“Den Skaldede Frisør –Amor es todo lo que necesitas” de Bier y “Et si on vivait tous ensemble?” de Robelin.

“Den Skaldede Frisør –Amor es todo lo que necesitas” de Bier y “Et si on vivait tous ensemble?” de Robelin.


EN UNA TARDE DE DOMINGO: “DEN SKALDEDE FRISØR –AMOR ES TODO LO QUE NECESITAS” DE SUSANNE BIER Y “ET SI ON VIVAIT TOUS ENSEMBLE?” DE STÉPHANE ROBELIN.

 

Tantas películas en el mundo y tan pocas en las tantas salas de cine que hay en una ciudad grande. Veintenas de pantallas que presentan los mismos doce títulos. A la hora de escoger, se escoge lo que no parece fórmula para la televisión y el videojuego, y en esa selección hoy aparecen dos filmes (quizá no son los mejores, pero ambos están en cartelera): la cinta francesa, ¿Y si vivimos todos juntos?, y la película Amor es todo lo que necesitas, de la realizadora danesa Susanne Bier.

A Susanne Bier se le conoce por su participación en el Dogma 95, y por su exitosa cinta En un mundo perfecto, que ganó el Oscar a la mejor película extranjera de 2010. Al escoger esta película de entre la cartelera comercial, se piensa que Amor es todo lo que necesitas no puede ser tan mala, que la directora ya demostró ser arriesgada, inteligente y comprometida con un cine sin artificios. En la sala, el filme de Susanne Bier empieza y no arranca tan mal: es una película romántica, quizá una comedia romántica sutil, en la que el cáncer de la protagonista (Ida, interpretada por Trine Dyrholm) podría ser un subtexto importante. El protagonista masculino, Pierce Brosnan (ex James Bond, que en esta cinta representa a un frío empresario británico de nombre Philip) se ve tan guapo como siempre, en una interpretación que se parece a muchos personajes anteriores, pero que él desarrolla con corrección. La cinta promete. Luego viene el viaje a Italia para el matrimonio de la hija de Ida y el hijo de Philip. Uno de esos vástagos resulta ser homosexual, pero en medio del conflicto y del matrimonio fracasado, el amor aparece y la redención también. Todo muy correcto, mediterráneo, lindo y muy poco inspirador. Nada que decir al final, nada que pensar, sólo que en las artes audiovisuales hay personas creativas que aprovechan las oportunidades de hacer dinero, y que el cine también es un medio para dar empleo a alguna gente y para entretener a mucha otra.

La segunda película del domingo, ¿Y si vivimos todos juntos?, pone en la pantalla varias evidencias de que la gente verdaderamente bella lo sigue siendo hasta el último minuto. La metáfora perfecta de esta frase es la presencia de Jane Fonda (nacida en 1937) en esa pantalla. Con sus más de setenta años, Jane Fonda actúa tan bien como siempre y se ve tan bella como pocas. Esa es la evidencia más obvia, pero Jane Fonda hace parte de una película que es mucho más que su imagen: un filme de ancianos a quienes acosa la muerte, la demencia senil y la debilidad, y en donde todos son en su estilo bellos y complejos. Es una alegría contemplar a estos personajes buscando el sentido de la vida después de tantos otros sentidos que quedaron atrás. Esta película en su guión y en su puesta en escena es inteligente, tierna y transparente. Se trata de una obra en donde la deliciosa lujuria nunca deja de poner sabor, en que la mezquindad nunca deja de roer, y en la cual la amistad de vez en cuando parpadea pero siempre termina por abrir los ojos. En el cine y en la vida, no todo puede ser horror y complejidad que arrasa los sentidos. ¿Y si vivimos todos juntos? es una bella cinta que deja un sabor de reconciliación y una larga lista de preguntas sobre las decisiones que se van tomando cuando aún se tiene fuerza, belleza y elocuencia.

 

Imagen: fotograma de ¿Y si vivimos todos juntos?

 

 

 

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