De Andrei Tarkovski

«El monje Ruvlev contemplaba el mundo con los ingenuos ojos del niño y predicaba que no había que resistir el mal, que había que amar al prójimo. Aunque fue testigo de las -quizá- más brutales barbaridades de este mundo, aunque tuvo que sentir las más amargas desilusiones, consiguió reencontrar el valor único de la vida del hombre: la bondad y ese amor humilde que todo lo perdona»

«La moderna cultura de masas -una civilización de prótesis-, pensada para el ‘consumidor’ mutila las almas, cierra al hombre cada vez más el camino hacia las cuestiones fundamentales de su existencia, hacia tomar conciencia de su propia identidad como ser espiritual. Pero el artista no puede, no debe permanecer sordo, ante la llamada de la verdad, que es lo único capaz de disciplinar su voluntad creadora. Sólo así obtiene la capacidad de transmitir su fe a otros. Un artista sin esa fe es como un pintor que se hubiera quedado ciego.»

Andrei Tarkovski en: «Esculpir en el tiempo».

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