«Carol» de Todd Haynes.

«Carol» de Todd Haynes.

Podría empezar estos párrafos diciendo: En la carrera a los premios Oscar compite Carol (Todd Haynes, 2015), una cinta sobre el amor entre mujeres que produce una de sus protagonistas, la talentosa Cate Blanchet. Ese podría ser el comienzo de estas líneas sino fuera porque no veo competencia en Carol: esa cinta no quiere superar a otras, ni quiere complacer los gustos de otros, ni se plantea como parte de un mundo donde todos luchan por ser el primer espermatozoide. La estética de Carol es íntima, delicada, cercana al sueño de lo que en nuestras culturas se considera femenino.

Carol no es la primera película con amor entre mujeres. Una cinta tan lejana en el tiempo como la escandinava Häxan (Brujas. Benjamin Christensen, 1922), mostraba caricias homoeróticas entre aquelarres. Claro, con la referencia a ese filme mudo no trato de decir que el cine siempre asocia el homosexualismo al demonio, no, cuando el cine presentaba el amor entre personas del mismo sexo también lo vinculaba al crimen, a la locura, al suicidio, a la decadencia social y a otras etiquetas nefastas. Se dice que apenas en 1919 se produjo la primera película que quiso quitar toda connotación criminal al amor homosexual: el filme alemán Ander als die Andern (Diferente a los otros. Richard Oswald, 1919), cinta que inició un camino recorrido por pocos artistas. Con el paso de los años y con el avance de Hollywood, el respeto por este tema no aumentó, al contrario: esa forma de amor se silenció o se convirtió en un susurro que con frecuencia incluía la palabra “suicidio”, como lo demuestra el libro “The Celluloid Closet: Homosexuality in the Movies”, investigación de Vito Russo, un historiador y activista gay.

Cuando Hollywood superó el código Hays (1934-1967), y cunado las luchas por la libertad se hicieron evidentes en los años sesentas, la representación del amor homosexual se enriqueció. En los años setentas se empezó a hablar de un cine “Queer” que precedió a lo que en los noventas se llamó el “New Queer Cinema”.

Con este breve relato podría creerse que al cine “Queer” sólo lo limitan las celdas morales, pero no es verdad: a veces el cine LGBT se aprisiona en una asimilación sutil a lo que algunos llaman la “heteronormatividad”. Uno de los ejemplos más evidentes de esa asimilación se encuentran en películas donde el amor lésbico conduce al sexo entre jóvenes envueltas en colores pastel, cintas con las que no se busca una perspectiva de mujeres que aman a mujeres, sino que parecen querer satisfacer el deseo de los hombres que se excitan con el sexo entre mujeres.

Hoy el cine “Queer” es diverso: en un extremo están las películas de los que quieren ser “mainstream”, las películas de quienes buscan popularidad y hacer parte de la corriente dominante, y en otro extremo están las obras de cinematografistas que exploran sus sentimientos con historias y estéticas radicales, y con posiciones combativas. Aunque Carol es un producto de Hollywood, también es un filme que se encuentra entre ambos lugares.

Barbara Hammer es ejemplo e inspiración de una exploración sin concesiones. Desde los años setentas, la estadounidense Barbara Hammer ha creado una estética que reacciona ante la utilización del cuerpo femenino y las recurrentes menstruaciones azules, enarbolando una estética que agrede los sentidos adormecidos. En su obra, Barbara Hammer combina la expresión audiovisual con las artes plásticas, y en sus filmes se ven tampones ensangrentados y todo tipo de cuerpos.

Aunque es verdad que Carol no renueva la historia del cine ni la expresión LGBT, es una película llena de logros que incluyen varios premios internacionales. Carol es un filme que se produjo dentro del cerrado Hollywood, y es una cinta que explora el amor desde una perspectiva femenina, y en ese sentido es un homenaje a la novela de Patricia Highsmith que fue su inspiración, y es un filme que hace parte de la búsqueda de muchos cinematografistas para quienes la diversidad es la verdadera fortaleza de la especie humana.

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