presidente  de  la  Academia  Nacional  de  Tango.  2008

 

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